Tom Clancy y la productividad

Si, lo reconozco, cuando consigo tener un rato de tranquilidad y de desconexión profesional me gusta leer novelas desengrasantes. Uno de mis autores favoritos de este tipo de literatura es Tom Clancy. Posiblemente uno de los autores más atacados y vilipendiados por parte de los doctores de lo políticamente correcto.

Clancy no es políticamente correcto ni correctamente político según los parámetros actuales, pero sus novelas aportan alguna información posteriormente confirmada sobre la forma de actuar de los regímenes comunistas. Y sobre todo es tremendamente entretenido.
Casualmente en estos días he leído un par de libros (Clave Red Rabbit de Clancy en Booket, Técnicas de Persuasión de J.A.C. Brown en Alianza Editorial) y un artículo sobre Mao que hablan sobre la tragedia que supusieron los regímenes comunistas para sus ciudadanos.

Aparte de los millones de personas ejecutadas por su ideología, el sistema se vino abajo por su propia dinámica. Todo se subordinaba a la política, incluida la ciencia, la técnica, el arte y el deporte. Lo que no encajaba con el marxismo o con lo que los dirigentes consideraban ortodoxo, era considerado subversivo. A partir de ahí, se fueron creando unas castas dirigentes cada día más alejadas de la realidad que recibían datos falsos sobre la situación real de la economía y a quienes los burócratas del partido les mostraban una imagen idílica de la realidad mientras los ciudadanos pasaban hambre. Lógicamente la motivación era inexistente.


Esto me hace reflexionar hasta que punto los directivos de las grandes empresas de nuestro mundo no comunista están cayendo en errores similares. El alejamiento de la realidad cotidiana debido al elefantiásico tamaño de las corporaciones, la necesidad de dar una imagen perfecta a la bolsa y al accionista y la manipulación de los datos contables (que han producido los últimos escándalos) para mostrar una realidad virtual a quienes ocupan los niveles superiores de la pirámide han conseguido producir una imagen no muy distinta de la que se produjo en el antiguo bloque comunista y que llevó a su autodestrucción y al caos.
Francamente no creo que para un profesional sea más motivador dar valor al accionista que para un trabajador ucraniano fabricar más cosechadoras en la URSS de los años 70 por el futuro del marxismo-leninismo.

Creo que es la hora de simplificar las estructuras. Hay que devolver el poder a las personas y proporcionarles las herramientas para que su trabajo sea útil a sus empresas y a ellos mismos.

No caigamos en los mismos errores.


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