Ni YouTuber, ni influencer, ni conferenciante, ni bloguero

Hace unos días, Mónica Pérez de las Heras publicaba en LinkedIn una imagen en la que decía que los chavales quieren ser «YouTuber», los jóvenes «influencer» y los adultos «conferenciante» y preguntaba ¿Estás de acuerdo con la frase? ¿Cómo la ves? ¿Te incomoda?

Mucha gente ha opinado y ha dicho que hay mucha tontería por ahí, que ya nadie quiere trabajar y cosas parecidas.

A mi, lo que me ha parecido es que seguimos utilizando el nombre de los canales para describir oficios y beneficios. Y eso es un pésimo camino para posicionar nuestra Marca Personal.

Decir que eres YouTuber, influencer, conferenciante, bloguero o instagramer no es muy distinto de decir que eres oficinista simplemente porque vas todos los días a un cubículo a hacer «algo». Creo que podría aplicarse incluso a otros profesionales que se presentan como Coach, Consultor, «Knowmad», Asesor Empresarial o Personal o incluso como Gurú . La pregunta inmediata a todo eso es:  «Pero ¿De qué?»

Imagen que publicó Mónica Pérez de las Heras en LinkedIn y que generó el debate

Desde mi punto de vista, lo importante no es el canal que utilizas para realizar tu trabajo sino los resultados que produce ese trabajo. Es el clásico, no me vendas las características, véndeme los resultados.

Yo tengo un blog, y un canal de YouTube (que espero revitalizar pronto), doy conferencias, incluso escribo libros y artículos. Pero jamás me he presentado como bloguero, autor, youtuber, conferenciante y, desde luego, si a alguien se le ocurre sugerirme que soy influencer, perderá mi amistad de inmediato.

Uno deja huella por lo que hace, o más bien por el efecto que produce, no por el escenario en el que lo realiza. Y desde luego, algunas etiquetas como Gurú, Influencer o Adorable o Inteligente, las deben poner los demás, nunca uno mismo. Incluso en ese caso, no debes creértelas nunca.

Podría decirse que un «Influencer» es alguien que realmente deja huella o genera un impacto porque INFLUYE en las decisiones de otras personas. El problema es que se ha adulterado la idea y se ha asociado el número de «seguidores» (otro concepto prostituido) con la capacidad de producir un cambio. En cualquier caso, incluso aceptando que alguien pudiese etiquetarse como «Influencer» la pregunta sería la misma, ¿De qué?


¿Por qué ocurre todo esto? Pues creo que la respuesta es muy sencilla, porque nos es más fácil ponernos una etiqueta de algo existente que describir el valor que aportamos. Si queremos que nos tengan en cuenta, lo más sencillo y rápido es presentarte como algo existente.

El problema es que al describirte como algo conocido o, algo peor «de moda», en lugar de asociarlo al valor que generas (tiempo, dinero, bienestar), vas a vincular tu prestigio a esa etiqueta asumiendo todo lo que ella implica. Y si esta cae en desgracia, te va a arrastrar con ella. Y por suerte o por desgracia, los nombres vinculados con una nueva tendencia, o algo peor, con una herramienta, suelen tener una fecha de caducidad muy corta.

Tengo muchos amigos «coaches» que son excelentes en su profesión pero hace tiempo que dejaron de utilizar ese término porque dicen que cada día tiene más connotaciones negativas. Y es una lástima porque el coaching es una excelente herramienta en buenas manos. Lo curioso es que precisamente son los que menos derecho tienen a utilizar algunas etiquetas, los que se agarran a ellas con más fuerza. Y esto está ocurriendo también con la Marca Personal.

Cuando pregunto en mis cursos a mis alumnos a qué se dedican, algunos me dicen que son estudiantes o que están en el paro. Unos cuantos me dicen lo que han estudiado o el puesto que han ocupado, el oficio. Pero la mayoría no dice nada. Y creo que en contadas ocasiones alguien me ha dicho cual es el resultado positivo de lo que hace, el beneficio.

Creo que sólo hay algo peor que utilizar esas etiquetas para describirte. Me refiero a esa tendencia estúpida de utilizar nombres «originales» y superenrollados para describir un cargo en una empresa, normalmente en empresas dospuntocero. Gran Maestro de Ceremonias de la Felicidad para dar una vuelta de tuerca a Recursos Humanos o Director de Primeras Impresiones refiriéndose a la persona de recepción. Afortunadamente, con la crisis parece que se bajó un poco la tontería.

Yo insisto e insisto en que lo mejor es asociar tu nombre a un beneficio.

Cuando hace más de una década empecé con todo esto, cometí el enorme error de utilizar un nombre «creativo» (por eso mi primer dominio fue MarcaPropia.net) para mi trabajo. Y aún sigo pagando las consecuencias. Así que, mi recomendación es que, desde ya, encuentres el modo de que, cuando piensen en ti, lo asocien a unas soluciones o mejoras concretas y no a un canal o a un nombre chulo en una tarjeta de visita o en un perfil en una Red Social.

Así que, si sigues presentándote en función del medio o del canal que utilizas o de la última etiqueta de moda, te dirán, y con razón, aquella frase de nuestros padres: Hijo, si sigues por ese camino no vas tener ni oficio, ni beneficio.





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