Tuits, rescatuits y Branding Personal

El sábado por la mañana estuve trabajando, igual que el sábado anterior. En esta ocasión estuve en Alicante, mi tierra de adopción, impartiendo una clase para el Curso de Community Manager de la Universidad de Alicante. La vuelta por la tarde la hice en tren y en el trayecto me enteré del rescate a los bancos. La película que ponían era Thor (¿Cómo encargan una película de superhéroes a Kenneth Branagh?) así que pasé de superhéroes y me puse a seguir los comentarios en Twitter sobre la noticia.

Sesión Branding Personal en la Universidad de AlicanteA medida que avanzaba la tarde y se multiplicaban los comentarios sobre el rescate y la intervención del ministro me surgían algunas ideas sobre la influencia sobre la Marca Personal de lo que se tuitea en situaciones como la del sábado.

Ante todo tengo que decir algo obvio, innecesario y casi ridículo. Me refiero a que La Red en general y Twitter en particular son medios libres en los que cada uno puede decir lo que le plazca. Dicho esto también hay que tener claro que, como digo siempre en mis intervenciones, para una Marca Personal, todo lo que hacemos cuenta. Todas nuestras opiniones y acciones van aumentando, reduciendo o modificando la percepción que se tiene de nosotros, la reputación.

El sábado fue uno de esos días en los que un asunto importante parece que fomenta la incontinencia tuitera y casi nadie (incluido yo mismo) es capaz de mantener sus deditos alejados de un teclado para dar su opinión o como decían en otros tiempos, para «significarse». Lo que me interesa aquí no es el rescate o las cuestiones políticas sino el efecto de las opiniones en el posicionamiendo de quien las expresa. Estas son algunas de las ideas que me surgieron.

Relevancia

El contenido es el rey. Ese es uno de esos mantras que se han extendido por dospuntocerolandia. Siempre he considerado que para que alguien pueda posicionarse, atraer seguidores o ganarse el respeto profesional debe aportar algo valioso. Siempre he tratado de seguir ese principio a rajatabla y por eso tiendo a limitar mis intervenciones en La Red a aquello que puede aportar valor y evitar la conversación intrascendente o los agradecimientos públicos.

En las Redes Sociales trato de seguir a aquellos que ofrecen algo útil. Una buena estrategia de Branding Personal debe tratar de especializarse en un asunto, debe estar enfocada porque eso facilita el trabajo a tus seguidores. Evidentemente eso no siempre es posible y hay ocasiones en las que apetece soltarse un poco y decir algo intrascendente o superficial. Creo que, por ejemplo, un toque de humor, un chascarrillo, humaniza al que lo expresa si se dosifica adecuadamente.

El problema es que en dospuntocerolandia es muy facil desviarse y hablar de todo lo que a uno le apetece impulsivamente (o compulsivamente) animado por la corriente mayoritaria sobre un asunto en un momento determinado. Parece que hay dospuntocerolenses a los que les ocurre como a algunas estrellas del espectáculo o del deporte, consideran que como tienen muchos fans eso les convierte en opinadores válidos sobre cualquier asunto, desde el rescate hasta la gestión de una crisis nuclear en Japón.

Como decía antes, eso es algo que deberá decidir cada cual, pero para una estrategia de posicionamiento, opinar sobre todo lo divino y lo humano suele ser letal. El sábado fue uno de esos días en los que gente a la que yo consideraba muy enfocada se dedicó a desvariar. El problema es que cada día es más frecuente abandonar tu «tema» y considerarte capacitado para ofrecer tu «solución» a cualquier cosa.


Sintonía

Confieso que el sábado dejé de seguir a dos o tres personas en Twitter. La razón puede ser discutible, pero acabó mosqueándome el tono de sus tuits. Antes hablaba de relevancia, de utilidad de los contenidos. Puedo admitir que sigo sin problema a alguien que no aporte nada a mi profesión si comparte algunos valores conmigo. El problema es que el sábado (y en otras ocasiones en estos tiempos turbulentos) vi como muchas personas a las que aprecio y sigo sacaron su lado más visceral.

Durante meses lees cosas sensatas de una persona. Parece que habla con unos razonamientos impecables. Ves que predica el amor fraternal y se pasa el día evangelizándonos a los más primitivos con sobredosis de buenismo. Pero cuando sucede algo como lo del sábado parece que sale su verdadero yo y ese mundo de pájaros y flores, de Hello Twittys desaparece y se convierte en el Coronel Kilgore («Amo el olor del napalm por la mañana»).

Soluciones

Creo que a estas alturas todo el que me haya leído un par de posts se habrá dado cuenta de mi tendencia a la crítica. Pero una de las mejores lecciones que he aprendido es que si dices que algo está mal, inmediatamente después debes proponer una solución. Entiendo que 140 caracteres no dan para mucho, pero si crees que algo no está bien hecho, deberías, además de criticarlo, ofrecer alguna alternativa.

Cuando surge una situación en la que las opiniones de unos realimentan las de quienes opinan del mismo modo y ocultan las de quienes no piensan igual parece que lo de menos es ofrecer soluciones. Parece que lo importante es echar leña al fuego de Twitter y así sentirse parte de la manifestación. Es muy estimulante sentir que formas parte de un grupo y ver como te jalean (RTs, Favoritos,…) cuando repites el argumento de la mayoría (que sea correcto o no, es lo de menos).

No es mi intención hablar del rescate en sí mismo pero, por poner un ejemplo, una de las cosas que se criticaba era la opacidad en la negociación. Se decía que no se tenían todos los datos o que se habían dicho unas cosas y luego hecho otras. Eso es cierto. Lo que ocurre, y de esto sé un poco, es que cuando se negocia no puedes mostrar todas tus cartas, especialmente en un entorno en el que todo lo que se dice o se supone tiene influencia en los «mercados».

Si sigues a personas cuyo trabajo consiste en ayudar o en ofrecer soluciones y ves que a la hora de la verdad sólo saben poner a parir a quienes no piensan como ellos, los reubicas en otro lugar en tu mente.

Estas son sólo algunas ideas que fueron surgiendo en mi cabeza en mi viaje de vuelta del sábado. A veces miraba las pantallas, la del monitor y la del movil y me parecía estar viendo lo mismo, gente que cogía su martillo o martwittllo y se dedicaba a golpear a sus enemigos. Eso queda muy bien en una película de superhéroes (aunque sea de Kenneth Branagh), pero no tanto cuando lo lees en tu «Timeline».





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