Durante demasiado tiempo, ser introvertido se ha visto como un defecto. Algo que había que superar, disimular o incluso curar. En una cultura que celebra al más ruidoso de la sala, quienes prefieren el silencio, la observación o la reflexión han sido subestimados. Pero es hora de revisar esa narrativa. No solo no hay nada malo en ser introvertido, sino que puede ser una ventaja real, especialmente en un mundo