Comunismo y jerarquía

En uno de mis últimos comentarios antes de las vacaciones hablaba del peligro que puede suponer la homogeneización de las personas y los procesos dentro de las empresas. Hablaba del riesgo que implica reducir a los profesionales a engranajes. Decía incluso que podríamos acabar cometiendo los mismos errores que acabaron con el comunismo.

Curiosamente, hace unos días, leía en el libro Ahora, descubra sus fortalezas de Marcus Buckingham y Donald O. Clifton de la editorial Gestión 2000 un párrafo que venía a decir prácticamente lo mismo.


«Si desea imaginar lo que podría pasarle a una organización que olvidara esa noción (respeto, libertad) y no satisficiera la necesidad que siente toda persona de tener prestigio, basta ver lo que le sucedió al comunismo. La muerte del comunismo era inevitable (con el tiempo) porque manifestaba respeto a la comunidad pero nunca al individuo, y este enfoque fue mellando la dignidad y el espíritu individual. Lo mismo puede decirse de los experimentos recientes de eliminar la jerarquía en las organizaciones y crear equipos planos de autogestión en donde no hay nadie a cargo y todos llevan el título de «asociado». Aunque son en teoría son maravillosos, fracasan en la práctica precisamente porque frustran el anhelo de prestigio de cada individuo».


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