La historia se repite… contigo

Cualquiera que haya asistido a la primera o segunda clase de una asignatura de marketing habrá escuchado la misma historia. Si, aquella en la que el profesor contaba que hasta la mitad del siglo pasado la demanda superaba la oferta. Todo lo que se producía se vendía. Hasta que, tras la Segunda Guerra Mundial todo se aceleró y empezó a haber más cosas para vender que gente que quisiera comprarlas. Si el profesor nació por aquellos años, es muy probable que cuente que todavía había alguna excepción, como aquella sobre lo complicado que era comprar un SEAT 600 en España en los años sesenta.

A partir de ahí, las empresas tuvieron que ponerse las pilas para poder competir y tratar de «colocar» su mercancía en lugar de dejar que otros ocupasen su lugar.

Las estrategias las conocemos, mejora de productividad, bombardeo publicitario, acercar el producto al consumidor, facilitar la compra, bajar precios, conceder créditos, generar confianza a través de las marcas… en fin, toda la parafernalia marketiniana. Así poco a poco algunas empresas fueron haciéndose grandes, otras desaparecieron y la mayoría simplemente sobrevivieron.

Pues bien, ahora cambia de siglo y sustituye producto por trabajo y empresas por profesionales. Lo que está ocurriendo hoy con el trabajo no es ni más ni menos que una repetición de lo que ocurrió con los productos hace menos de un siglo. Puede que la tecnología tuviese que ver en ambos casos o puede que sea la globalización o quien sabe, eso no es lo que importa ahora.

Lo realmente importante en este momento es saber si se pueden aplicar las mismas soluciones o, al menos, parecidas, al trabajo de las personas. Ojo, insisto en lo del trabajo de las personas porque lo peor que podría ocurrir es que retrocediésemos un siglo más y llegásemos a la Revolución Industrial y convirtiésemos a las personas en Recursos Humanos (uy, eso ya existe).

La cuestión es, ¿Podemos hacer algo parecido a lo que hicieron las empresas en los años cincuenta, sesenta y posteriores? ¿Podemos aplicar las fórmulas marketinianas al trabajo de los profesionales? Estoy convencido de que si. El concepto de Marca Personal es una de esas vías, pero hay muchas otras.

Podemos y debemos acercar nuestro «producto» a quienes lo necesitan. En realidad quienes tenemos la suerte de trabajar con nuestras ideas y con nuestra cabeza podemos colocar nuestra «mercancía» en los «lineales» de todo el mundo sin movernos de casa.

Podemos hacernos visibles o, mejor dicho, hacer visible nuestro trabajo gracias a La Red. No tenemos porqué seguir siendo el secreto mejor guardado.


Podemos mejorar la calidad de nuestro «producto» porque hoy tenemos más medios que nunca para hacerlo aprendiendo de forma casi gratuita sobre los temas más singulares.

Podemos dar a probar nuestra «oferta»

Podemos establecer alianzas

Podemos… hacer muchas cosas.

Solo hay que recordar la primera clase de alguna asignatura de marketing y adaptar las estrategias de las empresas que triunfaron hace algunas décadas y aplicarlas a la situación actual de los profesionales.  Admito que no todas serán válidas y algunas no podrán ser utilizadas por las personas, pero no estoy dispuesto a dejar que mi «mercancía» se pudra en un almacén ni a optar por la estrategia más suicida de todas, la de tirar el precio.

No estoy dispuesto a perder ni un segundo en protestar por los incompetentes que nos gobiernan desde hace décadas, sólo espero que me dejen en paz. Tampoco pienso apoyar a unos sindicatos que han vivido muy bien formando parte de todo este tinglado y a los que no les interesa que los profesionales seamos capaces de pensar de forma autónoma porque perderían su razón de existir (si no la perdieron ya hace años).

Se trata de empezar a pensar como empresas y a considerar nuestro trabajo como nuestro producto porque si no lo hacemos así, el producto acabaremos siendo nosotros. Y recuerda que las personas no somos marcas. La Marca Personal es la huella que dejamos, así que lo importante es que hagamos las cosas lo mejor posible para poder competir en un entorno en el que la oferta supera a la demanda.


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