Sellos, coches, peras y manzanas
A la vuelta de las vacaciones, el mundo de la blogosfera empresarial está revuelto. Cunde el descontento y soplan vientos de cambio. Merece la pena repasar los últimos post de Vida de un consultor, Un adios a la empresa, Otro día trabajando y su nueva y arriesgada aventura Denuncias Laborales.
Se me ocurre que mucho de lo que ocurre podría explicarse con una fórmula muy sencilla. Quizás no es muy ortodoxa pero puede valer.
Esta fórmula podría representar lo que significan los profesionales (no me gusta la palabra empleados) para muchas empresas.
Empiezo por el coste porque es el dato más objetivo y facilmente cuantificable y medible. Aquí estaría incluido el salario, los beneficios sociales, el consumo de electricidad, el espacio ocupado, los «post it» que te llevas a casa, el tiempo que pierdes en internet y las llamadas a tu mujer para decir que llegas tarde a casa.
A la hora de hacer una reestructuración o de solucionar los problemas generados por un mal gestor o una mala coyuntura, este parece ser el único miembro de la ecuación a tener en cuenta. Lo que me hace pensar que quizás la creatividad no es una de las competencias favoritas de los gestores de nuestro país.
El valor por el contrario se compone de una parte medible que se basa en el cumplimiento de objetivos, en las ventas, en la reducción de plazos de entrega o en el número de incidencias resueltas. Pero también tiene una parte subjetiva que la experiencia me indica que finalmente es la que sirve para clasificar a los profesionales. Aquí incluiría el entusiasmo, la motivación, la facilidad para establecer relaciones, las ganas de aprender y todos esos aspectos que solo conoces tu y si tienes suerte, también tu jefe.
Cuando entras a formar parte de una empresa el valor lo basan en los datos de tu CV, unas cuantas horas de entrevista y quízás un test psicotécnico. A partir de ahí, establecen si la diferencia de ese valor con el coste entra dentro de su presupuesto. Desde ese momento, todo se va a basar en opiniones de tus jefes, la imagen que tienen de ti y de evaluaciones rutinarias, incómodas y casi siempre inútiles. Por lo tanto, se puede decir que el valor tiene un componente objetivo y otro percibido.
Es el Valor Percibido el que va a decidir los ascensos, los despidos, las subidas salariales, el que te rían los chistes o el que te miren con mala cara si te vas antes de las 10 de la noche.
El Beneficio está claro que es la diferencia entre el valor y el coste. Como estamos restando peras y manzanas, ese Beneficio va a depender de la persona que tome las decisiones y de la opinión que tenga de ti.
A veces ocurre que tu jefe te aprecia (yo he tenido mucha suerte en ese sentido) pero la decisión viene de «más arriba» y tu valor percibido es nulo.
Un dato importante es que el resultado no tiene que ser necesariamente negativo, basta con que no sea tan grande como para que el «Gran Hermano» quede satisfecho.
Un problema surge cuando los responsables consideran que el valor que proporcionas a tu empresa puede ser aportado por cualquiera, siempre según sus criterios (que jamás llegarás a conocer). Esa es la situación que vivimos en la actualidad, porque esta es la generación de los JASP (Joven Aunque Sobradamente Preparado) y según la «Job Description» no hace falta ser Donald Trump o Jack Welch para sustituirte por otro más barato o menos problemático.
Por lo tanto, a partir de cierta edad (no demasiada) o posición, se considera que es mejor sustituir a la persona por otra que en teoría tiene el mismo valor para la empresa y posiblemente menos coste, incluso ninguno (prácticas de verano).
¿Que se puede hacer? Pues evidentemente puedes «tocar» aquellas partes de la ecuación que están a tu alcance. Podrías reducir tu sueldo (¿?). Podrías aumentar tu Valor Objetivo (MBA, más experiencia, cursos) o tu Valor Percibido.
¿Que significa esto? pues que es necesario que se tenga en cuenta el valor total y no solo aquellos aspectos que coyunturalmente interesan a la empresa. Han de ser conscientes de la capacidad, el potencial y el talento, de lo contrario es facil convertirse en «commodities» y ser perfectamente sustituible (en teoría).
Igual que ocurre con un sello antiguo, el valor real no es lo que marca o el coste del papel y la tinta, sino lo que la gente puede pagar por él. Sin embargo, en el mundo empresarial a las personas les pasa como a los coches que una vez que son contratadas, cada vez parece que valen menos para la empresa.
Solo una reflexión más. ¿Que parte de la ecuación hace que un Consejero Delegado cobre 100 veces más que tu? ¿Significa que es 100 veces más valioso? Piénsalo.