¿Qué te puedo comprar?
Hay momentos en la trayectoria de un profesional en la que parece que las cosas suceden como si estuviesen programadas y da la sensación de que la vida está tratando de decirte algo. Vale, ya sé que esas son ideas que construye tu mente para dar sentido a los hechos, pero a lo mejor le hace ilusión a quienes creen en unicornios, en elfos, en la ley de la atracción y esas cosas.
El caso es que en pocos días he mantenido conversaciones sobre el mismo tema con dos personas a las que admiro, Fabián Gonzalez, autor de Tu Marca Profesional y Florencio Martinez, experto en negocios en internet. Cuando tienes la oportunidad de encontrarte con gente como ellos, lo mejor es callar (y a mi me cuesta mucho), escuchar y aprender.
He hablado aquí muchas veces de lo importante que es pensar como una empresa, tener mentalidad de emprendedor aunque tengas una nómina, diseñar tu Estrategia Personal igual que haría una organización. Eso significa que debemos pensar que gestionar nuestra profesión es como dirigir una compañía con todos sus departamentos.
En mi caso, durante estos años me he preocupado de diseñar protocolos para lo que sería equivalente a los departamentos implicados en el branding y el marketing. Aunque no debemos olvidar que una marca es el resultado de todo lo que hace una empresa y una Marca Personal es la consecuencia de todo lo que hacemos. Sin embargo, un profesional debe ir más allá.
La gestión económica (tus ingresos y gastos), las compras (adquirir lo que necesitas para desarrollarte), la innovación (cómo vas a mejorar cada año), la calidad (la forma de hacer las cosas cada día mejor), la gestión comercial (cómo vas a vender tu trabajo),… tener en cuenta todo eso es fundamental para un profesional del mismo modo que para una empresa.
Sin embargo, hay un «departamento» fundamental al que los profesionales no solemos dar la importancia necesaria. Me refiero al departamento de gestión de producto.
Con la llegada de la revolución dospuntocero parece que nos hemos saltado muchos pasos imprescindibles. Normalmente pasamos al «departamento» de marketing en Internet sin tener en cuenta ni lo que queremos ni lo que ofrecemos. De los objetivos ya he dicho muchas veces que solemos desconocerlos, pero del producto, de lo que ofrecemos, también solemos olvidarnos.
Pero la cuestión es ¿De qué te sirve ser muy conocido y estar muy bien posicionado si no tienes nada que vender? Si me interesa mucho lo que haces ¿Qué te puedo comprar? Si te contrato, pago o compenso de algún modo ¿Qué me vas a dar?
Básicamente, para diseñar una oferta profesional hay que tener en cuenta varios elementos.
Nombre, título, puesto
Esta es la parte más fácil. Cuando pregunto a los asistentes a mis cursos sobre su «producto» normalmente me responden con lo que han estudiado, el puesto que ocupan o su situación laboral. Pero eso no es un producto, simplemente es una forma de etiquetarse. Es como si al preguntar qué es una CocaCola te respondiesen diciendo que es una bebida.
Actividades
Al ir un poco más allá y pedir que me describan en qué consiste su trabajo, normalmente me lo desglosan en una serie de tareas. La mayoría de la gente me da la respuesta del Sr. Lobo de Pulp Fiction, «soluciono problemas». Pero eso que haces es una simple enumeración de acciones pero no es lo que me pone cachondo. Eso no te hace destacar ni te distingue de tu competencia.
Beneficios
Algunos, muy pocos, son capaces de darse cuenta que lo que realmente es atractivo es lo que voy a obtener si confío en ellos. Cuando compras cualquier cosa, desde una barra de pan hasta el trabajo de un profesional, se supone que vas a obtener un resultado material o emocional. Puede ser dinero, tiempo o bienestar. Pero siempre que estamos dispuestos a «invertir» algo es porque esperamos resultados. Y aquí es donde mucha gente falla.
¿Cuál es el beneficio de tenerte en una empresa, contratarte como «freelance» o asistir a una de tus conferencias? ¿Qué voy a obtener a cambio de mi dinero, mi tiempo o mi confianza al darte mis datos personales?
Formato
Por último, y aquí es donde Fabián y Florencio me han hecho reflexionar mucho sobre algo de lo que he hablado aquí en alguna ocasión pero no me había aplicado el cuento. Me refiero a la posibilidad de tener distintos formatos para «comercializar» tu trabajo.
Normalmente, un trabajador de oficina lo que hace es vender horas. Lleva su cuerpo a un cubículo y se supone que hace algo valioso. El problema es que eso depende de poder mover átomos a un lugar y lo que hace es caduco y temporal.
Sin embargo, la clave está en encontrar formas de empaquetar, envasar o paquetizar tu trabajo. Quizás puedes pensar que eso no es aplicable a un jefe de compras, un supervisor de linea de producción o un director financiero. Pero no es cierto. Cualquiera puede convertir su trabajo en algo replicable e independiente de la persona que lo ha desarrollado. Creo que el futuro de los profesionales va por encontrar nuevos «formatos» que nos hagan menos dependientes de las circunstancias, del tiempo o de la geografía.
En eso estamos y pronto haré algunos cambios aquí para hablar de todo eso