Marca Profesional
Ayer reflexionaba en Twitter sobre lo bien visto que está que las empresas anuncien sus productos. Hagan propaganda de lo que ofrecen. Incluso se organicen concursos de publicidad en los que se dan premios a los que mejor «enamoran» a sus clientes. Sin embargo, parece un pecado mortal el que un profesional, alguien que vive de su trabajo, de visibilidad a lo que hace.
Es aceptable que un grupo de accionistas anónimos de la City o de Madison Avenue, invierta su dinero en publicidad para «influir» en la mente de millones de consumidores. Pero si una persona utiliza los medios que ahora tiene a su alcance, es poco menos que un indeseable.
En los anuncios de la TV, hace mucho que dejaron de darse pruebas de los resultados u ofrecer información objetiva. Desde la paella de Fairy en Villaarriba y Villaabajo, no hemos vuelto a ver una prueba «real» de lo que hace el producto. Y nadie acusa a los anunciantes de autobombo.
Sin embargo, si un profesional pone en marcha un blog, aunque no anuncie nada, aunque solo hable de su especialidad, pronto es acusado de egocéntrico, propagandista de si mismo y autobombero. Si ese autor consigue cierta notoriedad, aunque solo sea por el interés de lo que ofrece, se le empieza a aplicar la peor acusación de La Red: «Fulanito va de Gurusito».
Un profesional vende servicios (no se vende a sí mismo), tanto si está dentro de una organización como si trabaja por cuenta propia. Por lo tanto, no solo es legítimo sino también necesario el que se conozca lo que hace de la mejor manera posible.. Si es bueno en lo suyo (esto es fundamental), tiene no solo el derecho, sino también la obligación de darlo a conocer. Lo contrario si que es egoismo.
Cuando la capacidad de un profesional es conocida, reconocida y valorada, su Marca Personal va incrementando su valor. Y ese profesional consigue sobre todo una cosa: Grados de libertad. Cuando no tiene que conformarse con un «empleo», sino que puede elegir entre varias alternativas para ganarse la vida, puede ser más como desea ser y no como desean otros. Si eso es egoismo, pues yo soy el mayor egoista.
Pero esto no es diferente a la forma de actuar de las organizaciones. Lo curioso o novedoso es que son las personas las que han aprendido a hacer Branding Personal artesanal antes que las propias empresas hayan entendido como funciona el Branding Corporativo en dospuntocerolandia.
Y esto parece saltarse las leyes naturales… y del capitalismo. ¿Qué es eso de que un donnadie pueda negociar en igualdad de condiciones con una gran corporación? ¡De eso nada! Si alguien quiere encontrar un trabajo de mierda, debe seguir haciéndolo «como Dios manda», con su CV, la herramienta perfecta para los dinosaurios del viejo régimen. Un documento en el que nada es lo que parece y, a diferencia de dospuntocerolandia, en el que no se puede demostrar nada.
Quizás mi error fue el de denominar a mi trabajo, Branding Personal en lugar de Branding Profesional o algo similar. Parece que una persona debe mantenerse oculta. Cuando, en realidad, gran parte de nuestra vida nos la pasamos tratando de conseguir la atención y el aprecio de alguien (padres, amigos, pareja, empleadores, jefes, compañeros, lectores, …).
Quizás hubiese sido mejor, solo un poco mejor, hablar de Marca Profesional. Porque como todos sabemos, los profesionales no son personas. ¿O sí? Personas con familia, con preocupaciones, con hipotecas, con gastos imprevistos. Y como cualquier empresa, debe «facturar» para poder seguir adelante. ¿Hay que «capar» la capacidad de generar notoriedad a los profesionales solo porque algunos se sientan ofendidos? No lo creo.
Creo que en el «nuevo curso» voy a ser más claro que hasta ahora. Si cabe.
Esto va de devolver el poder a las personas, de potenciar el papel protagonista de los individuos, de conseguir que dejen de ningunearnos los políticos, empresas e instituciones. Si hay quién que cree que esto es autobombo o que es algo pecaminoso, ya sabe donde tiene la puerta.
Pero también advierto una cosa. Si eres uno de los que solo quiere estar en todas las salsas sin ofrecer nada que merezca la pena o que tenga una relevancia para alguien, mejor olvídate. Porque así solo conseguirás perjudicar a quienes tratan de ofrecer algo valioso, pero también, tarde o temprano, a tí mismo.