Imágenes veraniegas: Peces, migajas y conformismo

En uno de esos paseos que van anunciando el final del verano vi a algunas familias en el puerto de El Campello (Alicante) tirando migas de pan a los peces.

Me acerqué y me encontré con la escena que os adjunto. Decenas de pececillos luchando por unas migajas de pan. Eran como espermatozoides en un documental.

Me pareció curioso que los peces fuesen tan dóciles. Pero al mismo tiempo me pareció un poco aberrante. ¿Peces domesticados?

Como no podía ser de otra forma lo asocié con mi trabajo y extraje las siguientes reflexiones.


Docilidad: ¿No se ha creado un mercado de profesionales domesticado y sin una visión más amplia? Al ver a estos pececillos pensé que actualmente hemos perdido la capacidad de rebelión. Nos dejan las migajas y nos tiramos como locos a por ellas.

Dependencia: Supongo que con el tiempo, esos peces se acostumbrarán a vivir de lo que les echen los turistas o los pescadores. Hasta que dejen de hacerlo. Habrán perdido la capacidad de «buscarse la vida» de otra manera. Siempre dependerán de otros, de las decisiones de los demás. Al menos estos peces tienen una ventaja, su memoria es muy corta y no tendrán que recordar lo penoso de su vida.

Falta de perspectiva: Apiñados, saturados, demasiados. Eso es lo que ocurre con una visión corta de las cosas. Te dejas llevar y te conviertes en uno más. No te das cuenta de que un poco más allá hay todo un océano esperándote. Evidentemente tendrás que luchar más, posiblemente tu vida corra más riesgos y el entorno será más hostil o impredecible. Pero solo dependerás de ti y no de las migajas que te lancen unos «seres superiores».

Vulnerabilidad: Junto a los «caritativos» turistas, se encontraban algunos pescadores aficionados con pequeñas redes. No se si su objetivo eran estos peces u otros, pero en cualquier caso su posición era muy arriesgada. Con solo estirar el brazo podían sacar del agua a decenas de estos pescaditos. Si fuesemos capaces de saber lo que pensaban estos peces, posiblemente nos daríamos cuenta de que solo pensaban en llegar al mendrugo antes que los demás y no se daban cuenta de que en cualquier momento podían verse afectados por una «reestructuración».

Así que de allí salí con fuerzas renovadas para seguir luchando por cambiar las cosas. Por intentar convencer a otros de que no se conformen con las migajas. Por explicar a quien quiera escucharme que ahí fuera hay un océano enorme sin explorar y que una visión corta de la vida puede ser una trampa mortal.





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