No es lo que tienes, es lo que haces

«Hay que ver, cuantas más cosas tienen los niños, menos se divierten. Cuando yo era pequeño jugábamos con una caja de cartón».

¿Has oído o dicho alguna vez algo parecido? Es muy probable que si. Solemos reprochar a los críos que no saben divertirse, que parece que necesitan juguetes, cuanto más caros mejor, para pasar el rato. Les regañamos cuando, en una comida familiar, se dedican a jugar con su Nintendo. Sin embargo, lo que hacen ellos no es más que la versión mini de lo que hacemos nosotros.

¿Has oído o escuchado alguna vez que «necesitas» un iPad? ¿Has pensado que las cosas te podrían ir mejor si te dieses de alta en una Red Social? ¿Te has pasado el rato trasteando con tu móvil en una comida familiar (después de regañar a los críos por usar la Nintendo)? ¿Crees que tendrías más «éxito» si tu aspecto fuese más atractivo? o ¿Crees que a otros les va mejor porque tienen más cacharros o son más activos en La Red? Es muy probable que si.

Al final, muchos se quejan de que tienen todos los cacharros y «están» en todas las Redes Sociales pero las cosas no les van mejor y piensan que la culpa es de las herramientas. Pero eso es como decir que hay que las almohadas son peligrosas porque en algunas películas las utilizan para asfixiar a una víctima. No entienden que lo que consigan será una consecuencia directa de lo que HAGAN no de lo que TENGAN.

El problema es que, tanto los críos como los mayores (que no somos más que niños grandes) solemos pensar que lo que nos puede hacer más felices o tener «éxito» son las cosas. Tenemos tendencia a creer lo que vemos en la tele. Eso se aplica desde un juguete que parece que hace maravillas (hasta que lo sacas de la caja y ves que no hace nada por sí solo) hasta una «tablet» que parece que va a cambiar tu vida y que no sabes como has podido vivir hasta ahora sin esas aplicaciones tan «imprescindibles».

Lo que olvidamos o no queremos recordar es que un juguete, un cacharro o una aplicación sólo son instrumentos, herramientas, mecanismos inertes que no hacen nada hasta que tu les insuflas vida y les das sentido. Quizás es una especie de complejo de inferioridad que nos hace pensar que siempre nos falta algo y que, por eso, no nos van bien las cosas.

Creo que a todos se nos cae la cara de vergüenza cuando vemos lo que son capaces de conseguir algunas personas con medios infinitamente menores de los que tenemos nosotros.

Mientras que se nos cae el mundo encima si el Powerpoint no funciona, algunos sólo necesitan su voz y su imaginación para trasladar una idea.

Mientras parece que necesitamos la última herramienta de diseño para el iPad, hay quien es capaz de crear maravillas con un lápiz y una servilleta.

Mientras a algunos les entran ataques de ansiedad por no poder ver antes que nadie el la última temporada de la enésima serie imprescindible otros siguen disfrutando con Casablanca en su viejo DVD.


Mientras algunos creen que necesitan toda la artillería dospuntocero para generar un mínimo impacto, hay quien es capaz de cambiar el mundo sin utilizar nada que necesite ser enchufado, conectado o actualizado.

Mientras algunos buscan excusas y echan la culpa a su falta de infraestructura para no hacer nada, otros se ponen en marcha y empiezan a hacer cosas porque saben que, de algún modo, cuando actúas, las cosas suceden. Es el clásico «Dios proveerá».

Mientras David Copperfield necesita una infraestructura inmensa para sus espectáculos, a nuestro Juan Tamariz le basta un juego de cartas y su creatividad para encandilarnos.

¿Por qué digo todo esto? Pues porque cuando tengo la oportunidad de conocer a mucha gente distinta de sitios diferentes veo que hay un porcentaje alto de personas que acaban echando la culpa de su inactividad a la falta de «cosas», de herramientas o de recursos. Siempre piensan que si otros han conseguido algo es porque tenían más medios que ellos. Esto puede valerles a ellos para tranquilizar su conciencia, pero es mentira.

Lo que realmente te permite dejar una huella, una Marca Personal profunda, no es el medio, no es lo que tienes, sino la forma en que lo utilizas. Evidentemente es más difícil saber lo que puedes contar en una presentación que hacer un Powerpoint espectacular pero sin contenido. Es más cómodo pasarte el día leyendo cosas de otros en tu flamante «tablet» que crear contenidos propios. Es mejor pasarte el día viendo (y retuiteando) conferencias TED que atreverte a subir a un escenario.

Cada día soy más partidario de algo así como una dieta mediterránea de herramientas. Creo que hay que volver a lo básico, al lápiz y papel, a la voz, a las historias, a las viejas películas y libros, a las agendas o a los paseos sin cacharros que nos digan las calorías que consumimos.

Creo que ahora tenemos muchos juguetes pero no sabemos qué hacer con ellos y echamos de menos salir a la calle a jugar al escondite. Uno de esos tópicos que circulan en Twitter y Facebook es que para aprender antes tenemos que desaprender. Pues bien, quizás una de las formas de hacerlo es volviendo atrás y acostumbrarnos a hacer cosas sin tener que ir por la vida cargados con varios kilos de cacharros, transformadores, cables y baterías.

Lo que te va a permitir dejar una Marca Personal no es el medio o la herramienta que utilices sino el valor que puedas aportar. Y para eso no necesitas nada que se tenga que enchufar.

Ayer ponía una foto que me gusta porque me recuerda que aunque tengamos claro donde está la salida, lo importante es que te decidas a dar el paso. La puerta sólo es un medio, una herramienta. Lo importante es lo que hagas tu.

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