¿Quién decide quién eres tú? Así funciona el posicionamiento personal
Vamos al grano: todos etiquetamos. No es maldad, es biología. Nuestro cerebro necesita simplificar para entender rápido lo que tiene delante. Así que, en cuanto conoces a alguien, tu mente lo categoriza: “experto”, “vendedor”, “líder”, “novato”, “creativo”, “peligroso”, “aburrido”…
Y eso, exactamente eso, hacen contigo también.
Entonces, ¿por qué dejar al azar lo que piensan de ti? ¿Por qué no tomar el control?
El posicionamiento personal consiste en decidir de forma intencionada cómo quieres que te perciban. Es diseñar esa etiqueta que, quieras o no, vas a llevar. Y no es cuestión de inventarte un personaje ni de sonar brillante. Es cuestión de claridad, autenticidad y estrategia.
Una buena prueba es esta: si no puedes explicar tu posicionamiento en menos de ocho palabras, no está claro. No es memorable. No se queda.
Y no, no se trata de ocupar el primer puesto en Google. Se trata de ocupar un lugar concreto en la mente de las personas que importan. En tu entorno, en tu industria, en tu red. Ese lugar desde donde te recuerdan, te recomiendan y te eligen.
La etiqueta que llevas ya está ahí. La diferencia es si la elegiste tú… o te la pusieron otros.
Para qué sirve el Posicionamiento
El posicionamiento no es solo marketing personal. Es influencia real.
Cuando te posicionas bien, las personas saben quién eres y qué aportas. Te asocian con ciertos valores, habilidades o temas. Y eso genera un efecto poderoso: confianza.
Porque lo que se entiende, se recuerda. Y lo que se recuerda, se elige.
Además, un buen posicionamiento te ahorra explicaciones. Ya no necesitas contar toda tu historia cada vez. Con una frase o una idea fuerza, la gente ya capta de qué vas. Eso abre puertas, atrae oportunidades y filtra el tipo de relaciones profesionales que realmente te interesan.
Fundamentos del Posicionamiento
Muchos no se posicionan, simplemente, porque no saben lo que quieren. Y si tú no sabes lo que quieres, ¿cómo esperas que lo sepan los demás?
Otro error común es caer en lo genérico. Si lo que comunicas suena igual que lo que dicen otros en tu campo, tu posicionamiento se diluye. No destaca. No deja huella.
El objetivo no es construir un personaje perfecto, sino expresar lo mejor de ti de forma clara, creíble y consistente. Tu posicionamiento no debe sonar como una etiqueta publicitaria, sino como una verdad que se percibe y se confirma en tu forma de actuar.
Analiza tu Posicionamiento
Una manera sencilla de empezar: escucha cómo te presentan.
¿Qué dicen de ti cuando no estás? ¿Cómo te describen frente a otros? ¿Con qué palabras te resumen?
Si titubean o simplemente te pasan el relevo (“mejor cuéntalo tú…”), ahí tienes una alerta. Tu marca está poco definida.
Puedes usar este ejercicio para afinar:
- “Cuando mis colegas necesitan ayuda con _______, piensan en mí.”
- “El cumplido que más me hacen es _______.”
- “La gente siempre me recuerda por _______.”
- “Si hablaran de mí a mis espaldas, probablemente dirían que soy el/la de _______.”
Y, sí, búscate en Google. ¿Qué aparece? ¿Eso te representa? ¿Refuerza tu marca o la contradice? Hoy en día, tu presencia online es parte de tu posicionamiento, quieras o no.
Decide tu Posicionamiento
Esta es la parte más estratégica y más personal. ¿Qué quieres que la gente piense cuando escuche tu nombre?
Elige un posicionamiento con el que te sientas cómodo, que te represente de verdad y que puedas sostener con acciones. No con frases ingeniosas, sino con hechos.
Completa esta frase:
“Quiero que mi nombre esté asociado a…”
Puede ser un tema, un estilo, una habilidad, un valor. Pero tiene que ser algo claro, relevante y diferenciador. Algo que puedas comunicar sin necesidad de explicaciones largas. Algo que puedas defender con tu trabajo diario.
Gestiona tu Posicionamiento
Una vez que lo decides, hay que cuidarlo.
Evita títulos vacíos. Llamarte “ninja”, “gurú” o “friki” de algo no te posiciona. Te resta profesionalidad. La gente no quiere interpretarte, quiere entenderte.
No uses clichés. “Apasionado por ayudar” suena bien, pero no dice nada concreto. Todos lo dicen. ¿Cuál es tu forma de ayudar? ¿Qué resultado generas? ¿Qué problema resuelves?
No vendas tu personalidad. Vende tu trabajo. Piensa como si fueras un producto: ¿cuáles son tus atributos más potentes? ¿Eres rápido, creativo, analítico, empático? ¿Qué te diferencia de otros en tu sector?
Ocupa un tema. Si quieres ser asociado a un tema, debes hablar de él, producir sobre él, relacionarte con él. Que cuando la gente piense en ese tema, piense en ti. Y viceversa.
Busca tu hueco. Observa tu mercado. ¿Qué necesidades no están cubiertas? ¿Qué problema puedes resolver mejor que nadie? Esa es tu oportunidad. No necesitas inventar algo nuevo, solo ocupar una esquina vacía.
No te posiciones con tu cargo. Eso puede cambiar mañana. Posiciónate desde tu visión, desde lo que sabes hacer y desde el valor que aportas.
Minimiza lo negativo. Una sola debilidad visible puede dañar una marca entera. No hace falta tener mil fortalezas. Con una o dos, bien definidas, puedes construir una reputación sólida, siempre que no arrastres algo que te reste.
Proyéctate hacia el futuro. No te posiciones para el trabajo que tienes, sino para la carrera que quieres construir. Tu marca debe hablar de hacia dónde vas, no solo de dónde estás.
Y cuidado con desaparecer. Si dejas de hacer lo que te dio visibilidad, tu marca se debilita. La gente recuerda lo que ve con frecuencia.
Establece tus Objetivos
Un posicionamiento fuerte nace de un objetivo claro.
¿Qué quieres conseguir en los próximos meses? ¿En los próximos años? ¿Qué impacto quieres tener? ¿Qué tipo de oportunidades quieres atraer?
Sin esa claridad, tu marca se vuelve ambigua. Y lo ambiguo no se recuerda. No se recomienda. No se elige.
Con objetivos bien definidos, el posicionamiento se vuelve mucho más natural. Más coherente. Más fácil de sostener y evolucionar.
Hazte visible
No basta con tener una marca. Hay que mostrarla.
Habla en público. Escribe. Participa en debates, conferencias, mesas redondas. Graba vídeos. Opina con criterio. Expón tu visión.
Hablar en público, por ejemplo, es uno de los mayores aceleradores de posicionamiento. Te da visibilidad, autoridad y diferenciación. Te coloca en otro nivel frente a colegas que hacen bien su trabajo, pero no lo cuentan.
No se trata de volverse famoso. Se trata de estar presente. De dejar huella. De facilitar que otros te recuerden por lo que quieres que recuerden.
Ten lista tu autopresentación. Cuando alguien te diga “Háblame de ti”, deberías tener una respuesta breve, clara y poderosa. Una frase que te posicione con precisión. Una idea que te defina y te diferencie.
El posicionamiento personal no es un lujo. Es una herramienta de supervivencia profesional. En un mundo donde todos compiten por atención, el que no se posiciona, se pierde.
¿Ya sabes qué quieres que los demás piensen cuando escuchan tu nombre?
Ahí empieza todo.