Estándares. Crea tu algoritmo personal

Recuerdo la ilusión del día en el que mis padres me compraron el ZX Spectrum allá por los primeros años 80. Ya he dicho aquí alguna vez que, para muchos, Sir Clive Sinclair ha sido mucho más importante que Steve Jobs y sus iCosas.

Me sigue maravillando como algo con tan poca potencia podía hacer tantas cosas. Pero lo más interesante es que, si querías sacarle partido a aquellos cacharros, debías aprender a programar en un BASIC.

Algo de lo que no te das cuenta en su momento, pero que entiendes tiempo después es que al programar estás creando algo de forma sistematizada y siguiendo unas reglas para conseguir un resultado.

Recuerdo como al crear algún programa muy sencillo, te pasabas horas viendo que no funcionaba porque faltaba alguna coma o habías escrito mal algún comando. Pero cuando lo conseguías te llenabas de orgullo y satisfacción.

Aprender a programar tu vida

Ahora que se habla de algoritmos, que se definen como «conjunto de instrucciones sistemáticas y previamente definidas que se utilizan para realizar una determinada tarea», podíamos plantearnos si nuestra vida y nuestro trabajo podrían ser más sencilla y productiva si fuésemos capaces de «crear un programa».

Quizás pienses que eso nos convertiría en algo así como robots, pero es justo lo contrario. No se trata de establecer una serie de reglas inamovibles, sino de descubrir lo que hacemos de forma rutinaria y plasmarlo para poder mejorar.

Si te fijas, seguro que en tu vida ya actúas como si te hubiesen programado. Desde que te levantas hasta que te acuestas, es muy probable que, en días normales, seas bastante predecible porque repites las mismas rutinas.

Como profesional, estoy seguro que podrías crear un manual de procedimientos de tal manera que, si se lo pasases a otra persona, fuese capaz de sustituirte.

La cuestión es, ¿Qué interés tiene que plasmemos nuestros propios algoritmos personales?

Un proceso se puede mejorar

No se puede pulir o perfeccionar algo que no existe. Pero si eres capaz de convertir una actividad rutinaria en una serie de pasos, es muy probable que puedas mejorarla, simplificarla o hacerla más eficiente.


Creo que tener una forma sistematizada de hacer algo, es un buen modo de dejar huella. Nuestra Marca Personal es el efecto que producimos en los demás, así que, si somos capaces de «destilar» lo que hace que actuemos como lo hacemos para generar un impacto, podremos replicarlo.

Además, tener claro lo que hacemos y de qué modo lo hacemos, deja sin efecto la famosa frase, «es que yo soy así» porque ya no se trata de ser alguien estático sino una persona/profesional que mejora su forma de actuar constantemente.

Si te fijas, hay montones de libros y manuales que tienen en el título «el Método de…«, o «El Sistema para…» y muchos de ellos con bastante éxito. Quienes los han escrito, «simplemente» han plasmado de forma explícita algo que ya existe, pero que nadie había concretado.

Un algoritmo te hace libre

Podrás pensar que al sistematizar algo, te vuelves más rígido, pierdes grados de libertad. Pero es todo lo contrario. Al convertir algo rutinario en un método, te evitas pensar en cosas que no aportan valor y te puedes centrar en lo importante.

Además, tu eres el «programador», así que tienes la libertad de usar o no tu propio conjunto de reglas o, algo mejor, siempre puedes añadir o eliminar «líneas de código», instrucciones o tareas porque tu eres el creador.

Cada vez que tengas que enfrentarte a una situación que se repita con frecuencia, simplemente tendrás que tirar de tu manual de instrucciones y seguir lo que, en su momento consideraste que era la mejor forma de hacerlo.

Por lo tanto, no te asustes por la Inteligencia Artificial que no es más que un conjunto de algoritmos, y preocúpate de crear los tuyos propios y conseguir que tu Inteligencia Natural, le de cien mil vueltas.

Monetiza tu algoritmo

Si consigues crear un método o serie de rutinas que produzcan un efecto positivo, puedes convertirlo en un «producto» por el que otros estén dispuestos a pagar.

Podrías crear un curso presencial o virtual, un manual, incluso una franquicia que alguien considere que tiene un valor por el que merece la pena pagar.

Como te digo, no se trata de convertirte en un autómata sino en extraer y plasmar actividades rutinarias de tal modo que tengas una base sobre la que mejorar y que te sirva para trasladárselo a otros… a cambio de una remuneración justa.


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