Pasión: Acción de padecer

Cada vez que alguien habla de buscar la pasión, de ser un apasionado de algo o de que lo más importante para un profesional es que su trabajo le apasione, me acuerdo de la primera acepción de la palabra pasión en el diccionario de la RAE:

Acción de padecer

Las siguientes definiciones tampoco son demasiado alegres que digamos: Pasión de Jesucristo, Lo contrario a la acción, Estado pasivo en el sujeto, Perturbación o afecto desordenado del ánimo.

Pero más allá de la curiosidad semántica, creo que esto de la pasión es otra de esas cosas que se han puesto de moda en este entorno cuyo buenismo es inversamente proporcional a lo jodido de la situación. Parece que cuanto más bajan los salarios, cuanto más difícil es ganarse la vida y cuanto menos se valoran las cualidades de muchos profesionales, se multiplican los mensajes en los que transmiten que si no te dedicas a «lo tuyo» o algo peor, a lo que te «apasiona» eres un pobre desgraciado. Y no es así.

Creo que va siendo hora de aceptar que lo primero que debe hacer un profesional es encontrar un «trabajo alimenticio» es decir, algo que le permita cubrir sus necesidades básicas o, algo más importante, las de aquellos que dependen de él o de ella. Y a partir de ahí construir el plan que le va a llevar a donde desea o, al menos, intentarlo.

¿Significa esto que hay que tirar la toalla y resignarse a no vivir jamás de lo que te gusta? De ninguna manera. Creo que tenemos el derecho y la obligación para con nosotros mismos de luchar por conseguir hacer algo que nos haga sentir completos, de encontrar una misión en nuestra vida que nos permita dejar un legado, una Marca Personal valiosa y duradera.

Pero está claro que, en primer lugar, poder dedicarnos a algo que nos apasiona puede llevar tiempo. En segundo lugar, todos los trabajos, oficios o profesiones tienen múltiples facetas y algunas son «apasionantes» y otras son un puto rollazo. Estoy convencido de que hay días en los que incluso al fotógrafo de Playboy se le pone cuesta arriba hacer su trabajo. Pero uno no puede quedarse con una parte del «premio» y descartar las demás.

Por otra parte, creo que son aquellos a los que no se les cae de la boca (o del perfil de Twitter) todo este rollo de la pasión son precisamente los que andan más perdidos. En mis clases, especialmente en las que están formadas por gente más joven, me encuentro a muchas personas que me dicen que quieren dedicarse a lo que les apasiona, pero en cuanto les preguntas qué es, te responden que todavía no lo han descubierto ¿?

Sin embargo, me he encontrado también a muchísima gente que disfruta cada día con lo que hace y a la que jamás he escuchado el jodido discurso de la pasión.


Hace unos días leí un artículo de Santiago Bilinkis en el diario argentino La Nación titulado La trampa de la pasión que describe muy bien todo esto desde el punto de vista de un emprendedor.

Ya sé que este discurso no es agradable y que sería mejor seguir con lo de perseguir tus sueños, dedicarte a lo que te apasiona (si lo descubres antes) o tomar las riendas de tu vida (o colgarte con ellas como dijo alguien) pero creo que es preferible ser consciente de la situación, asumir que es altamente probable que tengas que empezar haciendo algo que te aburre soberanamente y, a partir de ahí, construir.

Entonces ¿hay que olvidar toda esperanza y resignarse a vivir de algo que no te gusta nada? Pues no. Lo que digo es que la pasión es un elemento más dentro de una Estrategia Personal en la que existen muchas más variables.

En mi modelo yo sitúo la pasión dentro del módulo de Propiedades, es decir, de aquellas cualidades personales con las que vamos a construir una propuesta de valor. Pasión, Conocimientos, Experiencia, Hábitos, Habilidades,… son los ingredientes que, correctamente combinados, nos hacen útiles para otros y para nosotros mismos.

Pero parafraseando aquel viejo anuncio de Pirelli con Carl Lewis, la pasión sin control, sin un destino, sin un propósito, sin unas aptitudes y sin unas cuantas cosas más, no sirve de nada. Incluso diría que puede ser contraproducente porque te va a hacer moverte pero sin llevarte a ninguna parte.

Suelo decir que la pasión es un acelerador. Pero si lo aprietas hasta el fondo sin saber hacia donde te diriges, te puedes acabar estrellando contra un muro. Eso si, con la adrenalina a tope.

Decía el otro día en Twitter que, aunque suene viejuno, creo que antes de la pasión, que suele ser voluble, hay que entrenar la disciplina, la persistencia, la planificación. Y curiosamente, cuando tienes resueltas esas cosas tan poco apasionantes, es cuando vas a empezar a disfrutar, incluso de cosas que nunca pensaste que te engancharían.

La pasión en el amor y en el trabajo puede sufrir oscilaciones, pero si debajo hay una estructura vital o profesional que te sostenga cuando esta se debilite o incluso desaparezca, los proyectos pueden continuar hasta que encontremos otra bebida energética «interior» que nos ponga como una moto.





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