La materia de la que están hechos los sueños
Como es viernes, voy a escribir algo ligerito pero con mensaje y un poco diferente de mi linea habitual en este blog. Pero para eso son los blogs ¿No?
Hace unos meses escribía sobre mi amigo Luis y ayer encontré unas fotos de cuando hacíamos nuestros pinitos en el cine hace casi 20 años y me hicieron reflexionar de nuevo sobre la importancia de los sueños y la fuerza de los objetivos claros.
Está claro que dentro de las personas hay una fuerza importante que nos impulsa a luchar por lo que queremos y que antes o después saldrá de una forma u otra.
Todos tenemos dos opciones, o seguimos nuestro instinto (una minoría que cambia el mundo) o nos dejamos llevar.
Es evidente que antes hay que tener claro hacia donde nos dirigimos, pero estoy convencido de que en el fondo, todos lo sabemos. Otra cosa es que nos pasemos la vida huyendo.
La diferencia entre Luis o un emprendedor o un revolucionario o un líder y el resto, es que los primeros han dado un salto al vacío y sin paracaídas. Se equivocan, se arruinan, sufren y son despreciados e incomprendidos pero al final podrán decir que han luchado por algo que merece la pena.
Cuando hablo con personas de esta categoría, gente que ha luchado por un sueño me dicen que si hay algo que no soportan cuando han logrado lo que querían es que llegue el listo de turno y les diga «Joder tío/a vaya suerte que has tenido».
Y es que el que no arriesga, no gana. Porque Luis me decía el otro día que está rodando la nueva versión de Superman pero hasta llegar hasta ahí, hemos pasado juntos por situaciones tan desastrosamente divertidas como hacer yo mismo de conejillo de indias para sus experimentos como maquillador (foto izda). O sobre todo, participar en el rodaje de La hija de Fu-Manchú.
Esta era una película de los chicos de La cuadrílla, que luego hicieron películas como Justino, un asesino de la tercera edad o Atilano, presidente.
Salía Paul Naschy como Fu-Manchú. Luis era el maquillador y yo (el de la izquierda en la foto, al lado de la hija de Fu-Manchú a la que no recuerdo porqué pegaban latigazos) me encargaba de los efectos especiales (humo, explosiones, disparos, etc.)
Si alguna vez nos vemos en persona, pedidme que os lo cuente, porque merece la pena. Solo os diré debido a mi falta de experiencia con el manejo de explosivos artesanales, casi no hace falta utilizar sangre de mentira. Y también os contaré que Paul Naschy se puso como un energúmeno cuando vió que el color de piel que eligió Luis para su personaje era idéntico al de un platano de Canarias.
Como veis el camino de éxito, pasa por aprender de los errores. Eso si, debo decir que actualmente Luis solo utiliza ordenadores.
De todo esto saco dos lecciones.
La primera es que todos sabemos hacer muchas más cosas de las que nos imaginamos, solo hace falta que demos el paso.
La segunda es que si tienes claras tus metas, luchas por conseguirlas, aunque parezcan difíciles (pero alcanzables) y estableces un plan, tienes todas las papeletas para conseguir el premio gordo.
Ya decía Cela que en este país, el que resiste, gana.
NOTA: Para realizar este artículo no se ha maltratado a nadie.
Las escenas peligrosas han sido realizadas por especialistas.
Y al escribir este post me he enterado (bendito internet) de que el corto ha sido publicado así que mañana me voy a buscarlo. Tras el pase privado (afortunadamente) al que asistí, en el que vi como mi futuro en el mundo de los efectos especiales se desvanecía al ver MI explosión del castillo de Fu-Manchú, estaba convencido de semejante bodrio jamás saldría a la luz. Una vez más, me equivoqué.