Desprogramación, eficacia y licuadoras

Una de las etapas del proceso que no había contemplado hasta que tuve los primeros clientes de Personal Branding es la que denomino Desprogramación.

Es algo muy sencillo. El propósito de una Marca Personal es aumentar al máximo las probabilidades de que te elijan. Para un trabajo, para un ascenso, para encontrar novia (¡ojo!, esa no es mi especialidad) o cualquier situación en la que tengas que ganarte la confianza de otros. Se trata de conseguir que piensen en ti como en alguien a tener en cuenta.

Por lo tanto, una de las primeras etapas es descubrir aquello que puedes ofrecer. Encontrar la respuesta a la pregunta ¿Y que puedes ofrecerme por lo que merezca la pena pagarte? Es lo que yo denomino, definir el producto. Si no tienes nada que pueda ser útil a otros, olvídate de todo lo demás.

Y aquí surge el problema.

Cuando llegamos a este punto del proceso, se produce la confusión. Nos han enseñado a pensar que somos lo que hemos estudiado, lo que dice un diploma o el certificado de un seminario.

Por lo tanto, me encuentro con que la respuesta a «¿Qué puedes ofrecer que me anime a pagarte por ello?», es un listado enorme de certificados académicos y similares.

ABSURDO pero habitual.
El PASADO frente al FUTURO.
La HISTORIA frente a la VISIÓN y los VALORES.

Vamos a ver, cuando vais a comprar una tele, un ipod o una licuadora, ¿Esperais que os cuenten como lo han fabricado, que circuitería lleva o de que está hecho? o ¿Quereis que os cuenten lo bien que vais a ver el mundial, lo estupendísimamente que vais a oir a Camela o el tipazo que se os va a poner con esos zumos?

Pues de eso va la desprogramación. Lo que compran los clientes no son los títulos que teneis (el COMO) sino lo que podeis hacer por ellos (el QUE). Pero claro eso solo ocurre cuando te sales del «sistema«. Tal y como están montados los procesos de selección, oposiciones y otras trampas, es muy complicado.

Es curioso, pero desde que voy de Agente Libre me he dado cuenta de varias cosas:

  1. Hay gente dispuesta a pagar por aquello que merece la pena y en lo que confíe, sin tener en cuenta los «papeles».
  2. Los organismos menos eficientes son aquellos que exigen más certificados, documentos compulsados y las notas más altas. Léase Administración del Estado.
  3. Tendemos a aferrarnos a aquello que es aparentemente sólido (un diploma) antes que a aquello que dominamos y nos apasiona pero que no podemos justificar con un documento.
  4. Desconocemos lo que nos hace valiosos.
  5. Pensamos que para que alguien pague por un servicio, debe estar homologado, catalogado y probado. Y así nos va.

¿Piensas seguir aireando tu título del MIT o de la Academia de Peluquería o vas a ofrecer algo realmente valioso?

¡Ah! Las buenas noticias son que hasta ahora no me he encontrado a nadie que no tenga nada valioso, valiosísimo que ofrecer. Pero estaba tan tapado por las fotocopias compulsadas que nos ha costado un poco desenterrarlo. Pero bueno, esa es mi respuesta a la pregunta:

¿Qué puedes ofrecer que me anime a pagarte por ello?





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