El mejor ejemplo

El sábado murió el Papa Juan Pablo II a los 84 años. Ya hay otros que están hablando de todos los detalles de su vida pero a mi me gustaría centrarme en otro aspecto.
Independientemente de las creencias de cada cual, estoy convencido de que la vida de Karol Józef Wojtyla representa todo lo que debe ser un ser humano y un excelente ejemplo del valor de las personas.
A lo largo de su vida ha demostrado que las personas no somos seres unidimensionales. Ha sido deportista, actor, sacerdote. Ha sufrido y se ha enfrentado a las dos ideologías que tratan de anular al ser humano y despojarle de todos sus valores individuales, el comunismo y el nazismo. Ha tenido una vida plena y ha podido irse con la satisfacción del deber cumplido.
Su vida es un ejemplo de todos aquellos aspectos que conforman una marca personal. Ha sabido establecer vínculos emocionales con millones de personas. Ha ejercido su labor con competencia. Su vida ha tenido una misión y una visión pero sobre todo unos valores claros y sólidos. Ha sido un excelente comunicador.
Todas esas cosas han forjado la imagen de fortaleza que todos tenemos posicionada en nuestra mente.
Pero hay algo que me gustaría destacar especialmente y que considero un ejemplo fundamental. Juan Pablo II fue elegido Papa a los 57 años. A esa edad muchos estan ya pensando en el retiro si no se han prejubilado ya. Hay algo peor, tal y como oigo hablar a muchos profesionales al rondar los cuarenta años, parece que la vida se ha dado por amortizada y todos los sueños y las ilusiones se han desvanecido. Además, la rutina del trabajo y el encasillamiento mental producido por hacer todos los días lo mismo y aguantar la presión de la empresa transforma a personas con una vida plena y con cientos de posibilidades y de habilidades por explotar en hombres grises sin futuro.
¿Y si tomamos el ejemplo de hombres como Karol Wojtyla o la Madre Teresa y sacamos lo mejor de nosotros mismos independientemente de la edad? No somos lo que dice una tarjeta de visita o una descripción de nuestro puesto de trabajo por muchas horas (quizás demasiadas) que estemos calentando la silla. SOMOS MUCHO MAS. Hay que exprimir la vida porque cada día que pasa estamos dejando de hacer cosas por nosotros pero sobre todo por los demás.
Creo que tenemos la obligación de dejar un mundo mejor que el que nos encontramos y eso no se consigue tumbandose en el sofá a ver Gran Hermano VIP.
Medita, tomate un tiempo, revisa tus objetivos, tus valores, tus competencias y trata de utilizar todo eso.
Cuando mueras, vete con la sensación de que tu vida ha merecido la pena.
Hace unos años hubo en EEUU un programa de TV en el que se pedía a gente mayor que reflexionase sobre sus vidas y muchos expresaron su pena en un sentido: No haber asumido más riesgos.

El verdadero riesgo es no asumir más riesgos.


Tomemos el ejemplo de Juan Pablo II.





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