Mercado. Cuando eres un eslabón de una cadena y no precisamente el más fuerte

Quizás a ti te pase lo mismo, pero siento una mezcla de pena y rabia cada vez que veo en las noticias a agricultores y ganaderos vendiendo su producción a precios ridículos mientras que el precio final en las tiendas es muchísimo mayor. Creo que no soy capaz de imaginar lo duro que es trabajar tanto y asumir tantos riesgos para conseguir unos márgenes ridículos.

Yo he estado en el otro lado, en el de la distribución y no creo que la culpa sea sólo de quienes ponen los productos en un supermercado. El rango completo de actividades necesarias para crear un producto o servicio o, Cadena de Valor como se denomina técnicamente, puede ser muy largo y cada paso incrementa los costes.

Transporte, envasado, personal, infraestructura,… los elementos que van sumando gastos al proceso son muchísimos. Como la competencia cada día es mayor, además de intentar ajustar costes en el proceso se va apretando cada día más al productor, hasta que ya no puede más.

Cuando el «low cost» eres tú

En realidad esto está ocurriendo en muchos sectores. Casi todo lo que se denomina «low cost» implica que o alguien pierde dinero o ha apretado las tuercas en algunos eslabones de la cadena. Normalmente está relacionado con el coste de personal que suele ser una de las partidas de gasto más grandes. Pero también afecta a la calidad de productos o servicios.

¿Te has dado cuenta de lo incómodo que se ha vuelto viajar en avión? ¿Recuerdas que hace veinte o treinta años un profesional en su primer empleo ganaba más que uno hoy en día y eso sin tener el cuenta la inflación? ¿Has visto como, aunque puedes comprar pan a todas horas y en todos los sitios, es muchísimo peor que el de antes? ¿No es una misión imposible hacer una simple consulta por teléfono sin pasar por infinitos robots que te hacen perder el tiempo? En todos los casos, alguien ha tocado algo por el camino… y normalmente algo o alguien ha salido perjudicado.

Constantemente se están buscando fórmulas para abaratar los costes. Pero como me decía en un ataque de sinceridad algún proveedor cuando era jefe de compras, «Andrés, yo puedo darte el precio que me pidas, que ya me encargaré yo de hacer lo necesario para no perder dinero». Y así, poco a poco, vemos que los precios bajan… y la calidad y el servicio, también. Es verdad que se puede viajar a Berlín por 15 Euros o pedir dos pizzas por 6 Euros… pero lo barato sale caro.

Cuando tu eres el agricultor

Hace quince años, ser mileurista era equivalente a ser un pobre desgraciado. Hoy tienes suerte no ya si ganas mil Euros sino sino si simplemente ganas algo.

De unos años a esta parte, los profesionales de cuello blanco no son muy distintos de los agricultores y ganaderos. El coste de la formación en tiempo y dinero no para de aumentar mientras que los márgenes son ridículos, inexistentes o negativos, como aquellos que trabajan gratis para «coger experiencia».


Además, no tienes tu propio terreno o ganado, sino de que dependes al 100% de que alguien se fije en tu trabajo. Y si eso no fuera suficiente, tu «vida útil» como cuentajenado es cada día más corta aunque nos digan que nos vamos a tener que jubilar cada vez más tarde. Hoy es jodido encontrar un trabajo que te permita sobrevivir antes de los 30 y mantenerlo después de los 50.

Simplifica la Cadena de Valor

La buena noticia es que, muchos de esos factores que están haciendo que la presión hacia los productores (agrícolas, ganaderos, pequeñas empresas o trabajadores de cuello blanco) sea cada día mayor, podemos utilizarla en nuestro beneficio.

Del mismo modo que la tecnología está sirviendo para que un productor de naranjas te venda directamente, tu también podrías hacer lo mismo. Si, ya sé que no es fácil, que es complicado en muchos casos o que va a haber que pelear con muchas ideas preconcebidas. Pero, tal y como están las cosas, creo que es necesario empezar a eliminar intermediarios antes de que estos eliminen a los que están en la base de la pirámide.

Hoy, realmente, eres el dueño de los medios de producción, porque estos están en tu cabeza y en tus dedos y tienes los canales de distribución necesarios para ponerlos en el mercado.

Si cada día hay más empresas que tratan de convertir a empleados fijos en autónomos, quizás es el momento de que todos juguemos al mismo juego. ¿Quieres que yo sea un profesional libre? Adelante. Pero no me pidas exclusividad ni eso que llamas «compromiso» (que sólo compromete a una parte) o contrato psicológico. Yo te venderé mi trabajo, pero ni se te ocurra limitar ni mi visibilidad ni mis clientes.

Del mismo modo que muchos productores empiezan a organizarse y a vender para reducir la distancia entre su oferta y sus clientes, tu puedes hacer lo mismo. Y si lo puede hacer un ganadero con la leche fresca, no creo que a ti te cueste menos hacerlo con tu trabajo.

Monta tu puesto, tu tenderete, tu escaparate real o virtual para que todo el mundo conozca de lo que eres capaz, para que te valoren como mereces y no como dice una tabla de sueldos estándar, para que no seas una parte de la «masa salarial», para que tu vida útil dure lo que quieres que dure porque eres el/la único/a responsable de tu «producción».

Que sí, que vale, que durante muchas décadas, formar parte de una cadena te daba seguridad, pero hoy esa cadena la llevas en tus tobillos.





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