Oferta. No es el conocimiento, es el rendimiento
De forma recurrente surge un debate en dospuntocerolandia relacionado sobre lo injusto que es que algunas personas ganen una gran cantidad de dinero frente a otras que, en teoría, son más valiosas y, quizás, se han esforzado más para ser lo que son.
Deportistas frente a médicos. Deportistas masculinos frente a deportistas femeninos. Estrellas de cine frente a ingenieros. Personajillos de la farándula frente a profesores. Diputados frente a fontaneros. Y así muchísimos más ejemplos que se te pueden ocurrir. Incluso si trabajas en una empresa habrás pensado que no es justo que «los de arriba» cobren X veces más que tú para lo que hacen.
Tenemos que partir de algo que a veces se nos olvida y es que el mundo no es justo o quizás no se aplica la justicia tal y como la percibimos cada uno de nosotros.
No es lo que tienes en el almacén, es lo que haces con eso
En Facebook y especialmente en Twitter hay una queja bastante repetida sobre el escaso rendimiento de la preparación profesional.
Cada semana hay alguien que cuenta todo lo que ha hecho para prepararse para el mercado laboral. Explica con detalle, muchas veces en un vídeo, que estudió una carrera (o dos), que hizo varios masters o cursos de postgrado, que sabe varios idiomas y que, además, es un experto en papiroflexia. Sin embargo, a pesar de todo ese bagaje, no consigue el empleo «que merece».
El problema está, precisamente, en lo que esa persona tan bien preparada considera que merece. Creo que el merecimiento lo deben juzgar los demás. Y eso se suele valorar en función de los resultados, no del potencial.
Coger lo que tienes y no hacer nada con ello, como en la parábola de los talentos no sólo es inútil (salvo para lloriquear en las redes) sino contraproducente. Si ves que alguien ha tenido la posibilidad de acaparar toda esa formación y luego no ha sabido que hacer con ello, casi justifica su situación.
Sin embargo, hay quienes con mucha menos preparación, ha sabido utilizar sus otras fortalezas y ha conseguido exprimirlas al máximo.
Como decía hace algunas semanas, ser la generación mejor preparada no sirve de mucho si no conviertes esa «energía potencial» en trabajo o energía.
Trabajo con muchos jóvenes en mis cursos y creo que no les faltan cualidades, más bien al contrario, al hablar con ellos envidias la cantidad de cosas que han hecho en su vida. Sin embargo, creo que tienen miedo, vergüenza, les falla la autoestima o tienen otras barreras mentales que les empujan a encadenar un aprendizaje tras otro quizás para no enfrentarse con el mundo real.
No es lo que quieres, es lo que das
No sé si es culpa de la sociedad tan egocéntrica y narcisista que nos ha tocado vivir, pero cuando pregunto a mis alumnos en mis cursos sobre aquello a lo que quieren dedicarse pocas veces me dicen lo que van a aportar y casi siempre me hablan de sus deseos. Parece que les cuesta entender que para conseguir algo, antes debes dar algo.
Si esperas que te tengan en cuenta y te valoren como «mereces», debes aparcar lo que tu quieres o, al menos, no ponerlo en primer lugar y dejar claro lo que alguien va a ganar contigo.
Cuanto más pueda conseguir la persona u organización con quien quieres trabajar, más podrás conseguir tú. Si un futbolista es capaz de hacer ganar mucho dinero a un club, te guste o no, lo consideres justo o injusto, será remunerado de forma proporcional a lo que aporta.
Que un médico, un maestro, un policía o un juez hacen una labor que supera con creces lo que reciben a cambio, no se discute, pero quizás es porque hay más oferta que demanda o porque no se considera que haga falta unas cualidades (demasiado) fuera de lo normal, lo cierto es que es lo que hay.
No es lo que se ve, es lo que queda oculto
Lo cierto es que, en cualquier profesión es posible encontrar «estrellas» que ganen una pasta obscena. Como médico, como abogado, como calígrafo o como cualquier otro profesional, creo que cualquiera puede estar en la parte más rentable de la Campana de Gauss si se lo curra. Y ahí es donde puede haber otra clave.
Cuando alguien se queja de lo que gana alguno de esos profesionales con salarios astronómicos, pocas veces pensamos en lo que les ha costado llegar ahí y lo que han tenido que hacer para destacar en un entorno tan competitivo. Y tampoco recordamos a aquellos que, con cualidades similares, quedaron en el camino.
No sólo se trata de tener ciertas cualidades más o menos innatas, sino que hay que trabajarlas y desarrollarlas. Además hay que gestionar tu Marca Personal. Hay que saber relacionarse. Hay que demostrar que puedes convertir el plomo en oro. Hay que generar confianza. Hay que arriesgar. Y eso, muchas veces, se olvida.
Cuando pregunto a profesionales de todas las edades sobre lo que justificaría una mejora salarial, pocos están dispuestos a ir más allá de lo normal. Pocos son capaces de invertir tiempo, dinero o tranquilidad para subir uno o varios escalones.
Como he dicho aquí muchas veces, me encantan las biografías. Y si hay un elemento común en quienes han triunfado es que, casi nunca, el éxito ha sido una cuestión de suerte… aunque esta haya tenido su importancia.
Por lo tanto, cuando sientas la tentación de pensar en lo poco que recibes para lo que «mereces», piensa si hay mucho desfase con respecto a lo que aportas.