Alonso, Einstein y el coste de una Marca Personal
En algunas ocasiones me sugieren que escriba sobre la Marca Personal de algunos deportistas. Pero suelo negarme porque salvo en muy contados ejemplos (Gasol) considero que no reúnen las condiciones que definen una marca. Por lo general, se trata de hombres anuncio, de carteles publicitarios de carne y hueso.
Uno de los más solicitados es Fernando Alonso, el campeón de Formula 1.
Yo no entiendo ni me gusta su deporte. Sin embargo, entiendo que como profesional de lo suyo debe ser muy competente. Podemos decir que las características de su «producto» son extraordinarias, que es capaz de hacer un trabajo superior al de la mayoría de los profesionales de su «sector». Si fuese un detergente, sería uno que limpiaría todas las manchas y además dejaría un buen olor en la ropa. Pero parece que esto no basta.
Por lo que cuentan los que entienden de esto, Alonso es un deportista que tiene talento y que se prepara bien. Que cuando no está en una carrera, entrena. Podríamos decir que es un buen profesional en lo suyo. Hace unos meses todo el mundo estaba encantado con «este chico». Pero hay quien le pide algo más.
Últimamente parece que sus éxitos no son suficientes. El público siempre quiere más. Ya no basta con hacer un buen trabajo, con ser un buen detergente, también debe ser amigo de los periodistas y ayudar a las viejecitas a cruzar la calle. El mercado es insaciable. Ahora Alonso debe decidir entre el «debo» o el «quiero». Entre ser lo que quieren (o supone que quiere «el mercado») o seguir siendo él mismo… y si hay suerte, ganando carreras.
Pero dejar de ser solo un «deportista de élite» y convertir un nombre en una Marca Personal tiene un coste. Y pagarlo es una decisión individual. Va a depender de aspectos en los que soy muy insistente: objetivos, valores, creencias, recursos.
¿Quiere Alonso ser un buen profesional o desea que las masas le suban a los altares?
¿Quiere ser un buen «producto» o desea convertirse en una «marca de masas»?
Además de su talento y competencia ¿Qué valores le caracterizan?
Por último, ¿Tiene recursos, tiempo, interés y ganas para dar a su «mercado» lo que le exige?
La clave está en que decida lo que decida, alguien va a salir perjudicado.
En los últimos años, con motivo del aniversario de la Teoría de la Relatividad, sucedió algo similar con otro profesional muy diferente, Albert Einstein. Creo que en este caso realmente se trata de una Marca Personal.
Además de sus gigantescas aportaciones a la ciencia, fue un defensor a ultranza de sus valores, fue un importante activista político, sus creencias eran sólidas e incluso llegó a ser un icono mediático.
Pero últimamente han aparecido documentales y libros en los que le describen en su vida privada como un ser insensible con su familia y poco menos que como un maltratador.
Espero que nadie dude a estas alturas de mi opinión de las mujeres. Y no voy a justificar su comportamiento. Pero al parecer, en este caso, tampoco basta con tener un buen «producto». Hay que ser un padre ejemplar y algo así como un modelo de santidad.
Supongo que a muchos les gustaría tener una visión Disneyana de Einstein y de otros personajes públicos. Una visión del científico en la que estuviese escribiendo sus ecuaciones mientras juega con sus hijos. En la que imaginase el espacio-tiempo mientras va de compras con su mujer. En la que pudiese estar trabajando en la teoría del campo unificado mientras limpia el polvo del salón. Pero si esto hubiese sido así, Einstein no sería un genio, sería un dios.
Quienes tratamos de poner en marcha un negocio sabemos que el recurso más escaso, el que no se puede pedir prestado y que Einstein conocía bien, no es el dinero, es el TIEMPO.
Supongo que como Alonso, en un momento dado, Einstein tendría que escoger entre varias opciones y se daría cuenta de que algo se quedaría en la cuneta, que habría un coste. Y aunque sea muy políticamente incorrecto, al elegir su profesión, podemos pensar que a la vista de los resultados, hicieron lo correcto. No creo que se les deba acusar de insensibles, inhumanos o egoístas. Más bien los considero valientes y sacrificados. Y pagan su precio aunque no se pueda reflejar en una cifra.
Todos nosotros nos enfrentamos a esta situación diariamente.
Constantemente debemos decidir si queremos pagar el precio de hacer realidad los sueños. Porque los recursos son limitados, especialmente el tiempo. Y aunque seas un genio, el día tiene 24 horas. Aunque seas un deportista sano y equilibrado, a lo mejor no te apetece responder preguntas absurdas de periodistas del «corazón». Y alguien tendrá que pagar el precio de luchar por un objetivo. Y este coste incluye a la familia, el entorno personal y tu propia imagen.
Esta decisión es incluso más difícil para las mujeres. Que siguen siendo juzgadas con parámetros culturales del siglo XIX aunque estemos en el XXI. Ellas no solo deben ser profesionales de primera, sino que deben ser modelos de virtud en TODOS los sentidos.
Por eso entiendo que Alonso, Einstein o cualquiera de nosotros vivamos constantemente en un delicado equilibrio entre la realidad y el deseo. Entre la profesión y los sueños. Entre nosotros y los demás. Y espero que cuando tengamos que juzgar algunas decisiones y comportamientos personales, seamos más respetuosos y empáticos.
Al final todo tiene un coste, cada día nos enfrentamos a decisiones que van a afectar a otras personas y solo cuando echemos la vista atrás podremos juzgar si hemos hecho lo correcto.