Clonación de la ciudadanía

Durante toda mi vida he oido a quienes criticaban a La Iglesia porque había inculcado sus propios valores. Porque había tratado de influir en la mente de las personas. Muchos de los que opinaban así, contaban sus propias historias personales no exentas de rencor.

La idea que se extraía es que habían sido castigados por tratar de ser ellos mismos. Por defender su identidad. Por desarrollar su propia Marca Personal. Lo habitual es que quienes defienden esa postura hayan llegado a alcanzar cierta popularidad divulgando precisamente esas historias.

Creo que todos tratamos de influir y trasladar nuestros propios valores. Yo mismo estoy haciéndolo en este blog de forma consciente o inconsciente. El problema surge cuando se trata de hacer de forma institucional.

No me fío de quienes tratan de defender una única visión de la vida. No me gustan quienes tratan de convencernos de que los derechos colectivos están por encima de los individuales (¡Hereje, Insolidario!). Quienes han defendido esa postura han acabado muy mal.

Creo que tu libertad termina donde empieza la de los demás. Punto.

Hay toda una corriente en la actualidad que dice que se han perdido los valores. ¡MENTIRA! Lo que ha ocurrido es que se han trastocado y eso no gusta a la mentalidad oficial. Sea gubernamental o empresarial. Los valores no se crean ni se destruyen, se transforman. No se trata de relativizar los valores pero he conocido a muchos que han defendido una postura y luego han actuado de forma contraria. ¿Verdad que todos los políticos llevan a sus hijos a colegios públicos?


Hay quien quiere convertirnos en clones, en fotocopias de un pensamiento único. Y quieren hacerlo cuando el cerebro está inmaduro. Los clones son más manejables. Están programados para actuar en función de lo que se ha introducido. Pero todos los programadores saben una cosa, MEMS (Mierda Entra, Mierda Sale).

Durante décadas, sucesivos gobiernos han ido destruyendo la calidad de la educación. Políticos incompetentes y sus asesores ideologizados han aplicado unos criterios personales, discutibles y casi siempre equivocados. Ya casi nadie es capaz de pensar ni de razonar de forma crítica.

Una vez formateado el disco blando, solo hay que reprogramarlo. ¿Es aceptable un Windows moral, un monoproducto ético? ¿Tendremos que asistir a clases para actualizar el sistema? ¿Suspenderán a aquellos que quieran utilizar «software personal libre» (¿humanware?)?

¿Quién va a decidir como debe comportarse una persona? ¿Un intelectual? (¡Qué miedo!). ¿Un comité? (¡Más miedo aún!)
¿Cuales son los valores, creencias y visiones de la vida de los «sabios valoradores»?

No seré yo quien diga cuales son los valores que hay que introducir. Y espero que nadie lo haga. He defendido aquí que las prioridades, la escala de valores son fundamentales para la construcción de una Marca Personal. Están en el núcleo del Sistema Operativo de la persona. No quiero que nadie me programe ni me convierta en una Marca Blanca ni a mi ni a los míos.

¿Acabaremos denunciando a nuestros propios padres por no ajustarse a los valores «oficiales»?





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