Autopresentación. Qué difícil es hacerlo fácil

Hubo un tiempo no demasiado lejano en el que había una respuesta fácil a la pregunta, «y tú, ¿Qué haces?».

Simplemente decías el cargo que ocupabas o el título que tenías y ya estaba. Todo el mundo lo entendía. Incluso cuando había ofertas de empleo, estas eran sencillas y comprensibles. Podías adornar un poco lo del nivel de inglés, pero sobre el puesto o eras lo que pedían o no lo eras.

Hoy puede que los puestos no sean muy diferentes, aunque les pongan títulos rimbombantes como ese de Director de la Felicidad o ya, para rizar el rizo, Chief Happiness Officer. Pero cuando se trata de ti, de destacar y de dejar claro lo que haces, más te vale explicar bien lo que haces y en el menor tiempo posible.

No me cuentes tu vida

Piénsalo un momento. O mejor aún, dilo en voz alta. ¿Cómo me explicarías a qué te dedicas? Adelante, hazlo.


Si llevas un buen rato hablando, lo más probable es que yo, o cualquiera, hayamos desconectado, así que, ¡¡¡MEEEC!!! Has perdido tu oportunidad. Te regalamos el juego de programa y te agradecemos que hayas participado.

Con frecuencia tendemos a hablar y hablar (yo he caído en eso muchas veces). Explicamos lo que hacemos, lo que hemos aprendido, dónde lo hemos aprendido, y así, hasta que te paran. Eso en una reunión profesional es letal.

Así que, ¿podrías limitarte a decirme tres o cuatro cosas? Aquí tienes dos fórmulas

Con qué trabajas (Sustantivo) + Qué haces (Verbo) + Para quién lo haces + Qué resultado produces (Máx. 15 Palabras)

o

A quién ayudas [___________], a conseguir qué beneficio [____________], de qué manera [___________]

No es tan difícil. Bueno, al principio un poco, hasta que lo pules y lo practicas un poco.

Polinización

Es importante que seas capaz de explicar con claridad y de forma atractiva lo que haces a alguien que te entrevista o a un potencial cliente. Pero hay algo aún más importante, me refiero a la posibilidad de «polinizar» o de facilitar la extensión de tu mensaje al mayor número de personas posibles.

Será más fácil que alguien te recomiende si sabe a qué narices te dedicas y puede explicarlo fácilmente a otros.

Ese mensaje de autopresentación debe aparecer en todas partes. En tus correos electrónicos, en tu web, en tu tarjeta, en LinkedIn, en lo que dicen de ti cuando vas a dar una charla o lo que le cuentas a ese primo al que hace años que no ves cuando coincidís en una boda.

¿Qué tienes para mí?

Lo que la gente quiere saber y lo que tú deberías querer que recuerden es lo que puedes hacer por ellos. Normalmente nos importa entre poco y nada la escuela de coaching en la que te hayas formado, los n-cursos variados que hayas acumulado o los masters que llevas encadenando y que «de momento» no te han permitido bajar a la puñetera realidad y empezar a trabajar.

Lo que yo quiero saber, por mi y por todos mis compañeros es si vas a solucionarme un problema, (¿cuál?), conseguir que pueda mejorar algo (¿qué?), o puedes hacer algo que yo no puedo o no quiero.

Todo lo demás no es que sea importante, es que, simplemente, no es lo primero que quiero saber de ti. Si me interesa lo primero, ya seguimos hablando sobre tus conocimientos y experiencia.

No eres Paulo Coelho… afortunadamente

Desgraciadamente la tontería se ha adueñado de lo profesional. Ya no es suficiente con decir que puedo ayudarte a centrarte en tu trabajo y ser más productivo, ahora hay que hablar de conciencia cuántica o de iluminación holística.

Cuando escucho a algunas personas, incluso de profesiones muy racionales y terrenales, ponerse estupendos a la hora de describir su trabajo con unos términos casi mágicos, sólo espero que puedan mantener su empleo durante mucho tiempo porque lo van a pasar fatal ahí fuera.

Pruébalo

Es curioso, pero cuando en mis cursos pido a alguien que se presente, parece que no lo hayan hecho nunca y, en la mayoría de los profesionales que quieren cambiar su proyecto, seguramente es así.

Lo cierto es que la primera vez que lo sueltas, te va a sonar rarísimo, pero aún más importante es cómo les suena a quienes te escuchan. Por eso debes probar, adaptar, pulir, personalizar y, sobre todo, creerte tu mensaje. Y eso sólo se consigue probando y practicando.

Ah, y no sólo no pasa nada por adaptarlo sino que es lo más apropiado porque los tiempos cambian y debes hacer ajustes.





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