El Real Madrid vence a Europa
Aunque el futbol me aburre soberanamente, el bombardeo de información deportiva en todos los medios me impide desconectar aunque quiera. Es inevitable acabar sabiendo que el Real Madrid tiene problemas en noseque competición europea, que un delantero se ha hecho «pupa», que otro jugador multimillonario necesita cariño o que un portero se ha teñido el pelo de naranja.
Sin embargo, hay algo que hace que la gente más normal que yo, se enganche y se emocione con algo tan simple como este deporte. Los equipos han conseguido que sus seguidores discutan a gritos, que gente muy formal pierda las formas y se ponga bufandas y gorros con el escudo de su club, que hagan socios a sus hijos antes de nacer, que se organicen manifestaciones cuando una decisión judicial puede perjudicar a su equipo, que hasta en las tribus más perdidas de África conozcan a sus ídolos (de pantalon corto), que…
Francamente, no me extraña que la marca Real Madrid tenga ese valor. Esto demuestra que el valor de la marca depende más de factores emocionales que de la propia calidad del producto (que es muy variable).
Es curioso como muchos de los que critican a los norteamericanos por defender su bandera (su logo), estén orgullosos de llevar un pin, un politono, un mechero, la colección de jugadores de su equipo encima de la tele de plasma de 52 pulgadas o el cambio de marchas con el escudo de su equipo en su SEAT LEON amarillo tuneado.
Esto me demuestra que quién sabe gestionar una marca (emociones, consistencia, credibilidad, valores, visibilidad, especialización, etc.) puede llegar mucho más lejos que el que «simplemente» tiene un buen producto
Javi Guardiola habla de una noticia que dice que el Reino Unido es la marca país más valorada del 2005. Esto me ha hecho pensar sobre el ridículo valor de la marca Europa.
Nuestros gobernantes europeos no han hecho nada de lo que se supone que debe hacer un experto para desarrollar una marca. Miento, si han hecho algo, meternos a la fuerza un «producto» que desconocemos, que no nos emociona y que no nos satisface ninguna necesidad directa. Lo que al final, es contraproducente. Parece que como muestra Borrell la marca Europa solo importa a unos cuantos, a los que viven (muy bien) de ella.
La marca Europa no es consistente. Cada vez que se produce un conflicto es imposible que salga un acuerdo sólido entre sus miembros. Aún estamos viendo como se están produciendo ataques a Dinamarca y no ha habido una respuesta contundente por parte de las instituciones. En conflictos anteriores como el de Yugoslavia, tuvieron que venir los MALVADOS AMERICANOS, a sacarnos las castañas del fuego.
La marca Europa no es lider. Le puede pasar como a los productos de la teletienda, que por intentar ser todo para todos, solo va a conseguir no ser nada para nadie.
La marca Europa se avergüenza de sus valores. Aunque creo que la mayoría de los ciudadanos coincidiríamos en muchos de ellos, nuestros políticos no han sido capaces de establecer una escala de prioridades que nos sirvan como guía o referencia para resolver conflictos como los que se nos avecinan.
La marca Europa es interesada. Cualquier desacuerdo económico se convierte en una guerra abierta entre los miembros. Las negociaciones tienen pinta de ser más parecidas a una escena de El Club de la Lucha que a un diálogo entre socios.
En esta situación, la marca Europa dificilmente conseguirá llegar al corazón de los Europeos. Nosotros no somos como esos INGENUOS AMERICANOS tan infantiles, tan patriotas, tan unidos cuando tienen un enemigo común, tan vinculados a su logo-bandera que es un trozo de tela, si, pero también es el símbolo que les une en un propósito y unos valores comunes.
Quizás esos elementos son los que hacen que aquel país con todos sus defectos, sea el país más poderoso del mundo, mientras nosotros, los CIVILIZADOS EUROPEOS, solo nos acordemos de lo que ocurre más allá de los Pirineos cuando los chicos de OT van a Eurovisión.