Yo pertenezco a mi empresa

Esta semana en el curso que di en el Programa de Desarrollo para Directivos y Emprendedores de la Universidad de Alicante surgió un tema recurrente al hablar de la visibilidad de los profesionales. De nuevo, al plantear la necesidad de tener una identidad profesional propia y de aprovechar las posibilidades que tenemos de darnos a conocer, algunas personas consideraron que eso no estaba bien, que cuando perteneces (¡¡¡¿perteneces?!!!) a una empresa debes mantenerte fuera del mercado.

Digo que este es un tema que se repite con frecuencia porque siempre que hablo a un grupo de empleados, hay uno o varios que sienten que, al proponerles que no se aislen y que mantengan el contacto con otros profesionales de su sector, estoy atacando sus creencias más profundas. Desde su punto de vista, acudir a eventos empresariales, tener una cuenta en LinkedIn, escribir un blog o simplemente tener tarjetas propias es algo desleal, traicionero y casi un pecado mortal.

Me llama la atención lo bien que nos han programado para servir a las empresas casi de un modo irracional. He comprobado que no son «los que mandan» los que más pegas ponen al Branding Personal o al Marketing Profesional sino los propios «curritos». Da la sensación que en algunas compañías se mantiene ese comportamiento de las dictaduras en las que, o consideras que se lo debes todo al Gran Lider o prefieres no hacer nada raro para no generar sospechas.

Pues vamos a ver si entendemos una cosa:

TU NO PERTENECES A NADIE (y menos a una empresa)

Aunque las circunstancias (y los EREs) han hecho que se reduzca mucho esa cantinela cansina del compromiso, que la gente ya no tiene valores y que ya nadie trabaja como antes y bla, bla, bla, parece que sigue sonando en el fondo de muchas personas.

Yo creo en el compromiso, claro que sí, pero cuando existe por ambas partes. Puedo comprometerme con mi mujer, con mis amigos o con quién está dispuesto a poner de su parte y lo demuestra. Esas son las únicas situaciones en las que puedo acercarme a sentir que yo pertenezco a alguien. Pero hace mucho tiempo que en las organizaciones el compromiso parece que es algo que sólo depende de uno de los lados y sólo surge cuando tienes que hacer mucho más de lo pactado pero recibiendo lo mismo.


¿Significa esto que hay que ir en contra de las empresas o de las organizaciones? De ningún modo.

Lo que propongo es un cambio de mentalidad. Lo que planteo es que cambiemos la forma de entender las relaciones Profesional-Empresa. Creo que es enfermizo seguir manteniendo una visión paternalista de la empresa porque creo que no beneficia a ninguna de las dos partes. Ni un profesional debe aguantar situaciones abusos por parte de Papá-Empresa ni una organización debe mantener Hijos-Empleados-Abusones.

Creo que algunas tendencias introducidas por algunos «gurús» de Recursos Humanos en los que se ha tratado de meter a presión elementos emocionales (la felicidad en el trabajo, el contrato psicológico, la inteligencia emocional,…) han sido más dañinos que beneficiosos. Supongo que para un martillo todo son clavos y si los departamentos de R2H2 se han llenado de Psicólogos al final han hecho lo que saben hacer. Se han dedicado a llamarlo amor cuando quieren decir sexo. Empiezan considerándote un recurso (humano) y acabas creyendo que eres algo así como una silla o un ordenador.

Quizás esto que estoy diciendo puede parecer una aberración a muchos. Quizás hay quien está pensando que me he vuelto loco y que estoy tratando de eliminar las emociones de las empresas. Pues no, eso, además de imposible, es absurdo. Lo que estoy planteando es un cambio de roles. Ya no se trata de pensar en la empresa como en una familia sino como lo que es, como un proyecto común para conseguir un resultado.

Debemos empezar a pensar en relaciones entre iguales. Lo he dicho muchas veces y lo repetiré las que haga falta. No somos empleados, somos profesionales que vendemos nuestros servicios. Por lo tanto quiero que establezcamos un vínculo comercial, que nos convirtamos en socios, colaboradores o aliados. No quiero que me hagas chantaje emocional y me acuses de traidor simplemente porque tengo una identidad profesional fuera de la empresa. ¿O acaso vas a cuidar de mi cuando consideres que «lo nuestro ya no funciona»?

Si las cosas van bien, seguro que con el tiempo empezaremos a sentirnos emocionalmente más unidos, pero eso no debería distorsionar la relación profesional. Ambas partes serán leales pero eso no implica que una de ellas deba desaparecer de la sociedad como ocurría y ocurre con algunas mujeres cuando se casaban debido a los celos enfermizos del marido. Ni ellas ni tu perteneceís a nadie.

Quizás es el momento de sustituir tanta psicocháchara empresarial y empezar a pensar de un modo más racional. Puede que, como explicaba Gian-Lluis Ribechini en un post reciente hablando del origen ingenieril de concepto Marca Personal, sea el momento de establecer relaciones más racionales, lógicas y en las que nadie sienta que pertenece a nadie.





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