Un emprendedor es un ilusionista

Supongo que cada uno tiene su propia técnica pero yo, cuando empiezo a escribir un post como este, tengo una idea en mente al teclear las primeras palabras pero casi siempre se acaba descontrolando y sale algo completamente distinto.

Digo esto porque quiero transmitir algunas sensaciones muy personales sobre el proceso de emprender, de poner un proyecto en marcha y de crear algo nuevo. Lo que ocurre es que en estos casos en los que hay que describir emociones y sentimientos puede ser difícil expresar con precisión lo que deseas decir.

La razón por la que escribo esto es la de compartir la inmensa soledad que sentimos quienes decidimos montárnoslo por nuestra cuenta. No lo digo con tristeza ni con decepción. Simplemente es un hecho objetivo que hay que asumir y creo que se puede vivir con ello igual que con otros factores relacionados con poner en marcha un proyecto propio.

Creo que se habla mucho de los factores técnicos o financieros pero se habla poco de esos factores más personales, íntimos o emocionales relacionados con crear tu propio proyecto profesional.

Emprender, ser autónomo, «freelance», profesional independiente, agente libre o como quieras llamar a alguien que no depende de una nómina es algo así como aquello del ojo mágico que se puso de moda hace algunos años.

Se trata de que mientras tu puedes ver con mucha claridad lo que hay detrás, la mayoría de la gente es incapaz de contemplar lo mismo. Y de sentirse tan emocionado como tu, ni hablamos. Da igual como se lo expliques, o lo ven o no lo ven. Y pocas veces lo ven. Esa sensación te hace sentir muy solo.

¡Que difícil es hacer ver a los demás lo que tu ves tan claro! (Bueno, más o menos claro)

Pero el emprendedor no vive sólo de tener una visión por muy potente que esta sea. También debe materializarla, crear algo más o menos tangible que le permita sobrevivir y progresar.

Las ideas geniales no pagan facturas. Lo realmente importante es lo que haces con ellas, con las ideas, no con las facturas. Y ahí es donde estás realmente solo. Especialmente si lo que vas a poner en marcha es algo nuevo. Porque no hay nadie que pueda entender tu «locura». La gente que te quiere te animará, te apoyará, incluso te compadecerá, pero si no ven lo mismo que tu, entonces estás más solo que la una. Y más pronto que tarde te dirán que lo dejes, que tienes mucho mérito pero que es mejor que no sigas o te harás daño.


Muchas veces se dice que los que vamos por libre somos cazadores mientras que los que buscan un empleo fijo (¡FIJO! Yo me descojono) son recolectores. Yo mismo he utilizado esa metáfora pero creo que no es demasiado descriptiva en muchas ocasiones. Un cazador va a buscar algo que existe. Un emprendedor está buscando algo que sólo existe en su cabeza. Creo que es más apropiado hablar de artistas frente a mecánicos. En todo caso podríamos decir que un emprendedor es un cazador si, pero de unicornios.

Pero todavía hay algo más jodido en todo esto. Me refiero a que en muchos casos, por no decir siempre, ni siquiera tu, emprendedor, tienes todo claro. Sabes perfectamente que lo que estás tratando de trasladar de tu cabeza al mundo real puede funcionar o no. O algo peor, es posible que ni siquiera se pueda materializar.

Y ahí es donde el profesional libre debe convertirse en mago, en ilusionista.

Incluso sabiendo que lo que estás mostrando sólo es un truco, debes convencer a tu público de que eso que estás haciendo es REAL. No se trata de engañar. No va de mentir o de hacer daño sino de todo lo contrario. Precisamente debes transmitir a la gente que te quiere que lo que estás haciendo tiene sentido y que sabes lo que haces. Aunque tu, por dentro, estés entre la duda suave y mandarlo todo a la mierda. Y eso genera una sensación de soledad infinita que sólo pueden entender quienes están en la misma situación que tú.

Ellos piensan que vas a cortar en pedazos a la chica en el escenario, pero tu sabes que no, que todo está planeado,… o no.

Se habla mucho de SER, HACER y PARECER. Pues bien, luchar por tu propio sueño es quizás una de esas escasas ocasiones en las que PARECER es una parte importante de la ecuación. No me refiero a que trates de mostrar un éxito ficticio o transmitir que eres la pera limonera sino algo más sencillo y por tu propia salud mental o, más importante aún, por la tranquilidad de los tuyos. Debe parecer que controlas, que sabes lo que haces, aunque por dentro estés hecho un lío y muerto de miedo.

El único responsable de tu locura eres tú mismo. Así que, no es correcto traspasar parte de esas decisiones a otros. Si alguien debe pasar las noches en vela, calentarse la cabeza hasta que te duela o esperar con ansiedad a que un cliente te pague de una puta vez eres tú mismo. Los demás no deberían ni enterarse. Bastante tienen con aguantarte.

Como decía al principio, ya estoy terminando el post y, al final, ha salido como le ha dado la gana. Pero creo que la idea está clara. Si quieres buscarte la vida sin una nómina, debes estar preparado para gestionar la soledad más infinita. Pero cuando las cosas salen bien, ¡Madre mía, Madre mía! Esa sensación si que no la puedes transmitir a los demás y sólo la pueden entender quienes han pasado por lo mismo.

De todos modos te diré una última cosa. Esta sensación de vivir en una auténtica aventura que te hace sentir vivo a cada momento no la cambiaría por nada del mundo. Jodido pero contento, muy contento.





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