En defensa de los gurús
Hace unos días, a través de un tuit de mi premiado amigo Celestino Martinez llegué a un post en el que se repetían por enésima vez los tópicos y las críticas sobre ese nuevo enemigo público numero uno al que se suele denominar genericamente GURÚ.
A veces pienso que esto de escribir un post antigurú es algo así como la redacción sobre «tus vacaciones» que te ponían al empezar un nuevo curso. Es algo muy agradecido, fácil y en el que puedes descargar todas tus paranoias.
Atacar a los gurús tiene una gran ventaja con respecto a otros profesionales que dospuntocerolandia ha decidido que son malvados por naturaleza como los controladores aéreos, los políticos (especialmente los liberales) o los comentaristas de juegos olímpicos. La ventaja es que nadie se considera gurú (o no lo reconocerá en público) así que no debes preocuparte porque nadie te rebata tus argumentos populistas. Pero vamos por partes.
Cuando me hablan de gurús siempre pienso en una de esas imágenes de un hindú barbudo que está en los huesos y sentado sobre un cojín (y parece que google piensa como yo). Un amigo suele decirme que en lugar de Gurú deberíamos utilizar el termino más castellanizado de Santón.
Pero ¿Qué es un gurú? Pues, en mi opinión, es un experto, alguien que realmente domina un tema y que ha alcanzado una gran notoriedad. Esa visibilidad la ha conseguido mostrando públicamente su trabajo o dejando que otros lo hagan. Es la combinación de conocimientos y experiencia y algo de marketing. Aquí no me refiero a quienes han construido una imagen muy vistosa y conocida pero sin «sustancia», esos son simplemente fraudes.
En primer lugar, no conozco a nadie que realmente aporte algo que se considere gurú (al menos publicamente). Esa es una etiqueta que deben poner otros. Cuando alguien se presenta de esa manera es un síntoma claro de que no lo es.
Por lo tanto, ¿es criticable que alguien sea realmente bueno en lo suyo y lo muestre? Yo diría que no. De hecho se supone que en dospuntocerolandia otro de los tópicos repetidísimos es que «El contenido es el rey». Por lo tanto, cuando alguien lleva años compartiendo, mostrando, exponiendo, regalando o divulgando lo que sabe es lógico que consiga un cierto grado de conocimiento y reconocimiento.
Mientras la mayoría de la gente se mantiene a la escucha, no genera contenidos o permanece en la sombra virtual, los etiquetados como gurús dedican tiempo y esfuerzo a aportar contenidos. No estoy diciendo que sean una especie de santos modernos que, como las madres, lo dan todo sin esperar nada a cambio. Precisamente buscan ese reconocimiento ofreciendo algo útil.
Entonces, ¿Cuál es el problema con los gurús? Pues en mi opinión son varios y creo que están relacionados con el caracter humano y más concretamente el ibérico.
Por un lado creo que nos han educado para no sobresalir. Eso lo he dicho aquí muchas veces en relación a la dificultad de desarrollar un concepto como el de la Marca Personal. En cuanto alguien saca la cabeza por sus propios méritos va a tener a una multitud dispuesta a ponerle a parir y a llamarle de todo por salirse del rebaño.
El realidad el antigurusismo es un síntoma más de ese sistema educativo que confunde la igualdad de oportunidades con considerarnos a todos iguales. Aquí lo importante es que el niño pase de curso aunque sea un inutil o un vago. Y el que se esfuerza debe ser ocultado o despreciado porque está poniendo al resto en evidencia.
El gurú pone de manifiesto que si te lo curras puedes llegar a convertirte en un referente en tu campo. Y eso parece que duele. En realidad lo que está diciendo es que algunos han dedicado tiempo, esfuerzo, trabajo, persistencia y quizás han tenido algo de suerte y han conseguido algo que tu consideras que podrías hacer igual o mejor… pero no lo has hecho.
Pero quizás lo que más duele a quienes escriben esos artículos antigurús tan populares es que un gurú no dedique su tiempo a confraternizar con todo el mundo en Redes Sociales. La crítica más frecuente es esa en la que dice que los gurús son unos personajes despreciables porque no siguen a tanta gente como les sigue a ellos.
Ahí es donde surge el psicoanalista que llevamos dentro y deducimos que porque a alguien le sigan decenas de miles de personas y este solo siga a unas decenas es un estúpido y un Hannibal Lecter en potencia. En realidad lo que nos duele es que el gurú no nos haga caso.
Y ahí es donde surge la contradicción. Precisamente el gurú es alguien que consigue ser tenido en cuenta porque aporta algo valioso («El contenido es el rey») y por lo tanto hay mucha gente dispuesta a seguirle (aunque sea un gilipollas). Pero lo que nunca entenderé es porqué debe suceder lo contrario (que el gurú siga a mucha gente). En La Red cada cual elige su papel, unos pocos aportan, unos muchos participan y una multitud silenciosa observa. Y no pasa nada. No he visto manifiestos en los que se critica a quienes se benefician del trabajo de los malvados guruses.
Sinceramente, yo no tengo interés en que un gurú me siga o me dé los buenos días en Twitter, lo que espero de él o de ella es que siga ofreciendo contenido valioso e interesante. Y no le juzgaré o le descalificaré porque no sea la persona más simpática del mundo.
Cuando la gente critica a los gurús porque no les «hacen caso» en lugar de agradecerles lo que aportan siempre me acuerdo de este grafiti que vi en Sevilla hace unos meses.
Como decía el otro día en Twitter, No te metas mucho con los gurús, si haces bien las cosas podrías convertirte en uno de ellos.
Actualización: Dos posts muy interesantes de David Martinez Pradales dando su opinión a favor y en contra.