Emoción, demasiado corazón

23 de Junio, casi sin darnos cuenta, la próxima semana estaremos en Julio. Eso significa que, como en años anteriores, dejaré de escribir en este blog hasta Septiembre y me centraré en crear cosas nuevas.

Creo que este paréntesis es algo necesario, especialmente este año, porque lo que ha ocurrido en estos meses no me ha generado una impresión positiva de lo que percibo. Y eso se nota en mis posts.

Una de las cosas que más me preocupa, aunque no es algo nuevo, es la dictadura de lo emocional, la presión de lo sentimental frente a lo objetivo, los datos, la cruda realidad.

La foto de gatitos vence al gráfico de barras

Desde hace algunos años, la inteligencia emocional es lo que se valora, la felicidad en el trabajo es lo que mola (aunque ya veremos a partir de ahora) y los líderes empáticos y enrollados son los que aparecen en montones de publicaciones como los directivos ideales.

Por otra parte, en los medios vemos como una noticia o una imagen emotiva e impactante (especialmente si aparecen niños), puede anular lo que dicen años de estudios y datos.

Si dominas las claves emocionales, tienes la partida ganada

Este fin de semana veía Brexit, una película que narra la campaña sobre el referendum en el que se decidió la separación del Reino Unido de la Unión Europea. El protagonista, Dominic Cummings interpretado por Benedict Cumberbatch está ahora de actualidad por saltarse la cuarentena, pero aparece como un genio de la manipulación.

La película refleja como da igual lo que digan los informes económicos o los estudios sobre los efectos reales de la decisión de salir, lo importante es ¿como no? lo emocional.

De los datos a las historias

Pero basta con asomarse a las noticias o escuchar en la calle para darse cuenta de que hoy, quien domina eso que algunos llaman «el relato», el «storytelling» tiene todas las papeletas para llevarse el premio gordo.

No hace falta irse muy lejos en el tiempo para comprobar como escondiendo lo malo y visibilizando o creando artificialmente lo «bonito», se puede convertir una situación dramática en algo parecido a una fiesta, con banda sonora incluida. Y ¿quién dice que no a una fiesta?

Da igual que expliques que determinadas decisiones van a tener un efecto terrible si, en el otro lado, alguien ha convertido a los partidarios de lo contrario se han convertido en una especie de secta que sólo se mueve por las emociones.

Se acabó la objetividad, hoy todo es emocional. Como científico esto me parece una aberración.

Esa es tu verdad, yo tengo la mía ¿de verdad?

El buenismo, el «todo es relativo», «yo tengo MI VERDAD», «lo políticamente correcto», el «MrWonderfulismo», están acabando con las decisiones correctas aunque antipáticas.

Cuando un político, empresario, directivo, científico o simplemente una persona sensata dicen que hay que hacer algo necesario pero poco agradable, no tiene nada que hacer frente a quienes prometen una supuesta felicidad. Si, al mismo tiempo, hay una sociedad aborregada, hedonista y con un nivel educativo destruido durante décadas, el desastre está servido.

No quiero que me quieras, quiero que me creas

Este fin de semana también vi un documental sobre Bill Murray, un actor que, precisamente se ha caracterizado por no entrar en el juego de las estrellas, rozando la misantropía. Y, a pesar de eso, o quizás por eso, se ha convertido en un icono para muchos.

La cuestión, desde el punto de vista de la Estrategia Personal es, ¿debemos entrar en el juego de lo emotivo, lo sentimental, lo blandito y agradable, las fotos de gatitos o de escenas que «llegan al corazón» o debemos centrarnos en hacer un trabajo de primera en el que defendamos sin concesiones aquello en lo que creemos?

Como he dicho alguna vez, una persona valiosa es aquella a la que hay que elegir aunque sea un/a gilipollas.

No se trata de descartar, sino de establecer prioridades

Vale, siguiendo la tendencia que describo, tu respuesta en este momento posiblemente sea, «pues las dos cosas». Pues no porque antes o después deberás elegir. Porque algún día te darás cuenta de que, como profesional, está muy bien que te quieran, que te digan que «eres un amor» o te envíen muchos corazoncitos en una retransmisión de Instagram, pero al final te comprarán sí y sólo sí, lo que les ofreces compensa lo que te van a pagar. Como se suele decir, lo que no son cuentas, son cuentos.

La cuestión en este momento, tanto a nivel global como individual es si queremos un mundo en el que nos movamos por el corazón, demasiado corazón, por el instinto o vamos a tomar decisiones racionales, basadas en información real, análisis serios y sentido común, aunque estén alejadas de arcoiris, unicornios y memes graciosos.

De la dictadura de lo emocional a la democracia de lo racional

La Emoción está incluida en el módulo de Prestigio.

No sé si esto que te digo tendrá demasiado futuro, me temo que no. O quizás, posiblemente porque no quede otra opción, llegue un día en el que la dictadura de lo emocional controlada por los que saben tocar las fibras sensibles se transforme en la democracia de lo racional basada en los datos.

Seguiremos viendo como se censuran canciones, películas, series, libros, personas, ideas, incluso sentimientos para que todo sea amable o al menos, lo parezca.

Los datos, la información, los números, el pensamiento crítico están al alcance de cualquiera que lo deseé. La influencia emocional es algo que sólo está al alcance de unos cuantos ingenieros sociales, de quienes dominan los medios de comunicación y, quizás, de los que andan escasos de escrúpulos.

No digo que debamos elegir una cosa u otra, sino que seamos capaces de decidir con inteligencia y, después, aplicarlo del modo más empático posible.





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