Transiciones. No estás parado, has roto con tu pareja laboral

Hace muchos años, cuando empezaba con todo esto de la Marca Personal, solía comparar los empleos con los matrimonios.

Hasta los años 80, las relaciones empleado/empresa no eran muy distintas de lo que implicaba casarse. Encontrabas una persona (o empresa) con la que podrías desarrollar un proyecto de vida (o profesional) y se supone que estarías con ella hasta que uno de los dos desapareciese. Incluso estaba mal visto que te «separases» si tenías un empleo.

Durante todos esos años habría momentos buenos y otros no tanto, incluso maltrato o infidelidades. Pero se hacía la vista gorda y se aguantaba. Esto es aplicable tanto a la empresa como a la relación de pareja.

Luego empezó a ser más habitual lo de separarse o divorciarse. Y en el mundo empresarial de los 80 y posteriores, las empresas empezaron a actuar de forma parecida. Recuerdo aquellas reestructuraciones brutales de aquellos años que, con nombres como Reingeniería Empresarial y similares, actuaban de forma parecida a una separación o divorcio, pero quien se iba de casa/empresa eras tú.

En un alarde de enorme hipocresía, en el mundo empresarial decían que era terrible la falta de compromiso de los nuevos profesionales y que se había roto ese chantaje emocional que denominaban Contrato Psicológico. ¡Pero si fueron ellos quienes empezaron a romper los vínculos!

Lo curioso es que, muchos años después, sigue impregnada esa idea de que uno/a pertenece ¡PERTENECE! a una empresa. Sólo les falta decir aquello de «mi empresa me pega lo normal».

Hay más personas/empresas por el mundo

La Estrategia Personal para Transiciones incluye muchos de los elementos del Modelo.

¿Romper con tu pareja/empresa es duro? Lo es. Y puede costar mucho recuperarse, pero hay vida más allá de esa relación. Quizás lo que hay que empezar a pensar es en que puedes ser feliz sin casarte por todo lo alto y en una catedral.

Perder un empleo no es más que perder un cliente, terminar con una relación que posiblemente no sabe apreciar lo que vales. Y te diré una cosa, tú también tienes la posibilidad de enamorarte profesionalmente y rehacer tu vida laboral si tu «matrimonio» ya no funciona.

No te digo que la promiscuidad profesional sea lo más adecuado, ni mucho menos. Es más, eso puede deteriorar mucho tu Marca Personal si no lo justificas. Pero tampoco tienes que quedarte en casa/empresa con «la pata quebrada» porque aquellos que te pagan una nómina te impiden «salir por ahí» a conocer gente.

Y también diré que hay empresas estupendas, creo que la mayoría. Al menos no yo tengo queja de ninguna por las que he pasado. Pero si la cosa se pone mal, es mejor tener una ruptura limpia y amistosa que traumática y que acabe haciendo daño a más gente.


Compromiso si, pero por ambas partes

Como te decía, durante bastante tiempo, y todavía hoy, es muy fácil escuchar aquello de que los empleados ya no se comprometen. Lo que parece que olvidan es que un compromiso es una obligación por ambas partes. Así que, si una de ellas se acostumbra a romperla, libera a la otra de seguir haciéndolo.

Cuando una pareja se compromete, lo hacen ambos, pero cuando se habla de compromiso en el entorno laboral, parece que sólo afecta a la parte más débil.

Creo que es mucho más sano y lógico profesionalmente establecer unas reglas concretas y objetivas, en lugar de enmerdarlo todo con triquiñuelas emocionales como eso del contrato psicológico o el vínculo sentimental. No digo que no puedas llegar a tener una relación muy fuerte con tus colegas o tus jefes, incluso con una empresa, aunque eso de enamorarte de una Razón Social es un poco enfermizo. Lo que no me parece lógico es utilizarlo como arma arrojadiza.

No eres mi amigo, eres mi cliente

Cuando una empresa te paga una nómina no eres más (ni menos) que un proveedor de servicios y si estás con ellos es porque, igual que en un matrimonio, hay algo que os aportáis mutuamente. Si alguna de las partes empieza a incumplir lo acordado, debería ser posible disolver esa relación sin dramas ni traumas.

Para bien o para mal, términos como contrato fijo o indefinido ya significan tan poco como casarse por La Iglesia. Si la cosa se fastidia, pues se fastidia y punto. Tu no eres DE ni trabajas PARA, trabajas CON, del mismo modo que una persona no pertenece a otra.

Ojo, tú tienes la obligación de mantener esa relación sana y enriquecedora para ambos. No te casas/empleas y ya está. Si empiezas a engordar, no cumples con tu parte en tu matrimonio o engañas a tu pareja, lo llevas crudo. Pues con el trabajo igual.

No tienes por qué casarte

Lo interesante, y yo diría también, lo recomendable en el ámbito profesional es que no «te cases con nadie». En este momento puedes ser monógamo laboral (no pretendo que todo el mundo se convierta en un/a Profesional Libre), pero también puedes aportar tu valor a gente distinta o encontrar fórmulas alternativas que te aporten lo que buscas. Hay vida más allá del empleo. Ah, y Tinder/Infojobs/CV puede servirte para salir del paso, pero creo que hay formas mejores de encontrar lo que buscas.

La cuestión es que eres una persona/profesional útil, valiosa y que, independientemente de la edad, el sexo, la formación o cualquier otra variable, puedes encontrar a alguien que aprecie lo que ofreces. Perder un cliente/pareja sólo es eso, una situación triste, dolorosa, pero superable. Puedes encontrar el amor/trabajo de tu vida a los 18, 37, 54 o 67.

Una ruptura profesional no es una situación definitiva sino una etapa de transición. Sal ahí fuera a mostrar y demostrar lo que eres capaz de hacer. «Éntrale» a cualquiera que pueda valorar lo que ofreces. El NO ya lo tienes, pero ¿y si encuentras a tu media naranja profesional?


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