¿Que MBA te vas a poner?

Creo que ya he comentado aquí que yo estudié en los Maristas en Alicante. En aquella época de cambios (políticos y sociales), el colegio solo era mixto en el último año, en COU. Así que muchos nos volvimos gilipollas cuando llegaron «ellas».

Supongo que ahora ocurrirá algo parecido pero, en la primera mitad de los ochenta, había una obsesión por las marcas de ropa casi enfermiza (o al menos eso me parecía a mí). De pronto parecía que gente que jamás se había preocupado de las etiquetas de su polo, sus zapatillas o su pantalón, no podía vivir sin convertirse en un modelo de folleto de El Corte Inglés.

Los ochenta fueron complicados, aunque no creo que nadie que tenga entre 35 y 45 recuerde una época en la que no haya habido crisis. Así que, utilizar las marcas de ropa (normalmente caras) para potenciar tu Marca Personal no siempre era posible.

Mi madre, siempre sabia, en aquellos momentos me decía una de esas frases que parece que viene «de serie» en el software de las madres: «Que te quieran por lo que eres y no por lo que llevas puesto».

Supongo que son esas cosas que me han sucedido las que han ido empujándome a desarrollar este modelo. Creo que esas experiencias personales «ibéricas» son mucho más importantes que todas las teorías anglosajonas de Branding Personal de Tom Peters o Dan Schawbel.

Supongo que, cuando no puedes permitirte pagar marcas comerciales para potenciar ocultar tu Marca Personal, debes buscar dentro de tí para sacar aquello que puede posicionarte por lo que eres y no por lo que llevas puesto.

Cuando no hay intermediarios-etiquetas que puedan hablar por tí, eres tu quién debe hacerlo. Y, en aquella época, eso te obligaba a ser creativo. No te quedaba más remedio.

Si no eras el más guapo de clase, podías descubrir que eras el más divertido.
Si no podías ponerte un Privata, un Lacoste o unos Levi’s podías convertirte en el que mejor escuchaba.
Si eras el delegado de clase y la chica que te gustaba era una empollona, podías poner los exámenes cuando a ella le interesaba (y perjudicaba al resto, pero esa es otra historia).


Cuando no tienes la posibilidad de ponerte marcas te das cuenta del enorme poder que poseés. Es en ese momento cuando puedes/debes decir lo que piensas y lo que sabes hacer porque no van a deducirlo por lo que llevas puesto.

Este ataque de nostalgia parece que es algo que solo sucedía hace treinta años (¡treinta años!). Sin embargo, en el mundo de los adultos, entre los profesionales eso sigue sucediendo.

Hace unos días, mi amigo Juanma Roca, sacó su tercer libro en pocos meses. Se trata de MBAs, ¿ángeles o demonios?. Hace unos meses, en una comida, Juanma ya me adelantó que lo que estaba preparando iba a ser la bomba. Y parece que así está ocurriendo. En su libro está haciendo una crítica a esas marcas intocables que son las Escuelas de Negocios.

¿Por qué nadie se mete con esas instituciones? Pues por la misma razón por la que a mi me dicen que no me meta con los de R2H2. Porque son los potenciales clientes. Y eso impide cualquier tipo de crítica (y de avance).

Durante años, los MBAs han sido equivalentes, en el mundo adulto, a las marcas de ropa en mis años de COU. Si no tenías uno, no «ligabas». En realidad, con las escuelas de negocios ocurre como con los polos o los vaqueros, todos son casi iguales pero «la marca» te permite pedir una burrada.

Creo que poco a poco, ha ido decayendo la fiebre masteril. Cuando todo el mundo tienen un MBA (o varios) en su armario, deja de poder diferenciarse. Es entonces cuando hay que volver al consejo de mi madre. «Hijo, deben quererte por lo que eres y no por lo que te pones».

Lo fundamental es que seas capaz de sacar a relucir tu Marca Personal. Deben quererte por eso y no por la marca (de ropa o de MBA) que te pongas. Al ponerte una marca comercial que oculte tu identidad, te conviertes en uno más de los que ha podido pagarse esa indumentaria o formación. No te diferencias, al contrario, te homogeneizas, te «commoditizas», te conviertes en una marca blanca, en un hombre-anuncio de la escuela de negocios de turno.

Si en lugar de dedicar tiempo, dinero y esfuerzo a pagar una marca de otros, te dedicases a sacar lo mejor de tí y darlo a conocer (saber hacer, hacer y hacer saber) posiblemente «ligarías» más. Y algo mucho más importante, ya no tendrías duda de que te quieren por lo que eres y no por lo que aparentas.


Compartir esta publicacion