La cualidad prohibida de la Estrategia Personal

CualidadesCada vez que se habla de alguien que ha tenido éxito se suelen citar muchas cualidades «especiales» que posee esa persona. Inteligencia, una habilidad superior o esa cosa tan etérea y que sirve para todo que algunos llaman talento.

Cuando se da por sentado que quienes triunfan lo han conseguido gracias a esos elementos casi «mágicos» e irrepetibles, lo que se consigue es quitarte las ganas de intentar ser como ellos. Si son unos individuos tan especiales y singulares, mejor ni lo intento, total ¿para que?

Ahora también está de moda utilizar lo de la pasión, lo de ser un apasionado de algo para justificar que alguien ha alcanzado sus objetivos.

Vale, no digo que todos esos elementos no sean valiosos para que alguien consiga aquello que se propone. Sin embargo, hay una cualidad que parece que ha desaparecido del vocabulario y que creo que es la que consigue funcionen todas las anteriores y algunas más. Me refiero a la DISCIPLINA. Si, con mayúsculas.

Si yo fuese una de esas personas que triunfan y alguien redujese mi éxito a una especie de pócima mágica de ingredientes que me han proporcionado lo que he conseguido casi sin esfuerzo me cabrearía bastante. Cuando alguien justifica los logros de alguien por una serie de cualidades innatas es lo más parecido a que alguien te diga, «si, pero es que tu has tenido suerte».

Francamente, cada vez que hablo con alguien a quien le va bien, siempre encuentro una cualidad que apenas se cita últimamente, me refiero a la capacidad de hacer las cosas con constancia, persistencia, resistencia y aunque no te apetezca nada. Ahora mismo son las 7:02 y aquí estoy cumpliendo con mi segunda cita semanal con el blog y en cuanto acabe me iré a correr. ¿Preferiría estar haciendo otra cosa? Seguro, pero entonces las cosas no saldrían adelante… y mi batalla contra el peso estaría definitivamente perdida.

La Disciplina suena a otros tiempos, no sé si mejores o peores, pero desde luego es lo que hace que las cosas salgan o, al menos, no se paren.

La Disciplina, como en el juego de piedra, papel, tijera, vence a la pereza, al aburrimiento o a la tristeza.

La Disciplina democratiza el éxito porque permite que también alcancemos cosas importantes quienes no estamos en la parte superior de la campana de Gauss, no tengamos un coeficiente de inteligencia por encima de la media o no hayamos sido tocados por una habilidad extraordinaria.


La Disciplina puede sonar a algo políticamente incorrecto en un mundo en el que parece que ya no se puede obligar a nadie a hacer lo que tiene que hacer. Lo curioso es que cuando no te obligas a ti mismo/a a cumplir con las tareas que te impones, acabarás haciendo lo que otros te ordenen.

La Disciplina está muy mal vista por esos autores de autoayuda que se empeñan en que hagas sólo lo que te apetece o te dicen que elimines de tu vocabulario expresiones como «TENGO QUE…», o que te alejes de la gente tóxica, no te vayas a traumatizar.

La Disciplina compensa la falta momentánea de pasión, el desconocimiento de lo que te gusta o la carencia de una actitud positiva. Simplemente haces las cosas porque es lo correcto, porque es lo que hay que hacer. Lo curioso es que cuando terminas de cumplir con lo que te has propuesto aunque no tengas ganas, «milagrosamente» te sientes mucho mejor, descubres si lo que haces realmente te «apasiona» o si es lo que te gusta.

La Disciplina consigue cosas fundamentales para una Marca Personal. Por un lado genera confianza y transmite credibilidad. Cuando ves que alguien sigue día tras día, año tras año, cumpliendo con sus tareas dentro de un plan sientes que es alguien fiable. Quizás, desde nuestro punto de vista, el disciplinado se esté equivocando pero nos gusta la gente inasequible al desaliento y desconfiamos de los que se rinden o abandonan a las primeras de cambio.

Por otro lado, la Disciplina mantiene un movimiento constante, una insistencia regular en todo lo que haces y eso va dejando huella. Ese repiqueteo, ese blog en el que publicas con regularidad casi mecánica, esa capacidad de mantener tus estándares personales y profesionales una y otra vez, esa obligación autoimpuesta de leer un libro a la semana o aprender algo nuevo cada día, todo eso consigue que tu hueco en la mente de quienes te conocen sea cada vez más grande y profundo.

Si, lo reconozco, me gusta la disciplina. Creo que es una de las cualidades que más me ha ayudado a seguir adelante. Llámalo cabezonería, terquedad, obstinación, pero es lo que me ha salvado de tirar la toalla en muchas ocasiones. Cuando todas las demás cualidades fallan, la disciplina sigue a tu lado.

La autodisciplina quizás tenga algo de esclavitud, pero serás esclavo de tus decisiones y no de las de otros.

NOTA: Como en años anteriores, en Semana Santa desconecto «disciplinadamente» de mi presencia en el blog. Pero a la semana siguiente estaré de nuevo aquí.





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