Hace falta valor… y valores

En el siglo XVII, colonos holandeses se establecieron en un lugar al que llamaron New Amsterdam. Con ellos trajeron la palabra «baas», un término que los esclavos usaban para dirigirse a sus amos. (…) En esos días, Nueva York era New Amsterdam. Con el paso del tiempo, los neoyorquinos fueron alterando la palabra baas hasta convertirla en boss (jefe, en inglés)

¿Por qué los jefes son dictadores? de Chetan Dhruve

Supongo que hay momentos en los que te encuentras con mensajes de distintos orígenes que te aclaran algunas ideas. Este puente ha sido uno de esos momentos.

En primer lugar, decidí llevarme para leer uno de esos libros que hace tiempo que me llamó la atención pero que acabó aparcado junto a otros muchos esperando un momento adecuado. Se trata de ¿Por qué los jefes son dictadores? 

En realidad esperaba otro aburrido libro sobre liderazgo pero lo que cuenta es tremendamente rompedor. Su tesis es que la diferencia entre un lider y un jefe es que al primero lo eligen sus seguidores, mientras que al jefe lo imponen. El problema es que cuando alguien es impuesto, inmediatamente se convierte en un dictador. En el libro establece un montón de paralelismos inquietantes entre la cultura de jefes de las empresas y el de los peores dictadores de la historia.

Uno de los efectos inmediatos es la anulación de las corrientes contrarias a las opiniones del jefe. O algo peor, convierte a los profesionales en dóciles «súbditos» que evitan cualquier tipo de crítica porque eso puede suponer la muerte en un régimen dictatorial o la «muerte profesional» o despido en una organización. El problema es que esa tendencia a contentar al jefe puede provocar efectos dramáticos y pone varios ejemplos desde el accidente de Los Rodeos hasta las catástrofes del Challenger y del Columbia o la guerra de Irak.

Una de las conclusiones más terribles (y reales) del libro es que para poder sobrevivir en entornos así, la mayoría de los profesionales acaban tragando con lo que sea. Se «venden» para seguir cobrando una nómina. Se olvidan de los valores de su Marca Personal para convertirse en un apéndice de una marca corporativa o algo peor, en los ejecutores de las decisiones de un jefe incompetente.

El otro elemento que me ha hecho reflexionar tiene un origen más cercano. Hablando de la crisis, una persona de mi entorno me hablaba muy indignado de la cantidad de dinero que podría ahorrarse en el mundo sanitario si a la hora de elegir a los proveedores importase más la eficacia que los «detalles» de algunas empresas farmacéuticas. También me contaba el caso de un funcionario amigo que le contaba lo escandalizado que estaba al tener que dar el visto bueno a las facturas de algunos altos cargos de la administración.


Mi siguiente pregunta fue: Y en lugar de quejaros y escandalizaros, ¿Qué estáis haciendo tu y tu amigo para denunciar lo que véis? Me miró como si fuese más idiota de lo que soy o como si hubiese nacido ayer. Inmediatamente se puso a encadenar excusas.

Estos ejemplos, los del libro y los de la persona conocida, solo reflejan una realidad. Las personas podemos aceptar la injusticia o incluso la indignidad para poder sobrevivir. Lo puedo entender, especialmente en situaciones complicadas como las que vivimos. Pero creo que antes de rasgarnos las vestiduras por lo mal que lo hacen los demás, quizás deberíamos mirarnos al espejo.

He hablado aquí muchas veces de lo importante que son los valores y los principios para una estrategia de Branding Personal. Pero también he insistido en que es una de las cosas más difíciles de mantener. Defender aquello en lo que crees es lo que te va distinguir del resto y lo que te va a dar credibilidad pero también te va a obligar a pagar un precio.

Hace falta mucho valor para defender tus valores. Por eso aunque hay muchos usuarios de Redes Sociales hay muy pocas Marcas Personales. Es muy dificil elevar una voz discrepante frente a las opinones mayoritarias de ese nuevo jefe sin rostro que impone su pensamiento único en dospuntocerolandia.  

Si no eres capaz de imponer tu criterio ante tu jefe (especialmente cuando hay vidas en juego) o de denunciar lo que es injusto, seguramente podrás seguir pagando la hipoteca durante más tiempo, pero olvídate de dejar una huella memorable o algo peor, de dormir con la conciencia tranquila.

Por cierto, entre otras cosas, el libro que cito dice algo que casi me hace aplaudir con las orejas:

La tarea del departamento de recursos humanos generalmente no consiste en ayudar a los empleados sino en ayudar a la dirección. El problema es que el personal de recursos humanos habla mucho a favor de los empleados y usted ingenuamente piensa: «Ellos me ayudarán»


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