Personalidad. Si quieres dejar huella, deja de mirarte el ombligo

Como persona de ciencias, una de las cosas que me animó a estudiar una carrera como química era la posibilidad de encontrar reglas y leyes generales que explicasen las cosas. Eso es algo que sigue interesándome y que trato de aplicar en todo lo que puedo. Aunque supongo que también está relacionado con mi tendencia a controlar las cosas.

Pronto te das cuenta de que, en cuanto metes más de dos variables en un sistema, todo se complica. Pero hemos encontrado leyes que nos permiten predecir lo que va a ocurrir cuando manejamos las cosas, cuando dejamos caer una manzana o cuando juntamos dos elementos químicos.

Cuando se trata del comportamiento de las personas, me parece mucho más complicado saber lo que puede ocurrir. Por eso creo que en la sociología, la economía y no te digo nada si hablamos de lo que llaman ¿ciencias? políticas, predecir lo que va a ocurrir es prácticamente imposible.

Sin embargo, en dospuntocerolandia es una tarea complicada tratar de encontrar reglas generales porque en cada cosa que planteas siempre aparecen casos particulares, la anécdota se convierte en categoría y el «pues no estoy de acuerdo porque a mi o a un amigo de un cuñado le ha ocurrido otra cosa».

Lo que tu creas es irrelevante

A veces es complicado dar una clase o impartir un taller porque, frente a hechos o datos indiscutibles, no es extraño que aparezca alguien que «no está de acuerdo». No, no me refiero a cosas que puedan generar algunas dudas, sino a realidades constatadas y demostradas. Pero parece que hay personas para las que no existe un mundo más allá de ellas y sus circunstancias.

Creo que las creencias, lo emocional, incluso lo sentimental han ocupado un lugar demasiado predominante en algunas situaciones. Eso nos impide tomar decisiones correctas porque el corazón se pone por encima de la cabeza.

Desde hace mucho tiempo se están lanzando mensajes en películas, en los medios o en publicidad (especialmente en la de perfumes, no sé por qué) en los que te animan a romper con todo, a hacer locuras, a ser rebelde, salvaje, incluso malo, a perseguir tus sueños o a dejarte llevar.

Soy el primero que considero fundamental salir de lo rutinario, de experimentar, de salir del rebaño, pero haciéndolo con cabeza y, sobre todo, asumiendo la responsabilidad de las consecuencias.

Tus opiniones son sólo eso, opiniones, y no van a marcar el futuro del mundo salvo que demuestres que has encontrado una ley universal. Tu caso, tu «sucedido» es sólo una anécdota que da para un tuit y poco más.


Si quieres que las cosas funcionen, se humilde y asegúrate de que no vives en tu propio mundo basado en leyes y reglas unipersonales y, algo peor, que trates de imponerlas a los demás.

Si dejas que todo se base en dejarte llevar por tus instintos (no por el instinto), en actuar en función de lo que crees o te mueve por dentro, no digo que no pueda ocurrir algo estupendo, pero se deberá más al azar que a una estrategia.

El efecto «selfie»

Si me sigues, estarás harto de leerme o escucharme que una Marca Personal no se tiene o se crea, sino que se DEJA. Por lo tanto, la fuerza de esa huella, impacto o sello depende de que haya un sitio o persona donde dejarla. No eres nadie si no influyes en otros, si no tienes un lienzo en el que pintar lo que crees o sabes.

Es de lo más frecuente que, cuando hablamos de Estrategia Personal, muchas personas se centren más en ellas, en lo que quieren, en lo que les gusta, en lo que saben hacer que en el efecto que producen.

Si lo que quieres es que te tengan en cuenta, te valoren y te elijan, lo que tu quieras es irrelevante para los demás. Es cierto que no puedes diseñar una estrategia sin un objetivo y un buen trabajo de autoconocimiento, pero eso sirve de poco si no lo utilizas para producir un cambio en los demás.

Vivimos en un mundo «selfie» en el que parece que las cámaras apuntan a nosotros, pero lo cierto es que hay que cambiar a la cámara externa para entender que lo que tú quieres es irrelevante para casi todos los demás, excepto para tu madre y poco más. Es curioso que «selfie» se parezca tanto a «selfish» (egoista)

Y yo ¿Qué puedo hacer por ti?

Cuando te empeñas en encontrar formas de ayudar, cambiar, mejorar lo que sucede en tu entorno, entonces es cuando empezarás a ser tenido en cuenta. Cuando sabes responder a quienes te preguntan, «y eso, ¿Qué me importa?» habrás dado un gran paso. Que lo hagas por filantropía (creo que ahí también hay interés) o por ganarte la vida será cosa tuya.

Así que, al final llegamos a una conclusión que existe desde hace siglos, si quieres que te vaya bien, preocúpate por los demás. No porque seas una bellísima persona sino por «el interés te quiero Andrés».


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