No necesitamos más héroes
Hace ya muuchos, muchos años, la buena de Agustina Turner nos cantaba aquello de We don’t need another hero en la banda sonora de Mad Max. Y cada día me acuerdo de ella cuando navego un poco por dospuntocerolandia o leo algunos libros o blogs.
Digo que me acuerdo porque da la sensación de que o eres el próximo Elon Musk o Amancio Ortega o eres un mindundi. Que ganas una cantidad de seis cifras o eres un fracasado. Que tienes millones de seguidores o eres un Don/Doña Nadie.
En primer lugar habría que preguntarse si existe una relación directa entre lo que esas personas han conseguido y lo que realmente quieren. Porque para mí, el éxito no consiste en alcanzar objetivos, grandes o pequeños sino que estos sean los que tu estabas persiguiendo. Si resulta que ganas un pastón obsceno o una popularidad infinita haciendo algo que detestas, eso ni es éxito ni es nada.
Pero la siguiente pregunta que me hago es si utilizar como ejemplo ciertos casos de «éxito» es más desmotivador que movilizador.
Recuerdo un libro de Networking publicado hace ya unos cuantos años en los que cada capítulo terminaba contando un caso de una persona conocida por la autora. Cada uno de esos casos era algo así como la historia de gente que ya había nacido con un pan debajo del brazo. Triunfadores en Silicon Valley, altos cargos en organizaciones mundiales, millonarios… Lo cierto es que al terminar el libro se te habían quitado las ganas de relacionarte con otras personas porque ni habías nacido en una «buena familia» ni tenías los recursos para poner en marcha nada de lo que esta gente había hecho.
¿De qué me sirven las historias de éxito de empresas norteamericanas como Zappos, Amazon o Google o de sus dueños? Yo lo que quiero saber es lo que ha hecho un tipo con un pequeño restaurante, una tienda de juguetes de barrio o un estudiante con ganas de comerse el mundo para posicionarse como personas o negocios a tener en cuenta.
Nos quejamos de que en La Red proliferan los prepotentes, egocéntricos, influencers y vendedores de humo pero, ¡Joder! si es que parece que lo estamos pidiendo a gritos.
Las historias de pequeños o grandes fracasos «no venden». Aquí queremos ver a algún personajillo poniendo posturitas en Sudafrica para vender unas gafas o unas camisetas. Por eso amo a Celeste Barber, porque nos enseña lo ridículo de muchos comportamientos en Internet… y fuera de Internet.
¿Y esos que te dicen que puedes ganar miles o decenas de miles de euros en un ratillo poniéndose ellos mismos como ejemplo? Esos que desde su cuarto en casa de sus padres (a pesar de tener unas cuantas décadas a sus espaldas) te dicen que te vas a forrar con su sistema. Supongo que siempre habrá gente más o menos desesperada que les compre su mercancía pero me parece muy peligroso seguir trasladando esa idea.
Quiero conocer casos de éxito, si, pero de personas que, en primer lugar hayan alcanzado los objetivos que deseaban y no otros por importantes o vistosos que puedan parecer. En segundo lugar me gusta descubrir a quienes han conseguido pequeños o grandes logros con recursos al alcance de cualquiera. Para mí esos son los héroes y las heroínas de esta historia.
No te cortes un pelo en hablar de tus logros y cagadas en un blog o en cualquier otro sitio. Pero ojo, esto no va de ti, no lo conviertas en un ejercicio de egocentrismo. Esto va de tu historia, de tus andanzas, de tus ideas brillantes en situaciones desesperadas. Y también de las barreras, problemas y vicisitudes que te encontraste por el camino. La vida no es Mad Max, pero a veces se le parece.
Cada decisión que tomaste tuvo unas consecuencias y eso implica un aprendizaje, aunque aquello que pretendías no salió como querías. Y eso tiene un efecto muy potente cuando hablamos de Marca Personal, me refiero a la sintonía. Será mucho más sencillo establecer una conexión con aquellos que han vivido algo parecido a lo que te ha sucedido a ti que con un tipo de Ohio que ha creado una App millonaria para intercambiar cromos de béisbol.
Y no, no me lo adornes. No me quites las partes menos bonitas de tus historias porque eso es lo que las hace únicas y, sobre todo, creíbles. Queremos trabajar con aquellos que nos caen bien y eso es mucho más fácil si al escuchar a esas personas te descubres asintiendo con la cabeza y pensando «eso también me ha pasado a mi».
Para mi, una persona que es capaz de sacar adelante una familia aprovechando los escasos recursos que tiene a su alcance para sobrevivir y progresar, es digna de admiración y respeto. Y me gusta conocer esas historias. Esos son los héroes cotidianos. Y todos podemos ser héroes. Los héroes que necesitamos.