Hasta el gorro de los finlandeses

PersonalidadHay un dicho popular que dice «Cuando el tonto coge una linde, la linde se acaba y el tonto sigue» y parece que se ha convertido en un mantra de dospuntocerolandia. Cuando las redes sociales cogen una cantinela, parece que hay que aceptarla por decreto. Por eso existe tanta tendencia a poner en un pedestal a algunas ideas o personas durante una temporada… hasta que llega la siguiente.

Uno de esos tópicos que parece que todo el mundo ha asumido es el de la perfección del sistema educativo finlandés como ejemplo en el que deberíamos mirarnos los demás. Lo que ocurre es que, como decía un profesor que tuve, «cuando todo el mundo se sube a un tranvía excepto uno, pregúntate porqué ese se queda fuera». Cuando todo el mundo da por hecho algo, que además sólo conocemos de oídas, quizás habría que andar con más cuidado.

Lo del sistema educativo finlandés es como ese amigo perfecto al que tu madre te ponía como ejemplo cuando tu te portabas mal o tu mujer te lo saca a relucir como pareja modélica cada vez que discutís. Lo que ocurre es que quizás a aquel ejemplo para tu madre las cosas no le han ido tan bien como se esperaba o ese marido «joya» luego no lo es tanto cuando se cierran las puertas.

Si hablamos de tópicos quizás también habría que recordar que la población de Finlandia es aproximadamente la de la provincia de Madrid, que su índice de suicidios es la decimocuarta del mundo (España es la 58) o que el alcoholismo es la primera causa de muerte entre esos hombres finlandeses tan exquisitamente educados. Y que quizás es que, a diferencia de lo que ocurre en nuestras latitudes, los niños se sienten más a gusto en una sala con calefacción que relacionándose con otros niños, manchándose de barro o jugando en la calle en la que se les congelen las pelotas (y los balones).

Dicho esto, debo decir que el único finlandés que conozco, mi amigo Lasse Rouhiainen es uno de esos ejemplos de persona entrañable, inteligente, cercana y siempre dispuesta a ayudar aunque quizás es que la mentalidad mediterránea ya ha sustituido a la báltica.

Por alguna razón, los españoles, colombianos, peruanos, italianos, griegos y en general los latinos (excepto los argentinos ;-D) tenemos tendencia a considerar que lo de los demás siempre es mejor y a despreciar lo nuestro.

Aunque ahora esté de moda descartar a los que ocupamos la parte central de la campana de Gauss, somos nosotros, los «normales», los «grises», los que no estamos en los extremos, los que sacamos las cosas adelante. Mensajes como los del sobrevalorado Sir Ken Robinson convirtiendo la anécdota en categoría son dañinos y creo que equivocados. Como ocurre con la educación finlandesa, no puedes coger un puñado de casos aislados y convertirlo en una regla general por muy impactantes que sean.


Creo que es hora de ser políticamente incorrecto y dar las gracias a los que nos han hecho ser lo que somos. Por mucho que se critique a nuestro sistema educativo tradicional (me refiero al que yo he disfrutado no a ese pastiche actual que da toda la libertad al alumno) somos muchos los que salimos adelante gracias a él.

Por cierto, veo más creatividad e iniciativa en los que hemos vivido una educación «opresora» que en los que han aprendido en un entorno «libre», en el que la competición es algo reaccionario y en el que no se pueden poner notas para que nadie salga herido.

Tengo que dar gracias infinitas a profesores como

  • Sergio Menargues que con su insistencia (y regañinas) para ser precisos en las prácticas de laboratorio quizás ha salvado muchas vidas al cuidar los detalles.
  • Javier Albert que al hacerme repetir n-veces el mapa del clima en España me hizo entender que si se insiste, las cosas salen bien.
  • El Hermano Inocencio que cada mañana llenaba una pizarra de bastantes metros cuadrados con unos gráficos alucinantes en tiza de colores que dejaría por lo suelos a la mejor infografía científica en pizarra digital por su disciplina y buen gusto sin los cuales quizás hoy no estaría escribiendo este post.
  • El Hermano Felicísimo que nos enseñó a debatir libremente en sus clases de filosofía en una época en la que no era lo habitual.
  • Javier Sanchez que en sus clases de pretecnología nos enseñó (con una actitud muy seria) que utilizar las herramientas adecuadas (la goma con olor a nata está prohibida en esta clase) puede marcar la diferencia (y aprobar o suspender).
  • Francisco Porras que nos hizo situar en en mapa las capitales de países que hoy ni existen pero que nos han permitido conocer el mundo cuando Internet o las lineas aéreas Low Cost no eran ni un sueño.
  • Y todos y cada uno de los que me han hecho ser lo que soy, con los medios disponibles y con mucho esfuerzo y a los que no cambaría por ningún sistema «de moda». MUCHAS GRACIAS.

¿Y por qué escribo esto en un blog sobre Marca Personal? Pues por dos razones. La primera es porque me apetece y la segunda porque cuando se habla de Branding Personal ocurre lo mismo que con la educación finlandesa y recurrimos a ejemplos ajenos y poco representativos. No sé cuantas veces he visto en los primeros libros de Branding Personal que se ponía como ejemplo a Lance Armstrong o a Tiger Woods.

Cada uno de nosotros tenemos unas cualidades únicas con las que podemos crear lo que nos apetezca. Podemos fijarnos en cosas y aspectos que otros hacen bien pero no tenemos que imitar a nadie. No te dejes deslumbrar por ejemplos lejanos y que nada tienen que ver con tu realidad.

Tu, yo y cualquiera somos únicos, somos el resultado de un montón de experiencias y aprendizajes valiosos aunque en su momento no lo vieses. Y como en todas partes, la diferencia la marcan las personas más que los sistemas. Seguramente en tu vida te habrás encontrado con profesores que te han dejado una huella, una Marca Personal imborrable y también algunos capullos… como supongo que ocurrirá en Finlandia.





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