Botox corporativo y Management Asimoviano

Antes de nada quiero pedir disculpas porque el tiempo, que es uno de mis recursos más escasos, está en números rojos. Es posible que sea buena señal pero me está impidiendo hacer cosas más agradables como contestar a los comentarios que me haceis o dar las gracias a las referencias de amigos como Telémaco, Edu, Nice o Tochismochis.

Voy a tener que replantearme mis prioridades y posiblemente disminuya la frecuencia de publicación, pero de eso ya hablaré otro día.

Dicho esto, quiero seguir con mis críticas al mundo ficticio del management que no para de inventar la rueda.

Ahora estamos con la historia de la Responsabilidad Social Corporativa. ¿Bonito? Seguro, ¿Utilidad? Ninguna, salvo para los ingenuos y los que lo promueven.

En mi opinión no es más que algo así como el Botox o la Liposucción corporativa. Un maquillaje que te hace aparentar lo que no eres. En el fondo, es un sello más que trata de tapar (con dinero) las verguenzas de quienes tienen mucho que ocultar. ¿Es necesario certificar que eres una empresa «decente»?


Creo que Asimov dió con la solución hace mucho tiempo. Creo que sería más facil aplicar sus tres leyes de la robótica con alguna modificación y dejarse de homologaciones y auditorías que lo único que hacen es seguir engordando las arcas de algunas empresas.

Las tres leyes de la Responsabilidad Social Corporativa Asimoviana podrían ser:

1. Una empresa no puede causar daño a un ser humano ni, por omisión, permitir que un ser humano sufra daños.
2. Una empresa debe obedecer las órdenes dadas por los gestores, salvo cuando tales órdenes entren en conflicto con la Primera Ley.
3. Una empresa ha de proteger su existencia, siempre que dicha protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

¿Por qué hay que hacerlo todo tan complicado?


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