Hace falta valor, ven a la escuela de calor

Creo que el título de este comentario viene a cuento por las fechas en las que estamos y por lo que voy a decir.

Cuando he empezado a escribir el manual, me he encontrado con dos cuestiones aparentemente triviales que tenía que dejar muy claras: el enfoque y el objetivo del libro.

El estilo lo tengo claro y ya lo he comentado alguna vez. Quiero que tenga la utilidad de un manual de procedimientos norteamericano (claro, sencillo y práctico a lo McGrawHill) y un tono irónico a lo Douglas Coupland (por cierto, JPod absolutamente genial y posiblemente mejor que Microsiervos) más la mala leche de los artículos de Perez-Reverte.

Lo que no quiero que sea es un jodido cuento de hadas o de quesos o de buenas suertes de esos que tanto abundan y que confunden la gestión de empresas con la autoayuda. ¿Es que piensan que somos idiotas? No hace falta que nos cuenten historias de ratones y de hombrecillos enanos (¿?) que pierden su queso. ¿Acaso nosotros hemos tenido alguna vez un queso? Como mucho nos lo han enseñado en fotos.


En cuanto al objetivo, la respuesta es más clara. Pretendo ayudar a la gente a aumentar su valor. Y cuando hablo de valor me refiero a dos acepciones de la palabra según la R.A.E.:

2. m. Cualidad de las cosas, en virtud de la cual se da por poseerlas cierta suma de dinero o equivalente.
4. m. Cualidad del ánimo, que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros.

Es decir, que lo que pretendo es ayudar a las personas a dejar de ser «empleados fungibles» para convertirse en «profesionales personas valiosas y valoradas». ¿No es eso lo que hacen las marcas?

Por otra parte, el proceso de desarrollo del producto YO, S.A. implica el descubrimiento de un montón de elementos que nos hacen destacables y valiosos que hemos olvidado. Recuperar esos «ingredientes de producto» nos puede dar el coraje (valor) necesario para acometer las empresas (curioso termino ¿no?) que hasta ahora no nos hemos atrevido a afrontar.

Y todo eso va de dentro a fuera, no al revés. Una marca fuerte no es un logo o una imagen, sino un conjunto de características que hacen que las personas estén dispuestas a dar más para conseguirla. Y no siempre se trata de compensaciones materiales.

Por eso, este concepto es tan «peligroso» para las empresas chapadas a la antigua.





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