El síndrome «cupcake»

A finales del siglo pasado yo trabajaba como Jefe de Producto en una de las principales cadenas de supermercados en España cuando la empresa decidió expandirse en Grecia.

Abrir un país, lo que ocurría cada par de años, significaba buscar proveedores locales, diseñar un surtido adecuado, formar a los Jefes de Producto del sitio y muchas más cosas necesarias para que pudiesen funcionar de manera autónoma.

A veces metíamos la pata, como aquella ocasión en la que alguien tuvo la feliz idea de poner en folleto una promoción de salchichas de cerdo y alguna bebida alcohólica de alta graduación para la expansión en Turquía. Tampoco podíamos poner textos en griego y turco en el mismo producto porque se llevan fatal. Así que teníamos que crear etiquetados diferentes. Pero esa es otra historia.

Aquel día, antes de currar, en que me dejaron visitar la Acrópolis cuando todavía estaba cerrada.

Pero hubo un fenómeno que nos llamó mucho la atención, durante meses, al arrancar en Grecia. Me refiero a la espectacular acogida que tuvo un producto con nuestra marca, las magdalenas rellenas.

Cuando digo que tuvo éxito, no me refiero a que vendiésemos un poco más que la media, que va. Es que no dábamos a basto a enviar contenedores y contenedores. El proveedor estaba hasta arriba.

Me he acordado de esto porque la semana pasada mi hija, que tiene quince años, me dijo, «papá, ¿te acuerdas de la moda de los ‘cupcakes’?». Que una cría con una vida tan corta te hable de algo como si hubiese ocurrido hace siglos, es curioso. Pero es representativo de lo que ocurre en nuestros tiempos.

Debió de ser hacia el 2012 o 2013 cuando se puso de moda aquello de las magdalenas con disfraz. Había concursos en la tele, se abrieron locales, se publicaron recetas en todas las revistas… Vamos, una locura.

También recuerdo que, cuando se ofrecían aquellas pequeñas obras de arte culinarias en algún evento, solían acabar un poco mordisqueadas por algún valiente que no tuviese miedo a morir de una sobredosis de azúcar y/o colorante artificial, pero la mayoría, ni eso. Aunque, eso sí, seguramente eran los objetos más fotografiados del acto.

Hoy, las humildes magdalenas, rellenas o no, se siguen vendiendo y consumiendo pero, ¿quién se acuerda de los «cupcakes» o, al menos, de su hermano «yankee» pobre, los «muffins»?

Creo que todo eso es una buena metáfora de lo que está ocurriendo en el mundo en general y en el virtual en particular y que explicó muy bien mi amigo Oscar Carrión hace unos años.

El clásico ejemplo

Los influencers, los YouTubers volátiles, las estrellas tuiteras tienen una vida media muy corta. Además, se caracterizan por tener que hacer algo cada día más llamativo, polémico o ridículo para mantenerse en el candelero, para poder mantener esa micro popularidad que por otra parte suele ser bastante engañosa.


Mientras tanto, aquellos que se dedican metafóricamente a su humilde magdalena profesional, que cada día lo hacen mejor, que hacen pequeñas modificaciones y que cuidan a quienes se relacionan con ellos, se mantienen y progresan.

Puede que un día te apetezca probar algo nuevo, pero al final, acabamos volviendo a lo que conocemos y nos gusta. Aquello que nos genera confianza porque una y otra vez nos permite repetir la ¿aburrida rutina? de sentir que estamos en casa.

Una Marca Personal (o comercial) sólida, memorable y fiable es aquella de la que sabes lo que puedes esperar.

Un ejemplo de Marca Personal que muchos utilizaban en aquellos años del cupcake era el de Lady Gaga, que era la versión humana de esas magdalenas con filtros de Instagram. Hoy, la cantante sigue haciendo cosas, pero ya no la tenemos hasta en la sopa con sus extravagancias constantes.

A veces, los más jóvenes o los que llevan unos pocos meses o años en esto de lo dospuntocero se empeñan y me recomiendan que haga cosas «llamativas» para diferenciarme. Pero no entienden que la mejor forma de diferenciarte no es hacer cosas extravagantes sino ser cada día mejor en lo tuyo… y demostrarlo.

De vez en cuando vas a un parque de atracciones a hacer cosas distintas, pero si eso lo hicieses cada día, además de poco saludable, acabaría aburriéndote igual que todo lo demás.

Ya sé que es mucho menos estimulante lo de ser discreto, lo de trabajar en la sombra y lo de no destacar por algo que no tenga que ver con «lo tuyo», pero uno que ya tiene una edad y acaba hablando como aquellos que tenían esa edad cuando era joven, se da cuenta de que tenían toda la puta razón.

Así que, si quieres ser conocido, reconocido y valorado por ALGO, céntrate en ese ALGO. Haz pequeñas o grandes modificaciones, pero siempre pensando en mejorarlo y no en convertirlo en una parodia de sí mismo. Muéstralo, demuéstralo y no busques efectos sorpresa ni lo disfraces de lo que no es. Porque conseguir llamar la atención es muy sencillo, pero mantenerla es mucho más jodido.

Parafraseando a Lee, «Sé magdalena, my friend«.

NOTA:

Esta semana, en Street Personal Branding hablamos con Pedro Mari Sanchez un actor (y muchas cosas más) que demuestra que, si eres bueno en lo tuyo, puedes mantenerte y progresar.


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