Te van a oir VII: Lo que el blog me ha enseñado

En mis dos libros anteriores he intentado sentar las bases del concepto en el primero (Marca Personal) y explicar de un modo detallado y muy práctico como diseñar un proyecto de Branding Personal (Expertología). Pero en el próximo, que saldrá en enero, me he centrado en los elementos relacionados con la visibilidad, la notoriedad y el marketing personal online y offline.

He dicho aquí muchas veces que la Marca Personal es algo que forma parte de lo más profundo de cada uno y que transmitimos a los demás. El Branding Personal es el proceso de descubrimiento, desarrollo y comunicación de esa identidad que queremos trasladar, aunque ahora se confunda con demasiada frecuencia con pasarse el día en los Social Media.

Se pueden tener muchos «followers» y tener una Marca Personal muy debil y se puede ser un absoluto desconocido en dospuntocerolandia y dejar una huella muy profunda, relevante y memorable en quienes te rodean.

Por eso, en este libro, hago un repaso de todas las herramientas offline y online que podemos utilizar para comunicar nuestro valor, pero teniendo claro que antes hemos hecho un análisis, un diagnóstico y un plan para alcanzar un objetivo. Y como es lógico, dedico un espacio importante a la herramienta online por antonomasia para posicionarse profesionalmente, el blog.

Admito que el blog requiere un esfuerzo superior a otras herramientas. Admito que tecnicamente puede ser un pelín más complicado que una red social. Admito que no tiene unos efectos tan inmediatos como Twitter o Facebook. Pero, al final, como suele ocurrir con todo lo que requiere tiempo y esfuerzo, el resultado compensa con creces.

Un blog te permite relacionarte con gente que no te imaginabas. Pero a diferencia de Twitter o Facebook, aquí la relación suele ir más allá de un «me gusta» o «te sigo».

Un blog te ayuda a convertirte en un referente. Eso no significa que seas el mejor, ni el más listo, ni el único en tu campo, pero quizás eres la única persona de tu sector que tiene la santa paciencia y perseverancia de sentarse dos, tres o cuatro veces a la semana a escribir cosas valiosas (o al menos lo intentas).

Un blog te obliga a mejorar. Eso de tener que sentarse a escribir con frecuencia te empuja a conocer cosas nuevas, a estar pendiente de lo que ocurre, a ordenar tus ideas y ser un poco mejor cada día a la hora de comunicar lo que se te ocurre y aprendes.

Un blog te anima a ser humilde. Como seguramente habrás comprobado, es muy fácil sentirse importante y pensar que tienes la razón cuando unicamente tienes delante una pantalla. Pero el blog te baja los humos con mucha facilidad. Bueno, más bien son tus lectores quienes lo hacen. Cualquier cosa que escribas puede ser criticada y eso acojona, pero es la única forma de avanzar y mejorar.

Un blog te anima a ser valiente. Cuando empiezas a escribir te das cuenta que el objetivo no es ganar el Premio Nobel de literatura, simplemente se trata de expresar lo que piensas de la forma más clara posible. Poco a poco ves que, aunque tu nivel de redacción no sea mucho mejor que el que tenías en el colegio, no pasa nada porque lo importante es que te lances y veas lo que ocurre.

Un blog te ahorra el psicoanalista. Tras cincuenta, cien o mil posts habrás descubierto más cosas sobre tí mismo que después de horas y horas de autoanálisis y reflexión. Vas a ver negro sobre blanco cosas que no pensabas que tuvieses, vas a darte cuenta que es cierto que la gente tiene razón sobre algún aspecto de tu caracter que tu no terminabas de creerte. Leer lo que has escrito hace meses es la mejor forma de entender como eres porque te lo estás diciendo tú mismo/a.

Un blog te convierte en protagonista. Estamos acostumbrados a que nos digan lo que debemos hacer, lo que tenemos que pensar y desear. Pero aquí tienes la oportunidad de ser activo/a en lugar de reactivo. Eres tú quien se sube al escenario y se expresa como le apetece. Posiblemente un blog es el último reducto de libertad que nos va quedando. Quizás por eso da tanto miedo.

 Toma tu vida en tus propias manos y ¿qué es lo que pasa? Algo terrible: nadie a quien culpar. Erica Jong





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