Empresa y Sumos Sacerdotes

En la historia siempre ha habido clases. Aunque con distintos nombres, las sociedades han tenido una clase dirigente minoritaria, una gran masa social de personas que hacían el trabajo y un grupito de personajes que apelaban a conceptos etéreos para utilizarlos como medio para manipular a los demás.

Estos últimos eran, según la época y el lugar, los sumos sacerdotes, los brujos, los chamanes, los magos. Su fuerza no estaba en lo que hacían, que normalmente era poco o nada, sino en la capacidad de influir en las creencias y en los temores profundos de las personas. Esa habilidad es lo que les situaba en la cercania del poder.

En nuestra sociedad del sXXI las cosas no han cambiado tanto. En las empresas se reproduce un patrón parecido. Hay una clase dirigente minoritaria. Un grupo mayoritario de personas que trabajan y una camarilla de Sumos Sacerdotes que utilizan conceptos intangibles, discutidos y discutibles y escasamente científicos, por no decir mágicos, para defender sus privilegios.

Quienes sacan el trabajo adelante se caracterizan porque sus resultados son tangibles, medibles y van a influir en su carrera. Comerciales, Producción, Calidad, Finanzas, IT, Logística. Todos ellos están sometidos a parámetros concretos e indiscutibles que pueden convertirse en números o en gráficos.

Sin embargo, los Sumos Sacerdotes actuales siguen ocupando posiciones de mucho poder porque son capaces de generar conceptos suficientemente ambiguos. Siguen convenciendo a los dirigentes de que son capaces de convertir el plomo en oro o de encontrar la fuente de la eterna juventud. Además han encontrado su Piedra Filosofal, los tests de personalidad, con los que pretenden transformar la complejidad del ser humano en un número o en un porcentaje. Pruebas que en muchos casos se han demostrado inútiles o contraproducentes.


¿A qué huelen las nubes? ¿A que huelen las cosas que no huelen? Talento, Motivación, Valores, Diversidad, Cultura, Liderazgo, Compromiso, Clima, Competencias. Todos ellos son conceptos que se escurren entre los dedos. Ideas que quedan muy bien en un púlpito, en una conferencia o en una tesis doctoral pero que son inmanejables en la vida empresarial. No digo que no existan, existen y algunos de ellos son fundamentales para el ser humano. Pero eso no significa que puedan convertirse en herramientas de gestión o que sean manejables.

Aunque quienes dan el callo todos los días estén descontentos, estos Santones Corporativos apelan al Compromiso, prometen un Paraiso que no llega nunca, hablan de recompensas futuras si eres un buen trabajador y no pecas. O llegado el caso te amenazan con el infierno del INEM.

A partir de ahí, todo es válido. Una reducción en las ventas puede suponer un despido de un comercial o un problema con un lote de producto puede implicar un disgusto para el Jefe de Fábrica, pero ¿Se puede echar una bronca a un gestor de RRHH porque ha habido una caída en picado del Amor a la Empresa? ¿Se puede despedir a un responsable de selección porque el Talento de la competencia es un 2,7% superior al de su empresa?

Por supuesto que no. Cuando alguien trata con este tipo de conceptos sabe que no se pueden demostrar y mucho menos medir de forma científica y por eso los responsables de gestión de personas son irresponsables, no se responsabilizan de nada porque no hay quién les pille. Incluso si hay una alta rotación o hay que despedir a gente, se encargarán de echar las culpas a otros, al sistema, a la coyuntura o Dios sabe que.

Y así seguirá siendo. Si os fijais el mundo de RRHH se mueve por modas de este tipo. Dificilmente encontraréis alguna que sea medible, tangible o concreta. Parece que ahora es el jodido talento, como antes eran las competencias y antes… No os sorprenda si en el futuro nos encontramos con herramientas de gestión de personas que se denominen, Gestión por Espíritu, Dirección por Instinto, Responsabilidad Amorosa Corporativa o Tests de Evaluación del Alma Empresarial. Espero no haberles dado ideas.


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