Hoy no me puedo levantar

PersonalidadTengo que confesarte una cosa. En mi libro Te van a oír dedico una parte importante a mi medio digital favorito, el blog, y entre otras cosas recomiendo que planifiques con tiempo los post y que no los escribas el mismo día en que los vas a publicar. Es una recomendación lógica y te evita muchos problemas y errores.

Sin embargo, aunque los días previos a la publicación del post, suelo ir «cocinando» en mi cabeza lo que voy a contar, normalmente los escribo el mismo día en que los publico. Me salto mi regla. Por eso casi todos mis post son madrugadores y están colgados alrededor de las 7:00 u 8:00 de la mañana de los martes y los viernes.

El problema surge cuando en semanas como esta en la que he estado centrado en otros temas, no he tenido demasiado tiempo para pensar lo que voy a decir. Y cuando en alguna situación de la vida no tienes claro lo que vas a hacer,  tratas de encontrar alguna excusa para retrasarlo… salvo que «tengas» que hacerlo. Puede fallar la motivación pero afortunadamente nunca falla la disciplina.

Cuento todo esto porque en los últimos años parece que todo se reduce a la actitud (positiva), a la motivación y a derribar creencias limitantes. Parece que la educación que hemos recibido los que tenemos más de cuatro décadas a nuestras espaldas nos ha convertido en gilipollas por enseñarnos a cumplir ciertas reglas y a ser disciplinados. Hoy todo consiste en «querer» hacer algo y está muy mal visto eso de «tener que o deber» hacerlo. No hay libro de autoayuda que no te diga que no hagas las cosas porque «tienes» que hacerlas o tendrás un trauma terrible.

Pues bien, creo que las cosas importantes y las personas que dejan huella no lo han conseguido principalmente porque estén siempre supermotivados o tengan una actitud que les sale por las orejas. Si lo han hecho es porque tenían que hacerlo, «a pesar» de sus creencias limitantes, de su actitud y de su falta de motivación. A la hora de dejar tu Marca Personal pienso que la disciplina, la rutina, los hábitos y las buenas costumbres son infinitamente más importantes que esperar que el ángel bueno se ponga en tu hombro y te anime a hacer algo.

Evidentemente es mucho más fácil pegar cuatro gritos en un evento de un conferenciante motivacional, leer media docena de frases de Coelho o ver un vídeo del sobrevaloradísimo Ken Robinson atacando la educación tradicional que ponerse las pilas y madrugar para escribir un puñetero post, leer un libro sesudo sobre tu especialidad o asistir a una conferencia de alguien que realmente te va a enseñar algo útil… aunque aburra a las ovejas.

¿Por qué han surgido conferenciantes motivacionales de debajo de las piedras y cada día cuesta más encontrar alguien que te cuente algo realmente útil? Pues por lo mismo que se multiplican los vídeos «emotivos» en Facebook o existe el Sálvame Deluxe, porque no queremos pensar, porque preferimos que nos manipulen las emociones en lugar de convencernos con argumentos y porque eso del esfuerzo suena a algo de otros tiempos.


Alguien dijo que le gustaría saber cuantos de esos que van a conferencias en las que te dicen que eso de ser millonario es una cuestión de creencias sobre el dinero se han hecho ricos unos meses después. Seguramente le habrá ido mejor a ese otro que en lugar de creer en unicornios dedicó sus recursos a hacer algo tan «casposo» como conocer a las personas adecuadas, estudiar algo útil, aplicar y mejorar lo aprendido.

Lo admito, soy un carca. Pero quiero dar las gracias aquí y ahora a todos mis profesores porque me enseñaron a hacer las cosas porque había que hacerlas. Los que me enseñaron que primero las haces y luego te sientes bien en lugar de al revés. Los que me obligaron a repetir cuatro veces el mapa del clima mediterráneo hasta que me quedó perfecto. Los que no me dijeron que tenía que estar motivado para ponerme en marcha pero me demostraron que si hacía lo correcto, me sentiría mejor y entonces haría más cosas.

Para los Ken Robinson del mundo, eso de aprender de memoria algo que se te va a olvidar, de cumplir un horario o de hacer lo que hay que hacer, es una aberración. Por lo visto, lo importante es la creatividad, ser tú mismo, dejarse llevar, tener el apoyo incondicional de quienes te rodean para hacer lo que te apetezca porque «tu puedes conseguir lo que quieras (Versión TED del Porque tu lo vales)» y eso lo justifica con un par de docenas de casos ¿excepcionales?. Pero ¿Qué ocurre con esa inmensa mayoría que se queda en el camino? Quizás esos no hacen saltar lagrimitas a una audiencia entregada.

Ojo, yo no discuto que la motivación no sea importante, lo que digo es que no es una causa sino una consecuencia. Yo no digo que todos tengamos alguna capacidad especial {detesto ese rollo etéreo del talento (Ta`lento: No’ta rápido. Les luthiers)}, de hecho es lo que digo aquí constantemente.

Lo que creo es que precisamente lo que tenemos que hacer es un inventario de aquello que se nos da mejor y mejorarlo además de aprender nuevas cosas y desarrollar hábitos y habilidades que nos hagan más valiosos. Y eso se consigue con disciplina, rutina y trabajo y si no tienes motivación o tu actitud no es la adecuada lo siento mucho pero lo haces igualmente.

Hoy no me podía levantar, y eso que a mi no me da pereza eso de saltar de la cama temprano, pero lo he hecho. He cumplido con mi deber, he hecho lo que TENÍA que hacer en lugar de lo que QUERÍA hacer y ¿Sabes qué? Pues que ahora me siento mucho más motivado y mi actitud es mucho más positiva. Son las 6:57.

NOTA: Mi amiga Maria Luisa Moreno ha dedicado muchas, muchas horas, motivada o no, a crear algo genial y que creo que puede ser muy útil a quienes quieren conseguir sus objetivos. Échale un vistazo. Merece la pena.





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