Decisiones. Que nadie elija por ti
El próximo mes de febrero se cumplirán 17 años desde que mi último jefe me llamó a su despacho para decirme que, debido a las circunstancias, tendrían que prescindir de mi (y de muchos otros en las semanas siguientes).
En aquel momento tenía 37 y cada mañana me preguntaba qué narices estaba haciendo y como había llegado a aquella situación. Así que, aunque suene a tópico, aquella llamada de mi jefe compungido (más que yo), supuso una liberación.
Al principio no lo ves así y es fácil que, momentáneamente, se te caiga el mundo encima (especialmente si tienes una hija de 1 año), pero poco a poco te vas recomponiendo y, algo más importante, acostumbrándote a no esperar que otros decidan por ti. Porque esa es la clave, somos lo que somos por las decisiones que tomamos y si no lo hacemos, seremos lo que otros decidan que seamos.
Una Estrategia Personal implica asumir la responsabilidad
¿Qué es lo más difícil cuando se trata de gestionar un proyecto personal o una Estrategia de Marca Personal? ¿Utilizar las Redes Sociales? ¿Tener una Propuesta de Valor? ¿Aprender lo que necesitamos? Todo eso tiene sus complicaciones, pero lo más jodido es asumir la responsabilidad de tomar decisiones.
Uno de los problemas de la mentalidad de empleado frente a la de YO S.L. es que el «cuentajenado» espera órdenes y se siente cómodo pensando que si algo sale mal, la culpa es de quien decide y no de uno mismo.
El Profesional Libre sabe que debe tomar decisiones y asumir las consecuencias de estas. Eso es lo que le hace libre. Es muy cómodo dejar que sean otros o las circunstancias o los gobiernos o los padres o… quienes te marquen el camino, el problema es que, algún día, te preguntarás como acabaste negociando pan congelado y donuts a los 37 años.
De nuevo los Valores y los Objetivos
No puedo dejar de insistir en que no hay Estrategia sin Objetivos, ni hay credibilidad sin Valores. Si tenemos que decidir sobre cualquier aspecto de nuestro trabajo, tendremos que saber hacia donde queremos ir y cuales son nuestras prioridades y líneas rojas.
¿Por qué somos tan malos tomando decisiones (si es que las llegamos a tomar)? Porque no nos hemos planteado donde queremos llegar.
En el momento en el que visualizas tu futuro, las decisiones son mucho más sencillas. Y ocurre algo más importante, me refiero a que quienes vean que no dudas en elegir entre varias opciones, vas a convertirte en alguien a quien se puede seguir.
Yo no voy a decidir por ti
Muchas de las personas que me piden que les asesore y gran cantidad de asistentes a mis cursos, parece que están esperando que alguien les diga cual es su Objetivo. De nuevo vuelven a la mentalidad de obedece y calla.
Podrás leerte todos los libros sobre toma decisiones, sobre la elección de la opción adecuada. Podrás hacer listas de pros y contras y utilizar todo tipo de herramientas para cuantificar el peso de las distintas alternativas. Pero antes de eso debes generar opciones y alternativas. Pero, ¿sabes qué? pues que, como he comprobado una y otra vez con las personas con las que trabajo, la inmensa mayoría sabe perfectamente lo que quiere. Lo que pasa es que no se atreven a tomar una decisión distinta a la de NO decidir, que no es más que otro tipo de decisión.
¿Dejarías que un/a crío/a de 17 años decida tu vida de dentro de 20 años?
Esta es una pregunta que utilizo mucho en mis cursos y que leí en algún sitio que hace tiempo que olvidé. En la mayoría de los casos, la respuesta es que no, que no dejarían que un adolescente decidiese su futuro.
Pero lo cierto es que si yo me preguntaba a los 37 años como había llegado a ocupar ese puesto que aborrecía, la respuesta estaba en las decisiones que mi yo de 17 había tomado 20 años antes y los siguientes.
Hoy es el momento de decidir. Como he contado aquí alguna vez, quizás lo peor para empezar a elegir son las etapas de meseta, esos momentos en los que ni fu ni fa. En los que te va incluso aceptablemente bien, pero en los que notas que todo lo que no sea mejorar, es empezar a decaer.
Lo terrible es que tenga que tenga que ser la llamada de un jefe a tu despacho, una pandemia o ver que apenas sabes nada de tu familia, lo que te haga empezar a tomar decisiones. ¿No será mejor entrenarse cuando la cosa no es urgente?
Recuerdo ese último viaje de vuelta a casa la tarde en que me comunicaron que podría dejar de ir a la empresa a final de mes. Me pareció muy evocador ese ascensor FUERA DE SERVICIO en la estación de Cercanías que me estaba diciendo que no podría ni utilizar un Discurso del Ascensor.
Aunque ya llevaba tiempo deseándolo, aquello fue la confirmación de que nadie más decidiría por mi, y eso sólo ocurriría si empezaba desde ese momento a tomar mis propias decisiones para que los 57 sean lo que yo quiero y no lo que otros decidieron por mi a los 37.