Como chinos
Si echamos un vistazo a las ofertas de trabajo que aparecen en las páginas de empleo más conocidas, concretamente a los ridículos salarios ofertados, podemos preguntarnos hasta que punto merece la pena postular por esos puestos. Lo que vas a encontrar es que posiblemente te exigirán que te «dejes los cuernos» por una nómina que apenas te dará para pagar el metro o el autobus. Todo eso sin contar que aunque el contrato se denomine, «indefinido» lo más probable es que por una razón u otra tendrás suerte si aguantas ahí más de 3 años.
Al mismo tiempo, hace algunos años que se están incorporando al mercado laboral unos profesionales cuyas motivaciones son radicalmente opuestas a las de los de las generaciones anteriores. El trabajo ya no es la vida. Antes trabajabas como un condenado y sabías que solo tenías que esperar tu jubilación mientras engordaban tus trienios. Hoy nada de eso existe. Se ha sustituido por inseguridad, bajos salarios y temor al despido. En consecuencia, lo mejor es no hacer olas, ocultar los errores, evitar ser creativo, «hacer lo que te mandan», ser una pieza del engranaje, en definitiva, ser uno más. Eso es excelente para los responsables de RRHH, ya que tienen una masa cabreada y desmotivada pero silenciosa que hace el trabajo. Lo justo para salir adelante pero de momento funciona. Sin embargo, ¿que nos va a diferenciar de los nuevos paises emergentes? A este paso NADA.
Por esta razón, me aterroriza un comentario recurrente cada vez que explico el Proyecto Marca Propia. Ese comentario es ¿Porqué van a querer las compañías que sus empleados piensen como la empresa YO S.A.? Pues creo que es evidente, si los profesionales son considerados como una parte sustituible de la cadena de producción y están sometidos a unas normas rígidas (explicitas o implicitas), su aportación a la empresa será nula y eso nos va a llevar al suicidio económico en pocas décadas. Eso si, mientras tanto, las lumbreras de la economía dicen que el problema de la competitividad son los salarios.