No existe «la clave» del éxito
Siempre me ha gustado saber como funcionan las cosas y conocer las causas que producen los efectos. Quizás por eso soy químico. Quizás por eso, desde pequeño me encanta desmontar cosas. Quizás por eso siempre trato de deducir una fórmula en vez de aprendérmela de memoria. Quizás por eso me quedo hipnotizado viendo documentales como Catástrofes Aéreas, Megaconstrucciones o Las Conexiones de la ingeniería.
Este verano estuve leyendo una biografía de Richard Feynman en la que además de describir su peculiar vida como científico, explicaba la complejidad del mundo cuántico. Al terminar de leerlo, entendí una vez más que incluso las cosas más simples como las partículas subatómicas pueden ser endiabladamente complejas e impredecibles. Así que de ahí para adelante, ya ni te cuento.
¿Por qué te digo todo esto? Pues porque ya es hora de que entendamos que la inmensa mayoría de las cosas en este mundo son el resultado de múltiples elementos combinados de n-formas distintas y afectados por las circunstancias únicas de cada entorno.
Un accidente aéreo puede producirse, o no, si se modifica una sola de las variables que lo causan. Del mismo modo, cada historia de éxito personal es única y muy probablemente irrepetible incluso por la misma persona que la ha vivido. Por eso no me creo eso de las fórmulas de éxito. Dos paellas hechas por la misma persona y los mismos ingredientes pueden ser insuperables o mediocres. Así que cuando hablamos de personas y de recetas para triunfar, ni te cuento.
Por eso creo que no existe «la clave» del éxito sino una combinación de factores que cada cual debe manejar según sus particularidades. Podríamos decir que no hay un Botón Rojo, sino un Panel de Instrumentos. Por eso decía en mi post anterior que mi trabajo desde hace algunos meses consiste en trabajar ese conjunto de elementos. Por eso hablo de estrategia y no de tácticas, claves o secretos infalibles.
Esto puede parecer muy complejo pero en realidad no lo es. Claro que mucha gente preferiría seguir una receta, pero eso nos convertiría en robots y yo creo en la capacidad de decisión de cada cual.
No hay que asustarse, creo que en ese panel de instrumentos personal hay algo más de una docena de bloques que hay que tener en cuenta (propósito, personalidad, propiedades, producto, prestigio, posicionamiento, promoción, persuasión, provisiones, producción,…) que son de sentido común y de los que iré hablando en los próximos meses.
Por ejemplo, una de las cosas que veo con mucha frecuencia en dospuntocerolandia es la cuasiobligación de estar en dospuntocerolandia… como es lógico. Sin embargo, cuando me dirijo a profesionales que no están relacionados con lo que se denomina «del conocimiento», es como si se quedasen fuera de juego y no por falta de capacidad sino por falta de necesidad. Y esto es aplicable, por ejemplo, a muchos pequeños empresarios o propietarios de negocios locales.
Si te obsesionas, por ejemplo, con la visibilidad «online» dejas fuera a la inmensa mayoría de profesionales en los niveles más bajos de la organización… y a muchos otros. En estos casos la palanca de comunicación del Panel de Instrumentos debería moverse hacia opciones más locales como tomarte un café con otros profesionales en lugar de obsesionarte con conseguir «likes» en Instagram de seguidores en Mar del Plata.
Dame opciones, no obligaciones. Quiero libertad, no dogmas.
Por lo tanto cuando alguien pregunta ¿Cuál es la clave del éxito? Pues la respuesta es Ninguna. Lo que existe es una estrategia que debe diseñar cada cual moviendo las teclas adecuadas igual que haría un productor musical con una mesa de mezclas para que salga sea el sonido que deseas.
Una estrategia también da respuesta a ese tópico que tanto se ha difundido sobre la bondad del error. Me refiero a esa tendencia a poner en un pedestal eso de equivocarse y fallar. Vale, entiendo que si intentas algo, puedes meter la pata, pero tampoco hay que idealizarlo ni tratar de cagarla porque está bien visto. En España está especialmente valorado eso de santificar a los perdedores… y cortar la cabeza a quienes la sacan.
Uno de mis primeros jefes decía que lo importante es que el balance final sea positivo. Es decir que la suma de resultados favorables en tu vida y tu profesión debía estar por encima de los negativos. Un proyecto de vida te permite mejorar en lugar de empezar de cero cada vez. Así que lo bueno de los errores es que te permiten analizar qué parte, módulo o elemento de tu estrategia debes modificar del mismo modo que hacen los expertos en seguridad aérea cada vez hay un accidente. Pero eso no convierte a los accidentes en algo deseable.
Lo importante es que diseñes tu propio programa personal o profesional creando tus propias combinaciones. Si eres tímido pero tienes algo valioso que ofrecer y además tienes un conocimiento profundo de, finanzas por ejemplo, puedes crear algo distinto a otra persona más extrovertida con una oferta más normalita pero con un toque de «glamour». ¿Sabes cuantos millones de combinaciones pueden lograrse combinando una docena de variables? Por eso se dice que cada uno de nosotros es único. Por eso es suicida crear clones con todas las caras del mismo color como en un Cubo de Rubik recién comprado.
Quizás a mucha gente, todo esto le parezca demasiado complicado y prefiera un decálogo, una receta, una lista de acciones inmutables (o infalibles como dicen otros) o simplemente adherirse a la última moda, tendencia o TT que circula por la red. Para mí y espero que para muchos otros, lo realmente estimulante es diseñar tu propia ruta y ajustar las palancas a medida que avanzas.
Termino con un tuit que vi el otro día y que puede transmitir lo que te está pasando por la cabeza. Quizás al leer este post, tu veas la segunda foto, pero en realidad es más parecido a la primera.
Cuando se te estropea el ordenador y pides asistencia telefónica…
Lo que ellos ven//lo que tú ves pic.twitter.com/ZjNokd7ySa— ⭐️ (@_Estrella_da) September 1, 2016