Infraestructura. El Síndrome Decathlon

A estas alturas supongo que te habrás dado cuenta de que yo soy más de chuletón que de maratón. Vamos, que si un día desaparezco, es difícil que me encuentren en un gimnasio o haciendo Crossfit o la forma de machacar el cuerpo que esté de moda en ese momento.

Sin embargo, quizás por mis años como profesional de la distribución, me encanta visitar tiendas de todo tipo, incluso negocios de deportes como Decathlon. Y cuando entro en uno de sus centros me ocurre algo curioso.

De repente, como si sufriese algún encantamiento que sólo tiene efecto dentro de la tienda, me entran ganas de hacer deporte, de comprarme una raqueta, unas gafas de bucear o incluso un casco de hípica y dedicar un rato cada día a hacer ejercicio. El efecto, el encantamiento, suele pasarse cuando estás a un par de kilómetros de aquel parque de atracciones del deporte, pero ya has metido algunas cosas en el maletero que pasarán directamente al trastero.

Pues bien, ese Síndrome Decathlon no sólo se produce cuando visitas una de sus tiendas sino en muchas otras situaciones de la vida, incluso del trabajo.


Que el equipo no te impida ver el bosque

Reconozco que tengo tendencia a entusiasmarme con alguna idea que pierde fuelle rápidamente poco después. Pero si el impulso es suficientemente fuerte y duradero, puede tener algunas consecuencias.

Por ejemplo, en algún momento decidí que iba a crear cursos online como si no hubiese un mañana. Así que, antes de tener un curso preparado o, algo peor, sin haber decidido ni de qué ni como lo haría, ya me había hecho con todo el equipo que recomiendan por La Red. Micrófono, cámara, luces, croma,… todo eso y algo más estuvo esperando durante meses, por no decir años, a que me decidiese o, mejor dicho, a que me lo pidiesen.

Más recientemente decidí que haría algo más sencillo, crear una plataforma en la que fuese explicando y dando consejos más detallados de las diferentes partes de mi modelo de Estrategia Personal. Es ese proyecto del que he ido hablando aquí con frecuencia y que no termina de arrancar. Eso sí, por el camino me he suscrito a dos plataformas de venta de productos (Memberpress, EasyCart) , me he apuntado a una versión pro de Vimeo y algunas cosas más. He tenido un par de inicios fallidos y la cosa sigue sin arrancar.

Ya tienes lo que necesitas, sólo tienes que creértelo

Por encontrar un lado positivo a todo esto, puedo decir que de todo se aprende, aunque tenga un coste económico y, sobre todo, de tiempo. Y una de las principales lecciones que sacas es que no necesitas tanta parafernalia. Descubres que el problema, como suele ocurrir con casi todo, es mental, de creencias, de limitaciones propias. Que para empezar a hacer deporte o a crear un sitio propio de formación en Internet, ya tienes más de lo que necesitas. Unas zapatillas normalitas y un terreno despejado o un móvil viejo, un ordenador sencillito y una conexión a Internet es todo lo que necesitas.

Si todo va bien, creo que este mes podré estar a velocidad de crucero con mi proyecto, pero después de aceptar que lo importante es tener un buen material (o, al menos, un material digno) y no obsesionarse con todo lo demás.

Lo primero de todo, tu oferta

Quizás todo esto que te cuento se aplica principalmente a quienes vamos por libre. He conocido a muchos colegas cuya principal preocupación antes de tener un cliente o incluso un producto, es encontrar un sitio en el que montar una oficina. Y claro, eso acaba con tus recursos (y tu motivación) antes de empezar a obtener resultados.

No se puede empezar la casa por la ventana (eso me lo digo a mí mismo). Primero empieza a crear algo más o menos presentable y luego ya iremos avanzando. Llámalo pretotipo, prototipo, producto mínimo viable o como te dé la gana, pero ten algo que funcione y que se pueda utilizar y ya lo mejorarás.

No te paralices con la excusa de que necesitas más, cursos, equipo, contactos, tiempo, dinero,… Coge lo que tengas y encuentra el modo de ir avanzando. Te sorprenderás de lo creativo que puedes ser cuando careces de todo lo que considerabas «imprescindible».

Plantéate si realmente necesitas gastarte doscientos euros (renovable cada año) en una plataforma de comercio electrónico que te va costar días o semanas entender y poner en marcha. Descubre y utiliza soluciones infinitamente más sencillas que quizás no sean las mejores a largo plazo, pero que te van a permitir arrancar y ver si tu idea funciona.

No pierdas de vista lo importante, me refiero al producto, servicio, oferta. Si no tienes nada que vender, y no me refiero a una idea sino a algo tangible, deja a un lado todo lo demás, por muy glamouroso que te parezca.

Y no te obsesiones con escalar el Everest o convertirte en el Elon Musk ibérico. De momento es más que suficiente con que salgas a pasear al campo que tengas más cerca o que pongas a prueba tu idea con gente real.





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