La Kriptonita del Branding Personal

Cuando algunas empresas y personas dedicamos tanto esfuerzo a descubrir y dejar una huella, una marca, es porque sabemos que el coste y el esfuerzo merecen la pena y, con el tiempo, acabarás consiguiendo que el Rendimiento de la Inversión sea interesante.

Por otra parte, suelo decir que una Marca Personal sólo tiene sentido si consigue influir y hacer algo por los demás. Quienes piensan que el Branding Personal es algo egocéntrico y egoista desconocen completamente de qué va esto porque sólo es posible que los demás te tengan en cuenta y te «compren» o escojan si aportas algo valioso. 

Los poderes «mágicos» del Branding Personal llegan al máximo cuando al enfrentarte a una situación en la que tienes que ser elegido/a entre varias opciones y no hay datos objetivos (o estos sean irrelevantes o similares) la PERCEPCIÓN es un elemento definitivo.

Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión que los «superpoderes» del Branding Personal funcionan cuando se cumplen dos condiciones:

  1. Hay un grupo de personas en las que puedes «dejar» un recuerdo memorable.
  2. La decisión de elegirte a tí y no a otro depende de percepciones o de variables subjetivas.

Pues bien. En esos dos factores reside también el punto debil de la Marca Personal.

La impotencia de una Marca Personal aislada

Imagina que Tom Hanks en Naufrago se encuentra en la orilla de la playa con una caja de VIAGRA de tamaño familiar. Si las hubiese consumido, quizás la relación con Wilson (la pelota) habría sido algo distinta, pero poco más.

El Branding Personal es algo así como la VIAGRA que nos permite dejar una huella más profunda en la gente, pero siempre y cuando exista alguien a quién transmitir lo que somos capaces de hacer.


Pues bien, en numerosas ocasiones nos enfrentamos a situaciones profesionales en las que permanecemos aislados o se empeñan en ocultarnos. Horas y horas en un cubículo. Jornadas enteras de cara al público pero en las que no podemos salirnos del guión. Normas en las empresas que prohiben que «saquemos la cabeza al exterior». O puede que incluso nosotros mismos por cansancio, pereza, miedo o vergüenza seamos incapaces de salir del aislamiento.

Si estás en una de esas situaciones en las que no puedes comunicar quién eres y lo que eres capaz de aportar por bueno que sea, es como si Lex Luthor te hubiese colgado al cuello un pedrusco de Kriptonita de veinte kilos.

La decisión no depende de mi 

La segunda situación en la que los superpoderes del Branding Personal dejan de ser relevantes tiene que ver con la forma en que hay que escoger a alguien.

Una Marca Personal es necesaria cuando hay que tomar una decisión que implique cierto riesgo y de la que desconocemos algunos o todos los datos. Suelo decir que la marca es la consecuencia de un sistema de información ineficiente o incompleto. Si tuviesemos absolutamente toda la información de un candidato, un político, un proveedor o un producto no necesitaríamos recurrir a la marca para reducir la desconfianza.

Por lo tanto, si tu objetivo es ser funcionario o ganar un campeonato de atletismo, la Marca Personal no tiene mucho que hacer porque suponemos (aunque no siempre es así en el caso de las oposiciones) que el éxito va a venir de hacer el mejor examen o de llegar el primero a la meta.

Hay «falsas» situaciones en las que aparentemente los criterios de elección pueden dar cierto margen a la subjetividad pero, en realidad la elección está hecha de antemano y todo es un paripé porque los candidatos ya están elegidos «a dedo» con anterioridad.

Por lo tanto y resumiendo. El branding en general y el Branding Personal en particular puede ser muy potente para aumentar tus opciones de éxito pero también tiene sus Talones de Aquiles. Si eres bueno/a pero no puedes comunicarlo o demostrarlo porque estás aislado o si la elección depende de factores objetivos que no dependen de tu capacidad de influencia, mejor prueba otras opciones.





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