Hace falta valor (añadido)

En mi post de ayer hablaba del valor de los profesionales en las empresas y por la tarde, tras una reunión meditaba sobre la similitud con los productos de gran consumo.

Podría decirse que el Valor objetivo o medible es aquello que nos hace aptos para realizar un trabajo. Es decir, un ingeniero, un médico o un electricista lo es por el hecho de tener un título que lo certifique y con eso se supone que está capacitado para desempeñar su labor. Sin embargo, lo que hace que esos tres profesionales sean «especiales» son los aspectos intangibles de su trabajo. La forma de presentar un proyecto, el trato con los pacientes o la rapidez en detectar el problema. Esa diferencia es lo que hace (o debería hacer) que los buenos profesionales tengan un Valor Añadido por el cual se les paga más o se les tiene más en cuenta a la hora de un ascenso.

Hay muchas formas de añadir valor a nuestro trabajo o a nuestras relaciones, siendo los más rápidos, los que mejor trabajamos en equipo, los más entusiastas, los más creativos, los más ordenados o simplemente los que mejor sabemos hacer alguna cosa. Para que esa imagen se consolide hacen falta dos cosas, tiempo y consistencia, es decir, que esa característica sea una constante en nuestro trabajo o en nuestra vida personal.


Lo mismo ocurre con el lavavajillas, las salchichas o los coches. Los tres cumplen una función, pero tenemos preferencia por aquellos que nos han dado «algo más» o simplemente percibimos que lo han hecho. Una de las funciones de la marca es conseguir que tengamos esa percepción y siguiendo unas pautas muy sencillas es posible conseguirlo también en las personas.

Y me voy que tengo que coger un avión para Barcelona.





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