¿Experto? ¿Yo? Calla, calla
Es curioso este país en el que todo el mundo parece ser experto de todo pero se niega a etiquetarse como experto de nada.
Cada vez que en mis cursos o en mis conversaciones sobre Estrategia Personal con alguien surge el tema ¿peliagudo? sobre aquello en lo que te consideras experto, alguien salta poniendo alguna pega al término EXPERTO.
«Oh, no yo no soy un experto», «Por favor, ¿como voy a presentarme como experto en nada?»
Porque en España todos somos muy humildes, modestos, carentes del más mínimo ápice de vanidad, ¿verdad? Eso sí, en cuanto podemos nos sale aquello de «es que aquí son todos gilipollas»
o «Déjame a mi que tu no sabes» o «aquí no cabe un imbécil más». Excepto uno mismo y el/la colega con quien conversas.
Pues bien, si queremos asociar nuestro nombre con una solución, beneficio o satisfacción de una necesidad, tendremos que presentarnos como profesionales especializados, con experiencia o conocimientos sobre algo ¿o no?
Porque eso es, ni más ni menos lo que es un experto según el diccionario de la RAE.
Del lat. expertus ‘experimentado’.
1. adj. Dicho de una persona: Práctica o experimentada en algo. Es una conductora experta.
2. adj. Dicho de una persona: Especializada o con grandes conocimientos en una materia.
Un experto no es el megagurú del mundo mundial, ni es el puto master del Universo, ni una especie de semidios que nos concede la gracia de juntarse con el resto de los mortales.
Un experto simplemente es una persona que tiene un nivel superior a las personas de su entorno en el dominio de una materia adquirido mediante la experiencia, el aprendizaje y/o la práctica.
Porque se supone que si esperas que te contraten y, si hay suerte, que te paguen por algo es porque alguien percibe que eres bueno en ese «algo». Así que, ¿qué problema hay en facilitarles el trabajo diciéndoles qué temas dominas (por aprendizaje, experimentación) y que te pongan a prueba?
Luego habrá diferentes grados de expertos. Si por afición u obligación has conseguido un cierto dominio de una materia que desconocen quienes te rodean entonces eres el experto en ese grupo. Otra cosa muy distinta será si asistes a un congreso en el que están las eminencias que dominan tu tema, en cuyo caso es posible que tu estatus de experto caiga unas cuantas posiciones. Pero, como ves, el grado de «experticidad» depende de con quién te la estés jugando.
Desde el punto de vista de la Marca Personal, lo de presentarse como experto no pretende echarse flores ni presumir de nada, simplemente es una forma de decir a los demás que eres una persona preparada para resolver determinados problemas o conseguir ciertas mejoras. Ni más, ni menos. Pero es que nos encanta quedarnos mirando el dedo cuando alguien señala a la Luna.
Hemos llegado a un nivel de sensibilidad por parte de algunos ofendiditos que es probable que incluso este post moleste a alguien que pensará que lo que digo es una estupidez. Lo curioso es que, a partir de ese momento, quien piense así se estará poniendo su propia etiqueta de experto.
Al escribir Expertología, mi segundo libro, investigué mucho sobre el significado y las implicaciones de ser un experto. Encontré muchas definiciones y propuestas.
Había uno que decía, no sé si de broma o en serio, que un experto es una persona que ha leído siete libros sobre un tema.
Hay otra definición que me gusta bastante y dice algo así como que un experto es aquella persona capaz de resolver o responder al 90% de los problemas o dudas que surgen sobre un tema.
Lo que está claro es que por muy humildes, sencillos, llanos o modestos que seamos, para poder salir adelante o, algo mejor, para que nos elijan para mejorar o cambiar las cosas, debemos dejar claro en qué podemos ayudar.
Son este tipo de chorradas buenistas las que consiguen que aquellos que no tienen ningún complejo en explicarte de qué modo pueden hacerte conseguir resultados aunque sean mucho peores que tú, se lleven el gato al agua.
Porque lo de ser experto no va de ponerse medallas sino de aportar soluciones. No va de sacar pecho sino de ocupar un lugar mental en la mente de quienes nos pueden necesitar porque tenemos claro y hemos demostrado que podemos ayudarles en algo concreto.
Y si, esto también va de salir y contarlo. O algo mucho mejor, de salir, mostrar y demostrar que eres capaz de hacer algo valioso, molón o atractivo. Porque la mejor forma de creerte que eres un/a experto/a es que otros te cuelguen esa etiqueta. Y para que eso suceda, es tu trabajo lo que debe gritar a los cuatro vientos que si alguna vez alguien necesita resolver un problema que tu dominas, tu eres la mejor opción.
Si a estas alturas del post sigues pensando que,
- No puedes ser un experto porque no sabes en qué eres bueno/a ni lo que te gustaría aprender o experimentar hasta dominarlo.
- No te gusta presumir de nada.
- No quieres mostrar lo que sabes y que puede ayudar a los demás (eso no es modestia, eso es egoísmo) porque «odias internet» o no te gusta «ser el/la protagonista».
- A mí, déjame de mierdas, que bastante tengo con lo mío.
no me vengas lloriqueando cuando alguien peor que tú pero sin tantos complejos, pasa por encima de ti.
NOTA:
Esta semana Claudio y yo hablamos en #StreetPersonalBranding sobre Expertos, mira por donde.
El día 6 a las 11:00 estaré en El Retiro hablando de Marca Personal para Escritores con gente muy interesante. Puedes apuntarte aquí.