La espontaneidad está sobrevalorada

Desde que empecé a escribir sobre Branding Personal no hay día en el que alguien no lo critique porque considera que nuestros actos, nuestro comportamiento no debe planificarse ni planearse. Me sigo encontrando opiniones a medio camino entre el buen salvaje y el hippismo en las que se rechaza la idea de una Marca Personal porque lo asocian con falsedad o falta de autenticidad. 

Quienes piensan así sobreentienden que tener un proyecto de vida y seguir unas normas de comportamiento basadas en unos valores implica ser poco natural o incluso mentiroso. Siempre me acuerdo de aquello de «Cree el ladrón que todos son de su condición». Supongo que la mala utilización del marketing y del branding ha hecho mucho daño a estas herramientas de gestión, pero son solo eso, herramientas. No es a los instrumentos a los que hay que juzgar o descalificar sino a quién hace mal uso de ellos.

Si hay algo en lo que se basa el Branding Personal es en la autenticidad, en la honestidad. Una marca, personal o comercial, puede cometer errores pero no puede permitirse una mentira. Por eso es tan importante hacer un análisis previo de lo que somos. Si no tienes claro quien eres, lo que quieres y lo que puedes ofrecer, es imposible que puedas expresarlo ni tomándote un café con alguien ni en tu página de Facebook.

Si no eres tú mismo o no te conoces lo suficiente, quienes te sigan no van a saber a quién están siguiendo. Otro refrán dice que «Se coge antes a un mentiroso que a un cojo» y es cierto, pero precisamente por eso es imprescindible basar la Marca Personal en lo que realmente eres.


El otro elemento recurrente en las críticas es el de la planificación o la falta de espontaneidad del Branding Personal. A veces se olvida que todos tenemos una Marca Personal, pero lo que yo propongo es un método para gestionarla de forma consciente en lugar de dejar que la percepción que los demás tienen de nosotros sea algo aleatorio o incontrolado. Cuando leo o escucho estas críticas me imagino a quién las hace viviendo en un mundo sin reglas, normas, ni leyes.

En una sociedad como la nuestra hay normas de comportamiento, unas lógicas y otras absurdas. Pasamos gran parte de nuestra vida planificando desde un viaje al sitio donde vamos a cenar este viernes. Nos acicalamos, vamos al gimnasio (bueno, yo no) o nos ponemos una camiseta o una corbata para generar un impacto en nuestro «mercado». Dejamos el asiento a una persona mayor en el autobús o damos las gracias a quién nos sirve un café. Lo de las normas de urbanidad está en desuso, pero hay gobernantes que tratan de imponernos otras que afectan incluso a nuestra forma de hablar.

Podríamos decir que todo eso nos hace menos espontáneos, pero también más «civilizados». ¿Eso es malo? No seré yo quien lo juzgue, pero seguramente muchos de quienes critican la Marca Personal por lo que tiene de racional y de metodológico, son fieles cumplidores de normas o dedican gran parte de su tiempo a hacer cosas para generar la impresión que desean. Desde ir a ver películas subtituladas de cine húngaro hasta comprarse el último cacharrito tecnológico.

Ellos también están gestionando su Marca Personal, aunque lo hacen de forma inconsciente y posiblemente están creando una imagen falsa. Pero la culpa no es del Branding Personal sino de ellos mismos.

Por lo tanto, aunque voy a seguir encontrándome con personas que consideran equivocadamente que el Branding Personal resta espontaneidad y es manipulador, espero haber aclarado las cosas en quienes habéis leido esto.





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