Química Recreativa III: Sistemas de partículas y el Cosmopolitan

¡Mirad! Los hombres se han convertido en las herramientas de sus herramientas. H. Thoreau

Hace pocos días, comía con varias personas relacionadas con los RRHH. La tarjeta de uno de ellos decía Director Desarrollo Recursos Humanos. Era joven (más que yo, lo que empieza a ser poco descriptivo). Tenía todo el aspecto de recién salido de algún master de gestión de personas. Una muestra de su inocencia es que sin saber quienes eran los otros comensales, se puso «académico» y empezó a pontificar sobre las virtudes de las modernas herramientas de gestión de personal que utilizan en su empresa.
Desgraciadamente para él, había algunos pesos pesados, de los que se las saben todas por viejos y por diablos. Gente con varias décadas dirigiendo personas y que tienen muy claro lo que al final importa, las relaciones personales, el instinto, el talento, las emociones, los sentimientos. Gente que sabe que las herramientas son útiles para arreglar otras herramientas, no para las personas.

Daba pena. Le dieron por todas partes. Al final tuvo que reconocer que si utilizaban sistemas de selección, formación, valoración y clasificación (¿?) «de diseño» era porque hacerlo de una manera más personal era demasiado complicado, daba mucho trabajo.
Por lo tanto, entendí que no es que ese sistema funcionase sino que se hacía porque «todo el mundo lo hace», porque ¿de que otra manera puedes controlar a gente de la que jamás sabrás ni como se llama? Y en el fondo ¿para que quiere saber como se llama? Dicen los expertos en negociación de secuestros que si el secuestrador empieza a saber cosas de los rehenes, se establece un vínculo y es más dificil que acabe haciéndoles daño. Si eres responsable de 200, 2.000 o 20.000 personas, las decisiones son más fáciles si solo tienes que manejar listas que unicamente indiquen los números de empleado.

Todo esto me recordó una de las lecciones que aprendí en la carrera y es que, a pesar del nombre, NO existen Ciencias Exactas. Llegas con toda la ilusión pensando que con unas cuantas formulas y un ordenador potente podrás predecir cualquier fenómeno físico. Sin embargo, pronto aprendes que puedes saber como funciona un sistema de dos partículas. Cuando metes la tercera todo se complica terriblemente y a partir de ahí todo son aproximaciones.

Hasta finales del sXIX, en pleno éxtasis de la Revolución Industrial, los científicos pensaron que en poco tiempo seríamos capaces de entender el funcionamiento del Universo y de sus componentes. Que al fin y al cabo todo es materia y por lo tanto, convertible en fórmulas. Incluidas las personas. Eran los tiempos del Management Científico de Frederick Winslow Taylor en que con un cronómetro y una regla de cálculo podrían manejar a las personas como a las máquinas y predecir su comportamiento.

Los psicólogos, sociólogos, biólogos y otras ciencias humanas se unieron a la fiesta. Se popularizaron los tests de personalidad, las herramientas que pretendían medir el coeficiente intelectual, los sistemas ¿científicos? de valoración de personas que todavía hoy, o mejor dícho, hoy más que nunca parece que están de moda. Un ciencia debe ser capaz de predecir con exactitud el resultado de un experimento. Creo que los resultados científicos de estas herramientas son tan sólidos como la telepatía, los viajes astrales o un test del Cosmopolitan. Bueno, quizás este último es más válido.
Empezaron a pensar que las personas se podrían clasificar, diseccionar, manipular y gestionar de un modo industrial, mecánico, científico lo que llevado al extremo y mezclado con una ideología enferma dió lugar a las aberraciones que se produjeron durante el nazismo y el comunismo.


Los físicos y químicos pronto descubrieron, cuando apareció La Teoría de la Relatividad, que eso no sería posible. Que el Universo era mucho más complejo que una serie de bolas de billar chocando en el espacio en condiciones ideales de presión y temperatura. Y si eso ocurría con un par de electrones y un protón ¿Quien puede ser tan inconsciente o tan vanidoso que piense que puede jugar a ser Dios utilizando procedimientos de laboratorio capaces de predecir que una persona es válida o no lo es?

Pues si eso no es suficente, cuando esas teorías infalibles salen de un centro de estudios avanzados (¿?) especialmente si es norteamericano, y se empiezan a aplicar a granel en las empresas, las consecuencias son las que podemos ver. Algunas Consultoras engordan su cuenta de resultados mientras los profesionales son metidos a presión en los puestos que han sido definidos por esas herramientas mágicas. Da igual que seas un vendedor excelente, un gran jefe o un magnífico trabajador en equipo desde hace años, si la empresa dice que las competencias, la actitud, tu liderazgo o cualquier otra palabra de moda no encaja con lo que dicen los «expertos», estás perdido.

Es curioso, pero mientras el método científico es la base de las ciencias exactas, parece que la única medida de la certeza de una teoría psicosocial es la rentabilidad económica (para los proveedores de herramientas «mágicas», claro).

No digo que todo deba dejarse al libre albedrío. Lo que propongo es que devolvamos el poder a las personas, no a los procedimientos. Dice Malcolm Gladwell en Inteligencia Intuitiva que la mente humana es capaz de tomar decisiones mucho más precisas en pocos segundos de lo que cualquier método «científico» pueda hacerlo jamás. Pero desgraciadamente, parece que un «test on line» es más fiable que un tío que lleva 30 años pateándose las calles.

¿Cuantos de estos pasarían un proceso de selección? (Gracias Gonzalo). Si quereis la traducción la podeis ver en mi nueva sección de citas.





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