Aditivos, Directivos Transgénicos y Marca Personal
Durante mis periodos como responsable de compras y producción he auditado y gestionado decenas de fábricas de alimentación. Aunque mi especialidad en la carrera era ese tipo de industria, siempre me sorprendía lo que veía. Pero lo más curioso y también deprimente era cuando veía la zona de los ingredientes. En realidad, un yogur de fresa, un refresco de limón o un caldo de pollo tienen de todo excepto de aquello que le da nombre.
Lo que se hace con la mayoría de los productos es dividirlo en partes y luego volver a reconstruirlo sustituyendo lo natural por artificial. Por ejemplo, el primer proceso que sufre la leche al llegar a fábrica es separar la grasa del resto. Al final se vuelve a añadir, dando leche entera, semi o desnatada.
Lo triste es que en ese proceso de deconstrucción-reconstrucción, se sustituyen los ingredientes naturales por aditivos, aromas, edulcorantes o conservantes artificiales.
En los últimos tiempos estoy viendo como los profesionales pasamos por procesos similares. Cuando nos incorporamos al mercado laboral, se nos descompone en decenas de ingredientes (CV, competencias, talentos, «job description» etc.). Se escogen las más «apropiadas» y luego se añaden ingredientes artificiales (formación, coaching, «assessment centers»,…) para suplir las teóricas carencias. Pero estos procesos desnaturalizan a los profesionales. Ya no somos seres completos sino conjuntos de ingredientes que se desechan cuando no son útiles.
Los responsables de las empresas llevan años deshumanizando las organizaciones para hacerlas más eficaces según dícen. Sin embargo, creen que ahora pueden conseguirse sucedaneos de humanidad con colorantes y edulcorantes artificiales que dan apariencia de amigables.
Sin embargo, cada día estoy más convencido de que eso no funciona. Los seres humanos tenemos una Marca Personal que vamos desarrollando con el tiempo. La gente nos percibe como un TODO y no como un Mecano o un Lego de carne y hueso.
El ser humano es mucho más que la suma de las partes, los átomos, los conocimientos o el talento. Es el conjunto, nuestra Marca Personal lo que nos da valor y no una característica concreta.
Una de las fábricas que gestionaba hacía zumo de naranja y en una de las fases del proceso se tiraba lo que sobraba. Hasta que se dieron cuenta de que los aceites de la piel podían utilizarse en cosmética. ¿Que valor estamos dejando de utilizar solo porque un experto en personas cree que somos un puñado de competencias, que hay que eliminar lo que no le sirve («usted no está aquí para pensar») y hay que «aditivar» nuestro perfil?
Esta semana asistía a un curso de habilidades «blandas» y mientras lo veía pensaba que todo era mucho más sencillo hace décadas. Eran tiempos en los que la gente se relacionaba, dialogaba o discutía cara a cara, en los que los jefes y colaboradores se conocían.
Ahora en las empresas ocurre como en las fábricas, hay que sustituir lo natural por lo artificial y claro, no es lo mismo.
Quizás todos los cursos de liderazgo, influencia, motivación, etc. podrían sustituirse por algo tan sencillo como la buena educación y el sentido común. Si hubiese más comunicación, no habría que hacer cursos de dirección de equipos o inteligencia emocional y otros parecidos, que aunque «potencian el sabor» no son más que edulcorantes artificiales que enmascaran la realidad. Supongo que todo esto está creando directivos transgénicos, jefes mutantes y otra fauna similar.
Si se utilizase más el «por favor», «perdón», «muchas gracias» y el diálogo natural, si fuésemos más auténticos, si diésemos visibilidad a nuestra Marca Personal en lugar de ocultarla, quizás no serían necesarios tantos aditivos que están haciendo enfermar a empresas y personas.